Hijo renuncia a ahorros universitarios para pagar alquiler de su mamá, pronto descubre que su educación fue pagada por completo - Historia del día
Un joven que sueña con convertirse en ingeniero informático trabaja todos los veranos para recaudar dinero para su universidad. Cuando su madre cae enferma, decide gastarse hasta el último céntimo en sus facturas médicas.
Por mucho que nos esforcemos, hay cosas que no están destinadas a suceder, pensaba Andrew con amargura. Miró las facturas del hospital que tenía en las manos y se le llenaron los ojos de lágrimas.
Su pobre madre había estado tan enferma, ¡y él se quejaba y se compadecía de sí mismo! Debería estar rezando por su recuperación, no lloriqueando por un sueño perdido e infantil.
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Andrew tenía diecinueve años y, desde que tenía memoria, había querido ser ingeniero informático. Ese sueño se había vuelto más difícil de alcanzar después de que su padre muriera cuando él tenía apenas doce años.
Su madre había tenido que criarlo sola, y era difícil llegar a fin de mes. Así que Andrew empezó a hacer tareas para los vecinos, como cortar el césped y a pasear perros.
Cada céntimo que ganaba lo ahorraba para la universidad. A los dieciséis años, consiguió un trabajo de verano en una empresa local de informática como recadero, pero su perspicacia e inteligencia habían llamado la atención del propietario.
El señor Lewis, el director general, nombró a Andrew ayudante de su mejor y más innovador desarrollador, y el chico se entusiasmó con el reto. Estaba deseando ir a la universidad.
Por desgracia, cuando Andrew estaba en su último año de instituto, su madre enfermó con gravedad. La mujer, normalmente enérgica, estaba constantemente cansada y dolorida.
Iba de médico en médico, pero nadie sabía exactamente qué le pasaba. La mandaban a hacer docenas de pruebas costosas y luego se desentendían de los resultados.
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Las facturas médicas empezaron a acumularse, pero seguía sin haber respuestas. La madre de Andrew empezó a debilitarse cada vez más y a adelgazar hasta que apenas podía andar.
Su jefe se cansó de esperar a que mejorara y la despidió. El seguro médico, que no cubría la mayoría de las pruebas, se acabó... ¿Qué podía hacer Andrew?
Sumó las facturas y se quedó horrorizado. ¡Debían más de 23.000 dólares! Andrew sacó su libreta de ahorros. Tenía cerca de 30.000 dólares en su cuenta de ahorros. Había ahorrado con esfuerzo durante AÑOS para poder ir a la universidad, pero la salud de su madre era más importante.
En ese momento, sonó el timbre. Era el casero.
"Hola, Andrew", dijo. "¿Cómo está tu mamá?".
"Un poco mejor", dijo Andrew amablemente. "¿Y tú, cómo estás?"
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"Regular, Andrew", contestó. "Estoy pasando apuros. "He dejado pasar el alquiler durante los últimos cuatro meses, pero ahora necesito el dinero", dijo el casero.
"¿Cuatro meses?", exclamó Andrew. "¡No lo sabía!".
"Tu madre no quería preocuparte", dijo el casero en voz baja. "Pero ahora, ya lo sabes...".
"Por supuesto", dijo Andrew. "Te haré un cheque".
Andrew extendió al casero un cheque de 5.000 dólares para cubrir el alquiler de los últimos cuatro meses y dos más. Cuando el hombre se marchó, dejó caer la cabeza entre las manos. Su cuenta de ahorros estaba vacía y tendría que conseguir un trabajo. Tendría que ser el hombre de la casa y mantener a su madre, igual que ella lo había hecho por él.
Al día siguiente, mientras su madre iba a una cita con el médico, Andrew fue a ver al señor Lewis. Le explicó que no iría a la universidad y le preguntó si podía trabajar a tiempo completo en su empresa. El hombre lo miró largo rato y le dijo "¡No!", con voz enfadada.
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Andrew se sorprendió por la brusquedad del señor Lewis. Se sonrojó, pidió disculpas y se marchó tan rápido como pudo. Fue directamente al hospital y pagó las facturas médicas.
Su cuenta de ahorros estaba casi vacía y el señor Lewis había sido grosero, pero su madre tenía buenas noticias. El nuevo médico le había diagnosticado un trastorno autoinmune que, aunque desagradable, podía tratarse con medicación.
"¡Me prometió que volvería a la normalidad!", exclamó feliz su madre.
Andrew abrazó a su mamá. "¡Me alegro mucho, mamá! Todo se arreglará, ¡ya verás!".
A Andrew le esperaba una sorpresa. Esa noche, después de cenar, alguien llamó a su puerta. Era el señor Lewis.
"Andrew", dijo. "Tenemos que hablar... Esta mañana me has pedido un trabajo a tiempo completo, y me he negado por una muy buena razón. Eres uno de los jóvenes más brillantes y con más talento que he conocido, y quiero que vayas a la universidad".
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"Pero no puedo", protestó Andrew.
"Sí que puedes", dijo el señor Lewis. "Si tienes una beca que te pague un sueldo para que puedas mantenerte a ti y a tu madre mientras estudias".
"Pero... pero...", titubeó. "¡No hay nada de eso!".
"Sí que lo hay", dijo el señor Lewis. "Acabo de establecerlo. Mi empresa pagará tu matrícula y te abonará un salario, ¡con la condición de que trabajes para mí durante cinco años después de graduarte! Espero que seas la mejor inversión que haya hecho nunca".
"¡Acepto!", exclamó Andrew.
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En otoño, Andrew empezó la universidad, y fue excepcionalmente brillante. Cuando se graduó, empezó a trabajar para el señor Lewis. Trabajó cinco años y decidió quedarse. Esa empresa era algo más que el lugar donde trabajaba, era un hogar, una segunda familia.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Cuidar de nuestros seres queridos es más importante que cualquier cosa. Andrew decidió sacrificar su sueño para asegurarse de que su madre tuviera el mejor tratamiento médico.
- A veces nuestros sueños se hacen realidad de la forma más inesperada. Andrew se quedó sin habla cuando el señor Lewis le ofreció una beca y un sueldo para que pudiera mantener a su madre enferma.
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