Niño sale del colegio llorando a diario, su mamá acude al director con la grabadora que lleva en la mochila - Historia del día
Melinda era una madre soltera que desbordaba confianza en sí misma. Cuando su hijo empezó a tener problemas en el colegio, una grabadora plantada le revela una amarga verdad sobre los peligros de las inseguridades y los juicios pasajeros.
Melinda salió del baño con la toalla puesta. Su larga melena mojada acentuaba su belleza aún más que de costumbre. Sacó el uniforme del armario y lo puso sobre la cama.
Luego se maquilló cuidadosamente y se mimó para el día. Esta era una de las partes favoritas del día de Melinda. Le encantaba verse y sentirse bien. Creía que le daba una ventaja durante el día y aumentaba su confianza.
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Después de seguir toda su rutina matutina, por fin se miró al espejo con mucha admiración. Su corto uniforme de camarera dejaba ver uno de sus rasgos favoritos, sus piernas.
Y su pelo recogido en una coleta le permitía lucir otro de sus rasgos favoritos, su sonrisa. Estaba lista para arrasar el lunes. Solo le quedaba preparar a su hijo para ir al colegio, lo que no sería tan fácil.
"¡Josh! Espero que estés listo. Salimos en diez minutos", gritó Melinda mientras preparaba cereales para ella y su hijo.
Josh entró en la cocina arrastrando los pies, todavía parcialmente dormido con su mochila al hombro. Estaba en tercer curso y era la niña de los ojos de Melinda, aunque a menudo le ponía los nervios de punta.
Lo había criado de forma independiente desde la muerte de su padre, cuando él era muy pequeño. Josh y Melinda habían sido, en su mayor parte, la única familia que cada uno había conocido.
"¡Mamá, no quiero ir a la escuela hoy!", se quejó Josh.
"¿Sí? Bueno, yo tampoco quiero ir a trabajar. Pero, alguien tiene que pagar las cuentas, y alguien más tiene que asegurarse de poder hacerlo algún día. Así que, ¡come y prepárate para salir, hombrecito!", dijo Melinda, besando la frente de Josh.
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"¡No es justo!", se enfadó Josh.
Melinda fue a dejar a su hijo al colegio. Compartieron un estrafalario apretón de manos madre-hijo antes de que Josh saliera corriendo hacia el colegio. Ella se dirigió a la cafetería donde trabajaba. Los clientes del comedor la adoraban. Ella los atendía con la sonrisa más cálida, y la actitud más cordial.
La joven madre era muy guapa y se enorgullecía de lucir lo mejor posible. Y cuando se trataba de su trabajo o de cualquier otra cosa que hiciera, siempre daba lo mejor de sí misma. Era una de esas personas a las que no podías evitar querer.
"¡Josh! ¿Qué pasa, cariño? ¿Por qué lloras?".
Más tarde ese día, cuando Melinda recogió a Josh, notó un cambio repentino en su humor. Intentó saludarlo con un apretón de manos como de costumbre, pero él simplemente la ignoró y se subió al coche.
El viaje a casa fue inusualmente silencioso. Josh solía contarle su día y ella hacía lo mismo. Se reían de las aventuras del día y se tomaban un helado de camino a casa. Pero hoy, el viaje fue completamente diferente.
"¿Todo bien, Josh?", preguntó Melinda.
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"Mmmm", respondió Josh, mirando sombríamente por la ventana.
"Bien... ¿Cómo te ha ido hoy?", quiso saber la madre, dándole otra vuelta.
"Bien, supongo". Josh se encogió de hombros.
"Uhm... Entonces, ¿comemos helado? Me apetece algo con un poco de chocolate", dijo Melinda vibrantemente, tratando de añadir un poco de alegría al ambiente.
"No me provoca", dijo Josh.
"¿Está diciendo que no al helado? Definitivamente, ¡algo va mal!", pensó Melinda.
"¿Qué pasa, mi niño?", preguntó Melinda, preocupada. Josh simplemente sacudió la cabeza y no dijo nada.
Melinda lo dejó estar, observando atentamente el estado de ánimo abatido de su hijo el resto de aquel día. Odiaba verlo así. Lo conocía demasiado bien como para darse cuenta de que algo le preocupaba profundamente.
Pasaron unos días y Josh seguía con el mismo ánimo abatido. De hecho, parecía empeorar. Preocupada, Melinda decidió ir al colegio para investigar más a fondo la causa de su angustia. Cuando caminaba por el pasillo del lugar, vio a su hijo salir de clase llorando. Se tiró al suelo junto a las taquillas y lloró.
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"¡Josh! ¿Qué te pasa, cariño? ¿Por qué lloras?, preguntó Melina, poniéndose de rodillas para abrazarlo, pero él se levantó y corrió hacia el retrete. Ella corrió tras él y se arrodilló ante el único cubículo ocupado, donde el llanto del niño se escuchaba desde el otro lado de la puerta.
"Hijo, tienes que contarme qué está pasando", insistió Melinda.
"No quiero hablar de ello... ¡Solo vete!", espetó Josh.
"¿Has visto cómo se pavonea con su escasa ropa en la cafetería? Y lo que es peor, ¡aquí en el colegio!".
Esto no era propio del hijo de Melinda, y ella lo sabía muy bien. Fuera lo que fuera lo que molestaba a su hijo, estaba ocurriendo en ese lugar, y estaba decidida a averiguar exactamente qué o quién era.
Melinda salió furiosa del baño y se dirigió a la clase de su hijo como si fuera la dueña del lugar. Cualquier otro día, ella era la joven camarera de la cafetería local, pero hoy era una leona defendiendo a su cachorro, y estaba dispuesta a todo.
"¡Señora Parker! Por favor, ¿puedo hablar con usted fuera?", preguntó Melinda con firmeza.
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La maestra de Josh, la señora Parker, puso inmediatamente los ojos en blanco al ver a Melinda. "Estoy en medio de una clase", dijo, mirando de reojo.
"¡Ahora! ¡Por favor!", dijo Melinda, perdiendo la poca sangre fría que le quedaba. La señora Parker salió del aula de mala gana.
"¿Le importaría explicarme por qué mi hijo salió corriendo de su clase llorando?", preguntó Melinda a la maestra de Josh con una pose severa y sin rodeos.
"No tengo ni idea", respondió la señora Parker, mirando a Melinda de arriba abajo con un gesto de desafío en su rostro. "Probablemente se trate de niños siendo niños", dijo.
"No mi hijo", dijo Melinda, casi amenazadora, acercándose a la señora Parker. "Es su trabajo cuidar de nuestros niños, incluyendo a Josh. Lo único que le pido es que haga su trabajo", concluyó, marchándose. La maestra la miró con desprecio mientras se alejaba.
A la mañana siguiente, convencida de que la escuela no sería de ayuda, Melinda introdujo una grabadora en la mochila de Josh antes de que se fuera a la escuela. Durante el fin de semana, finalmente escuchó las grabaciones mientras estaba tumbada en la cama.
"¿Has visto cómo se pavonea con su escasa ropa en la cafetería? Y lo que es peor, ¡aquí en el colegio!", decía la señora Parker en la grabación.
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"¡No hables así de mi madre!", gritó Josh.
"Lo siento, Josh. Pero déjame enseñarte algo que te ayudará cuando seas mayor. A veces la verdad duele", replicó la señora Parker mientras la clase estallaba en risas y murmullos a costa del niño, que hacía todo lo posible por defender a su madre.
Siguió escuchando las grabaciones con asombro. En la mayoría de los casos, la docente avergonzaba a Josh delante de toda la clase. Melinda no podía creer lo que oía. Estaba completamente furiosa y horrorizada por la audacia de la señora Parker.
El lunes, Melinda irrumpió en el despacho del director para confrontarle por el comportamiento de la maestra de su hijo. Él escuchó las grabaciones y se quedó atónito con lo que oyó.
La maestra Parker tenía libre ese día, así que Melinda y el director decidieron visitarla en su casa. Cuando llegaron allí, oyeron alboroto y gritos en el interior de la casa.
"¡Esto no es justo! Nunca tienes dinero", gritaba la hija adolescente de la señora Parker desde el interior de la casa.
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"¡No me hables así, Alison!", respondió la mujer.
"Odio este sitio. Ojalá viviera con papá", espetó la chica.
"¡Alison! Vuelve aquí!", gritó la señora Parker antes de que sonara un fuerte portazo, seguido de un amargo llanto.
Melinda y el director se miraron con preocupación antes de armarse de valor y llamar finalmente a la puerta. Llamaron un par de veces antes de que la señora Parker finalmente abriera.
"No te preocupes, ya he estado donde tú estás. Puede que ahora te parezca imposible, pero te prometo que te recuperarás. Un día a la vez".
Las pesadas bolsas de sus ojos mostraban que llevaba un buen rato llorando. Melinda echó un vistazo al interior de su casa. Era un desastre total. La propia señora Parker tenía muy mal aspecto, nada que ver con su apariencia usual en el colegio.
"¿Qué están haciendo aquí? Es mi día libre", exclamó una desconcertada señora Parker.
"Hola, señora Parker. Siento molestarla en casa, pero hay un asunto urgente que debemos tratar. Creo que esto lo explicará todo mejor", explicó el director, empezando a reproducir la grabación.
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La señora Parker empezó a llorar amargamente.
"Lo siento mucho, Melinda. No fue nada personal. Sinceramente, solo estaba celosa. Mi marido me dejó hace poco por una mujer más joven, y supongo que una parte de mí se desquitó contigo y con Josh porque me recordaban todo lo que perdí. ¡Todo lo que me quitó! Incluso mis propios hijos no quieren estar conmigo. Y lo único que he hecho es quererlos", explicó la señora Parker entre lágrimas.
Melinda se sintió mal por la mujer. Era obvio que la señora Parker estaba descargando sus inseguridades y frustraciones en ella y Josh. Nunca antes había tenido mala intención, pero lo que había pasado la tenía casi destrozada. Era el típico caso de gente herida que hace daño a otros .
"Escucho tu historia y entiendo lo que estás pasando, pero dejaste que tus problemas personales en casa afectaran a tu trabajo. Lo siento, pero tendré que despedirte", dijo el director.
Melinda vio la mirada rota en los ojos de la señora Parker, y la conocía demasiado bien. Era la misma mirada que vio en el espejo tras la muerte del padre de Josh. Todas esas noches llorando hasta quedarse dormida. Había necesitado toda la fuerza que tenía para reconstruirse por el bien de su hijo y de ella misma.
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Recordó lo mucho que le habría gustado tener un amigo en aquel momento. Alguien que la ayudara a recuperarse. Así que decidió ser esa persona.
"No, director. Por favor, no la despida. Todos hemos tenido momentos difíciles. No sacaré más el tema si tiene la amabilidad de dejarlo pasar. Estoy segura de que la señora Parker no dejará que sus problemas personales vuelvan a afectar a su trabajo", suplicó Melinda. La maestra quedó completamente desconcertada ante sus palabras.
El director accedió a darle otra oportunidad a la maestra. Mientras tanto, Melinda se ofreció a ayudarla. Se dio cuenta de que los hijos de la docente exigiendo constantemente dinero a su madre solo aumentaban su estrés y ansiedad.
Para ayudar a aliviar esta carga, Melinda se ofreció a dar a los adolescentes trabajo como camareros en el restaurante donde trabaja. Estaba a punto de ser ascendida a gerente, y su puesto de camarera estaba a punto de quedar vacante, además de otras pocas plazas recientemente disponibles.
Después de ese día, Melinda también empezó a darle apoyo y amistad a la maestra. Mucho de la frustración de la señora. Parker era por la soledad. Ella también era madre soltera y creía que podía ayudarla a adaptarse a sus nuevas circunstancias.
"No te preocupes, ya he estado donde tú estás. Puede que ahora te parezca imposible, pero te prometo que te recuperarás. Un día a la vez", le aseguró Melinda.
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Empezaron a ir juntas de compras y Melinda compartía con ella sus secretos de belleza. Ahora que sus hijos ganaban su propio dinero, Melinda pudo ayudar a la maestra a cambiar su imagen. Esto aumentó la confianza de la señora Parker y, en última instancia, la convirtió en una persona más amable, no limitada por sus inseguridades.
Las dos acabaron haciéndose buenas amigas. La señora Parker, que pronto se convirtió en la señora Miller, también formó un fuerte vínculo con Josh, quien se convirtió en uno de sus mejores alumnos.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No hay que juzgar un libro por su portada. La señora Parker juzgaba a Melinda por como se vestía. Sin embargo, una vez que tuvo la oportunidad de conocerla, se convirtió en su mejor amiga y apoyo incondicional.
- Los tiempos difíciles no duran. A través de sus propias luchas, Melinda enseñó a la señora Parker a superar sus propias tribulaciones.
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