Adolescente cuida de sus 4 hermanos hasta que una caravana los lleva al abuelo que no conocían - Historia del día
Una joven tuvo que asumir la responsabilidad de cuidar a sus cuatro hermanos tras la muerte de sus padres. Pero su vida cambió cuando se enteró de que tenía un abuelo millonario.
Cuando Jemma era pequeña, un hombre apuesto se casó con su madre y se mudaron a una preciosa casa de campo para estar lejos del ajetreo de la ciudad.
Luego su mamá quedó embarazada. La niña sintió que Dios y Papá Noel le habían enviado el mejor regalo de Navidad ese año: ¡ser la hermana mayor!
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Pero lo que ella no sabía era que Dios le enviaría una hermana al año siguiente, convirtiéndola a ella y a su hermanito en hermanos mayores. Y dos años más tarde, su madre dio a luz a dos preciosos gemelos.
Para Arturo y Carla, sus cinco hijos Jemma, Noah, Alice y los gemelos Ernesto y Francisco, eran lo más valioso del mundo. ¡Oh, qué perfecta era su vida en su granja y en la casa de campo que albergaba a la familia!
Pero un día fatídico lo destruyó todo.
Arturo y Carla se habían ido a dar un paseo en las montañas, dejando a sus hijos en casa y confiando a Jemma la responsabilidad de sus hermanos.
Jemma solo tenía 16 años y esperó todo el día a que sus padres regresaran para ir de visita a casa de una vecina mayor, que vivía en una casita no muy lejos de la suya.
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"¡Señora Berta!", dijo la chica. "Mamá y papá… ¡todavía no están en casa! Dijeron que volverían por la tarde. Se está haciendo de noche!".
"¿Ah, sí?", preguntó preocupada la señora mayor, mirando el reloj. "Si fueron a las montañas, ya deberían haber vuelto. Allí ni siquiera tendrán servicio telefónico".
Jemma suspiró. "Mis hermanos están solos en casa. Y yo… estoy preocupada. A mamá y papá no les habrá pasado nada, ¿verdad?".
"Oh, no te preocupes, cariño", la consoló la señora Berta. "Iré contigo. Esperaremos juntas en tu casa, ¿de acuerdo? Ya volverán".
Desgraciadamente, la señora Berta se equivocaba. Esa misma noche, un oficial de policía las visitó y les informó que habían encontrado dos cadáveres en las montañas.
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Llamaron a Jemma para que identificara los cuerpos, y sollozó como un bebé cuando vio sin vida a sus padres bajo unas finas sábanas blancas.
"¡Tiene que ser una pesadilla!", gritó. "Mamá, papá… ¡Despierten! ¡Noah estaba tan entusiasmado con nuestro próximo viaje! Él… y yo… todos estábamos… ¡Oh, mamá y papá!".
A los 16 años, Jemma tuvo que dejar de lado su vida y convertirse en la única cuidadora de sus cuatro hermanos menores. Hubo una visita de los servicios sociales para enviar a los niños al sistema de acogida. Pero Jemma se negó y la Sra. Berta intervino para ayudarla a cuidar de los niños.
La chica dejó los estudios y empezó a trabajar en la granja de sus padres para mantener a sus hermanos. Cocinaba, limpiaba y cuidaba de ellos. Los animales de la granja también eran su responsabilidad, tenía que alimentarlos y limpiarlos.
Además, había visitas periódicas de los servicios sociales para asegurarse de que los niños no vivían en una situación deplorable en una vieja casa de campo al cuidado de una joven de 16 años.
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Lo único que importaba ahora en la vida de Jemma eran sus cuatro hermanos. Apenas dormía, no se relajaba y trabajaba demasiado. La jovencita había sobrevivido a la muerte de sus padres, pero las noches de insomnio y el trabajo duro estaban pasando factura y su salud se estaba deteriorando.
Una mañana soleada, Jemma estaba recogiendo rábanos de su huerto, pero apenas tenía fuerzas para sacarlos de la tierra.
"Estoy exhausta… simplemente estoy exhausta. Dios", suspiró a punto de darse por vencida. Entonces se acordó de sus hermanos y reunió fuerzas para recoger tres rábanos.
De repente notó algo en la calle y se detuvo. Una caravana compuesta por uno, dos, tres, cuatro… ¡Cuatro todoterrenos aparcados justo delante de su casa!
¿Quiénes son esas personas? ¿Alguien nos está vigilando? ¿Serán esos cretinos de los servicios sociales, deseosos de colocar a mis hermanos en una asquerosa casa de acogida?", se preguntó.
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Jemma estaba furiosa. En un arrebato de ira, tiró la cesta de rábanos al suelo, salió corriendo a la calle y golpeó la ventanilla de uno de los todoterrenos.
Al bajar la ventanilla, vio a un hombre vestido con un traje negro sentado en el asiento del conductor.
"¿Quién demonios es usted? ¿Y quién le ha dado permiso para estacionar aquí?", preguntó enfadada.
"Nos ha enviado aquí nuestro jefe", dijo el hombre con rigidez. "Se supone que tenemos que llevarte a ti y a tus hermanos al aeropuerto dentro de dos horas a ver a tu abuelo".
"¡Tengo que denunciaros a la policía!", respondió Jenna. "¡Mis hermanos y yo no tenemos abuelo! ¿Entiende? ¡Nuestros padres eran huérfanos!".
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El hombre no pronunció palabra, pero sacó una foto medio rota del bolsillo de su chaqueta y se la mostró. "Esto es lo que hemos recibido. Nos han pedido que te enseñemos esta foto. Se supone que tu madre tiene la otra mitad. Estamos haciendo lo que nos ordenaron y no podemos irnos sin ti y tus hermanos".
Jemma conocía muy bien la foto.
La otra mitad estaba en el álbum de Carla, y Jemma siempre se había preguntado por qué había guardado una foto medio rota.
"¿Quiere decir que el hombre de aquí… es mi abuelo?", preguntó Jemma, con lágrimas empañándole los ojos.
"¡Jemma!", la llamó Noah, que se unió a ella, y también Alice.
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"¿Quiénes son?", le preguntó. "¿Los conoces?".
"¿Por qué no apareció antes nuestro abuelo?", le dijo Jemma al hombre, ignorando la pregunta de Noah. "¿Por qué se acuerda de nosotros después de tantos años?".
"No tengo más información que compartir", contestó el hombre. "El vuelo sale dentro de dos horas y él está ansioso por verlos a todos".
Jemma volvió a la cabaña y sostuvo la foto rota con la otra mitad. Ahora mostraba a un hombre abrazando a una joven, que le besaba en la mejilla. A Jemma se le salieron las lágrimas al ver cuánto se parecía aquel hombre a Carla. Efectivamente, ¡era su abuelo!
Dos horas más tarde, Jemma y sus hermanos estaban en el aeropuerto, acompañados por una docena de hombres con traje negro y gafas de sol. A Jemma todo le parecía una película, en la que la pobre niña descubre que tiene un pariente rico y su vida da un nuevo giro.
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De pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando los hombres de traje se acercaron a un anciano que caminaba hacia ellos. Tenía un rostro amable y lágrimas en los ojos.
"¡Oh! ¡Tienes que ser Jemma!", exclamó. "¡Eres preciosa, querida! ¡Igual que tu madre!".
"Hola, cariño", añadió mientras extendía la mano para estrechársela. "Soy Ronald. El abuelo Ronald. Tardé años en encontrarlos… Me alegré mucho al descubrir que no tenía uno, sino cinco nietos".
"¿Por qué querías vernos?", preguntó Jemma con severidad, negándose a darle la mano. "Nuestra madre nunca habló de ti. Eso significa que debía odiarte".
"Oh, bueno", dijo el anciano. "Todo es culpa mía, Jemma. Y puedes odiarme por ello. Deberías odiarme. Fui un padre irresponsable que olvidó que tenía una hija que cuidar. La pérdida de tu abuela me convirtió en un hombre frío. No quería vivir ni cuidar de mi hija".
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"Tu madre se escapó de casa después de quedar embarazada, se casó y tuvo una familia. Cuando ella se fue, me di cuenta de lo que era la verdadera soledad. Me alegro de que dejara la otra mitad de la foto en su habitación antes de irse. Decidí buscarla entonces, y no fue hasta hace dos días que supe de todos ustedes."
"Por favor, perdóname. Nunca podré pedirle perdón a tu madre, pero quiero que tú y tus hermanos me dejen cuidarlos. Puedo darles un hogar lleno de amor. Por favor".
Jemma estaba llorando, incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Podía ver que su abuelo se preocupaba por ellos, así que lo perdonó y aceptó acompañarlo a casa.
El abuelo Ronald crio a sus nietos con amor y sus vidas cambiaron para mejor. Ahora, cuando visita la tumba de Carla, siente alivio al ver que su hija está orgullosa del abuelo en que se ha convertido.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Por muy dura que sea la vida, nunca hay que rendirse: Jemma nunca dejó de cuidar de sus cuatro hermanos tras la muerte de sus padres, por muy duras que fueran las cosas para ella. Finalmente, el abuelo Ronald la ayudó.
- A veces, los hermanos mayores tienen que sacrificar sus vidas por los más pequeños: Jemma tuvo que dejar de lado su propia vida por el bien de sus hermanos.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.