Joven rico abandona a su novia embarazada, después lo ve trabajando de conserje - Historia del día
Una mujer que fue abandonada por su exnovio rico cuando estaba embarazada quedó desconcertada cuando lo vio trabajando de conserje.
Lana frenó en seco cuando el semáforo cambió a rojo y comenzó a recodar la escena de la mañana en casa de su jefe. Había sido otro gran día. Andrew estaba feliz, al igual que el Sr. y la Sra. Gibson.
Dos años atrás, ella no tenía idea de que su vida daría un giro semejante. Nunca pensó que encontraría trabajo, alquilaría un apartamento y se ganaría la vida decentemente. Pero fueron el Sr. y la Sra. Gibson quienes cambiaron su vida.
La pareja fue extremadamente generosa al contratarla como niñera de su hijo, Andrew. También la recomendaron a sus amigos, lo que la ayudaba a ganarse bien la vida. “Por fin mi vida va por buen camino”, pensó Lana mientras esperaba a que el semáforo se pusiera en verde.
Miró por la ventanilla del auto con una sonrisa en los labios. Hasta el clima era bueno aquella mañana. Pero cuando ella desvió la mirada hacia la acera, no pudo creer lo que vieron sus ojos.
El semáforo se puso en verde y los vehículos que venían detrás empezaron a tocar el claxon sin parar, ensordeciéndola. Lana se perdió en sus pensamientos...
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
“¿Te volviste loca? Por eso las mujeres no deberían conducir”, le gritó un hombre mientras adelantaba su auto y se alejaba a toda velocidad. A Lana le importaba un bledo. No podía creer que delante de sus ojos estuviera su ex, trabajando de conserje. Estaba limpiando la acera fuera de un establecimiento que parecía ser una pequeña tienda de comestibles.
“¿Qué le pasó?”, se preguntó Lana. ¿Por qué Neil está trabajando de conserje?”.
El padre de Neil tenía una cadena de restaurantes millonaria. Neil era gerente de uno de los restaurantes de su padre cuando él y Lana se separaron. En realidad, fue Neil quien dijo que no quería seguir con ella.
Por aquel entonces, Lana trabajaba en el mismo restaurante que él. Todo había sido tan perfecto. Luego, de repente, todo se vino abajo, y ella no podía hacer nada. Absolutamente nada.
Neil era un malcriado y un egocéntrico. Era un mujeriego, y Lana no se había dado cuenta hasta que se quedó embarazada de él.
Después de pasar una noche apasionada en su apartamento tras su tercera cita, él le había tomado las manos y le había dicho suavemente: “Te quiero, Lana. Nunca había mirado a ninguna mujer como te miro a ti. Tú eres especial”.
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Lana no tardó en darse cuenta de que todas las mujeres que habían entrado en la vida de Neil eran especiales hasta que acababan en su cama. Nunca olvidaría el día en que se dio cuenta de que la base de su relación era defectuosa.
Lana llevaba varias mañanas con náuseas y se había hecho una prueba de embarazo para asegurarse. Cuando mostró dos líneas, se puso nerviosa y emocionada a la vez.
“¡Dios mío, no lo puedo creer!”, había gritado. “Estoy embarazada”.
¿Estaba preparada para convertirse en madre? ¿Neil y ella estaban preparados para formar una familia? Lana no sabía las respuestas a esas preguntas, pero le había dado a Neil la buena noticia de la forma más adorable posible.
Había hecho una caja de regalo con calcetines rosas y metida dentro estaba la prueba de embarazo. Ella esperaba ver una sonrisa en la cara de Neil, pero en lugar de eso, él se enfureció. Tiró la caja al suelo y se rio perversamente.
“¡Oh, nena, eres muy estúpida! ¿Creíste que hablaba en serio? ¿Creías que iba a engendrar a tu hijo?”.
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Lana estaba impactada y llorando. "¿Qué te pasa, cielo? Creía que te encantaban los niños".
“¡Ni en tus sueños, Lana! ¡No voy a criar a ese asqueroso niño! ¡Tendrás que deshacerte de ese bebé si quieres mantenerme en tu vida!".
“¡Neil!”, gritó ella. “¿Qué es lo que te pasa? ¡Es NUESTRO bebé! ¿Cómo puedes pedirme que interrumpa el embarazo?”.
“¡Si no puedes hacer lo que te digo, sal de mi vida!”, gritó él, mirándola fijamente a los ojos. “A partir de hoy, no nos conocemos. ¡Deberías rezar a Dios para que nuestros caminos no se vuelvan a cruzar! Y si papá se entera de algo de esto, ¡haré de tu vida un infierno!”.
La apartó de un empujón mientras se alejaba, y Lana no supo qué hacer. Cuando llegó al restaurante al día siguiente, estaba despedida. Su supervisor le dijo que el dinero que faltaba en la caja registradora del restaurante había sido descubierto en su bolso, en su casillero.
Lana no dijo nada y salió del restaurante, sabiendo que era cosa de Neil. Quería deshacerse de ella, y lo consiguió. De hecho, pronto corrió el rumor por toda la ciudad de que la habían echado por ladrona, así que tuvo que pasar mucho trabajo para poder ganarse la vida.
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Nadie quería contratar a Lana por aquel entonces debido a su pasado, hasta que conoció a los Gibson. Se había trasladado a una nueva ciudad para rehacer su vida, y la pareja fue muy amable con ella.
Ahora que veía a Neil barriendo la acera, se preguntaba cómo su vida había dado un giro tan drástico. Aparcó cerca de la acera y salió del automóvil.
“¿Neil? ¿Eres tú?”, le preguntó mientras se acercaba a él, y él se giró al escuchar su voz. Tenía un aspecto frágil y débil, pensó Lana.
“¡Oh, Dios! Lana, ¡qué sorpresa!”.
“Yo tampoco esperaba verte aquí”, dijo ella. “No sabía que nuestros caminos se cruzarían así”.
“Lo sé... debes estar sorprendida de verme así, ¿verdad?”, dijo él con una sonrisa nerviosa. “Bueno, ¿no crees que me lo merecía? He hecho cosas malas en el pasado”.
“No estoy aquí para juzgarte, Neil”, dijo Lana con franqueza. “Sin embargo, sí quiero...”.
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“Escucha, no puedo. Quiero decir...”, se giró para mirar la tienda y luego a ella. “Sabes, este lugar... quiero decir, yo trabajo aquí, y mi jefe se va a enfadar muchísimo si me ve hablando contigo aquí. Podría despedirme. ¿Qué tal si nos vemos en el café de la calle de abajo? Se llama El Ladrillo Rojo. Te veré allí, bueno, si quieres... Ya sabes, en caso de que quieras ponerte al día”.
Lana miró su reloj de pulsera. “Tengo trabajo después de las dos. Si puedes hacer tiempo antes, sería genial”.
“¡Sí, genial!”, dijo él alegremente. “Perfecto, quiero decir, sí. Eso... está bien. ¿Nos vemos allá en unos 20 minutos?”, preguntó.
“Sí, de acuerdo. Nos vemos”, dijo ella.
Lana volvió a su auto y condujo hasta la cafetería. Cuando Neil se reunió con ella, pidió dos tazas de café, y él insistió en pagar, pero ella le dijo que no había problema.
“¿Cómo terminaste aquí? Creía que trabajabas en el restaurante de tu padre”, dijo Lana mientras daba un sorbo al café.
Neil suspiró. “Cerró”.
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“¿Cerró? Pero la empresa iba bien, ¿no?”.
“Hasta poco después de que te fuiste”, dijo, bajando la mirada hacia su taza. “Yo... metí la pata con las normas y reglamentos... hice tratos que no debía, y papá se enteró. Intentó salvar el restaurante, pero ya era demasiado tarde. Me quitó el auto, las tarjetas de crédito y todo tipo de privilegios”.
“¿Por eso trabajas aquí de conserje?”.
Neil asintió. “Sí”, dijo. “Sí. Esa es la razón. Pero eso es sólo una parte de lo mal que hice todo… de cómo lo arruiné todo”.
“Yo no estaba en la mentalidad correcta cuando papá me cortó, así que yo, bueno, yo pasaba todo el día y la noche en diferentes bares. Una noche, me metí en una pelea terrible en un bar, y... me avergüenza decir esto, pero acabé preso, haciendo 70 horas de trabajo correccional”.
“¡Vaya!”, dijo Lana con sarcasmo. “Así que nuestra ruptura no te había cambiado en absoluto. Bueno, eso suena a vida aventurera, Neil, ¿no?”.
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“Si ya terminaste de burlarte de mí, ¿qué tal si me cuentas cómo te va? ¿Te va bien en la vida, al menos?”.
“¿No crees que es un poco tarde para preguntar eso? No necesito tu preocupación, Neil. Me va bien en la vida. No tienes que saber más”.
“Y... sobre el...”.
Lana sabía por dónde iba la conversación y se tragó las lágrimas. “Entonces, ¿ganas bien en tu nuevo trabajo?”, le preguntó.
“¿Qué?”.
“Tu trabajo actual”, dijo ella, dando el último sorbo al café. “¿Te trata bien tu supervisor?”.
“Está bien, sí”, dijo él tras una breve pausa. “Entonces... me preguntaba... ¿Estás libre esta noche o cuando quieras? Me encantaría invitarte a cenar”.
A Lana se le humedecieron los ojos. Le costaba contener las lágrimas. “No, no estoy libre”, dijo rotundamente. “Y aunque estuviera libre, Neil, nunca querría salir contigo de nuevo”.
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“Quedé destrozada cuando me dejaste. No sabía qué hacer ni adónde ir. Papá estaba en el hospital y yo necesitaba dinero para cuidarlo. Hiciste que me despidieran y luché por encontrar trabajo”.
“Nunca intentaste ponerte en contacto conmigo, y cuando te llamé, simplemente me bloqueaste. Y luego el embarazo... Bueno, ¿sabes de qué me hizo darme cuenta todo eso?”.
“Me enseñó que, pase lo que pase, lo que ocurre tiene su razón de ser. Sinceramente, me alegro de que las cosas hayan salido así. Mi padre está vivo y le va muy bien. Tengo trabajo y me gano la vida dignamente”.
“No podría haber pedido nada más. También sé que el carácter genuino de una persona no cambia. Así que no volveré a confiar en ti. Y no me interesa hacer nada contigo. Espero que tu hijo no acabe como tú”.
Lana tomó su bolso y salió de la cafetería sin volver a mirar a Neil.
“¿Hijo?”, murmuró él mientras ella se alejaba. “¿Así que no interrumpió el embarazo?”.
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Pasaron los días y cada vez que Lana salía, esperaba no volver a encontrarse con Neil. Había superado su pasado y no quería que la relacionaran con él de ninguna manera. Un domingo, estaba visitando a su padre y se sorprendió cuando él mencionó que alguien le había enviado una cesta con regalos.
“Fue muy extraño”, dijo su papá. “Esta persona sabía de las medicinas que tomo, y también envió libros, juguetes y ropa... que supongo que son para Andrew. Al niño le encantarán”.
“¿No tenía una dirección ni nada?”, preguntó Lana.
“No detallé mucho. Apenas vi por encima porque no estaba seguro de si la cesta había sido enviada por alguien que conoces, cariño. Quería esperar a que estuvieras en casa”.
Lana rebuscó entre las cosas de la cesta de regalo y encontró una nota en el fondo. Las lágrimas corrieron por sus mejillas cuando la abrió para leerla.
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“Siento haberte seguido para conseguir tu dirección, Lana. Había perdido todo lo que tenía, pero había logrado conservar dos relojes de papá. Pensé que los usaría cuando realmente los necesitara. Después de nuestro reencuentro, me di cuenta de que había una razón por la que nunca los había vendido”.
“Lo siento, Lana. Por favor, perdóname. No es que lo merezca después de todo lo que hice, pero espero que me des una segunda oportunidad. Sin los relojes, ahora estoy quebrado, y me quedaré sin casa si no pago la renta la próxima semana”.
“Pero por primera vez en mi vida, me alegro de haber puesto a alguien antes que a mí mismo. Dejé mi número de contacto al final de esta nota. ¿Cómo está mi hijo? ¿Está bien? - Neil”.
Lana nunca había querido tener nada que ver con él desde que se separaron, pero este Neil no era el que la había traicionado. Su corazón podía sentir que ahora era un hombre diferente.
Ella tomó todos sus regalos y se fue directo a casa de los Gibson. Le dio los regalos a Andrew y le dijo: “Papá los envió para ti, cariño. Te echa mucho de menos”.
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Cuando Andrew era un bebé recién nacido, Lana tuvo que llevarlo a un centro de acogida porque no podía permitirse criarlo. Allí conoció a los Gibson, una pareja de ancianos que no tenía hijos. Adoptaron al bebé y permitieron que Lana fuera su niñera para que pudiera pasar tiempo con él.
Su trabajo en casa de los Gibson le ayudaba a pagar el tratamiento de su padre y a mantener el contacto con su hijo. Ahora quería que su vida y la de Andrew cambiara. Visitó a Neil y le dijo que le daría otra oportunidad si demostraba que había cambiado.
Y Neil lo hizo. Dejó su trabajo de conserje y empezó a trabajar de camarero en una cafetería. Con el tiempo, Lana le presentó a Andrew, pues se había dado cuenta de que estaba mejorando.
El pequeño estaba confundido porque no sabía que Lana era su madre y Neil su padre. Aunque ella hubiera decidido contárselo todo cuando tuviera edad suficiente para comprender la verdad, le dijo que estaba en una misión “secreta” para encontrar a su padre.
Neil, por su parte, se dio cuenta de lo que era la verdadera riqueza. “Te prometo que lo haré todo por ti, campeón”, le decía a Andrew cada vez que lo veía, sabiendo que su hijo y Lana eran lo más valioso que tenía.
Por no mencionar que ahora tenía una relación mucho mejor con su padre. Y los Gibson se alegraban de que los padres de Andrew quisieran darle una buena vida.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Tu karma te alcanzará tarde o temprano: Neil llevaba una vida frívola y se arrepintió cuando su restaurante cerró, obligándolo a afrontar una vida sin lujos.
- La familia es el mayor tesoro: Tras cruzarse de nuevo con Lana, Neil se dio cuenta de sus errores y de lo que se había estado perdiendo todo este tiempo. Él se enmendó convirtiéndose en mejor persona para poder tener a Lana y Andrew en su vida.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.