Niña le pide a mamá que venda sus patines soñados para comprarle una prótesis a su compañero de clase - Historia del día
Una niña de familia acomodada ruega a sus padres por los costosos patines con los que ha estado soñando, y luego pide venderlos para comprarle una prótesis a una compañera de clase.
Lucy tenía todo lo que una niña de once años podía desear, excepto una cosa: un par de patines acolchados de cuero rosa. Su mejor amiga Hayley tenía unos y ¡eran lo máximo!
Por desgracia, los patines costaban más de 1.700 dólares y, aunque los padres de Lucy eran muy indulgentes, pensaban que era demasiado para un juguete. "No es un juguete", gritó Lucy. "¡Es TRANSPORTE!".
Los padres de Lucy se lo pensaron mejor y le dijeron que se los comprarían si sacaba sobresalientes en las notas. Lucy estaba encantada. Nunca imaginó que un día querría algo más que los patines...
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Al final del segundo semestre, Lucy presentó orgullosa a sus padres el boletín de notas de sobresaliente que le habían exigido y, al fin de semana siguiente, fueron a comprar los patines. ¡Eran preciosos!
Lucy estaba orgullosa de ellos y pronto empezó a rodar por el barrio más rápido que nadie. Cuando terminó la semana de vacaciones, ya era una campeona.
Los buenos corazones sacrifican lo que sea para ayudar a un amigo.
Cuando comenzó en el colegio, Lucy se sorprendió al descubrir que había una niña nueva en su clase. Estaba sentada en el pupitre contiguo al de ella en geografía y parecía muy simpática.
"¡Hola!", susurró. "Soy Lucy".
La chica le contestó susurrando: "¡Soy Heather!". Lucy se dio cuenta de que la niña tenía un estuche rosa de Hello Kitty y subió inmediatamente en su estimación. Le ENCANTABA Hello Kitty y el rosa.
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"¿Quieres ir a patinar después de clase?", preguntó Lucy.
"¡No puedo!", dijo Heather.
"Escucha, si no tienes patines, puedes usar los míos viejos", dijo Lucy. "Tengo unos patines rosados, ¡nuevecitos!...".
"¡LUCY!", dijo la profesora de geografía. "¡Silencio!".
Lucy le hizo un guiño a Heather y se calló. Prestó atención a la profesora hasta que sonó el timbre, entonces se puso en pie de un salto. "¡Vamos!", gritó. "¡Tenemos que darnos prisa para conseguir la mejor mesa!".
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Heather dijo en voz baja: "Será mejor que vayas sin mí..." y Lucy la vio meter la mano debajo del pupitre y coger un par de muletas. "Soy lenta".
Luego se levantó. Le faltaba una pierna por encima de la rodilla. Lucy se quedó paralizada. "¡Oh!", exclamó. "¡Oh, lo siento mucho! ¿Qué te pasó?".
Heather se encogió de hombros y miró hacia otro lado. "Fue un accidente de coche. No me gusta hablar de ello".
"Está bien", dijo Lucy rápidamente. "Vamos. Prefiero sentarme contigo en otra de las mesas que ir sola".
Esa noche, Lucy no podía dormir. Se levantó y encendió el portátil, a pesar de que iba contra las normas después de apagar las luces, e investigó un poco. Había todo tipo de prótesis para niños.
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Lucy se preguntó por qué Heather no tenía una. Al día siguiente, durante la comida, abordó el tema. "¿Por qué no tienes una prótesis?", le preguntó.
Heather se sonrojó y hundió el tenedor en los espaguetis. "Tuve una hace tres años, después del accidente", explicó. "Pero me quedó pequeña. Mi padre perdió el trabajo y ya no tenemos seguro. Nos hemos puesto en contacto con una organización sin fines de lucro que ayuda a niños como yo, pero estoy en lista de espera...".
"Oh", susurró Lucy. Luego se estremeció, recordando lo mucho que había presionado a sus padres para que le compraran los patines rosas. Miró a Heather y tuvo una idea.
Esa noche habló con sus padres: "Mamá, papá, quiero vender mis patines".
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Sus padres se miraron. "Pero si llevabas meses suplicando por esos patines", señaló papá. "¿Qué pasa?".
Lucy se mordió el labio. "Hay una chica en mi clase, Heather", explicó Lucy. "Ella es nueva, y no tiene una pierna. Su familia no puede permitirse comprarle una prótesis, así que quiero vender mis patines... Dijiste que era muy costosa, así que creo que debería ser suficiente para comprarle una pierna...".
"Oh, cariño", dijo la madre de Lucy. "Estoy seguro de que una prótesis cuesta mucho más".
Esa noche, la madre y el padre de Lucy tuvieron una importante conversación y tomaron una decisión importante. Al día siguiente, se pusieron en contacto con la directora del colegio y tuvieron una larga charla con ella.
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Entonces le dieron a Lucy la noticia: le comprarían a Heather una nueva prótesis, y el colegio había prometido recaudar dinero para la siguiente si la organización sin fines de lucro no lo conseguía.
Lucy estaba encantada, pero aún se alegró más cuando vio a Heather entrar en el colegio con su increíble pierna nueva. "¡GUAU!", exclamó. "¡Es lo mejor!".
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Heather tenía una gran sonrisa. "¡Lucy! Mi madre no paraba de llorar, ¡estaba tan contenta!", dijo. "¡Y mira, tiene un tobillo adecuado para que yo también pueda correr y patinar! Es lo que quería".
Esa noche, Lucy abrazó fuerte a su mamá y a su papá. "Gracias", susurró. "Ustedes son los mejores padres".
La madre de Lucy la besó. "Cariño, fue idea tuya", dijo con ternura. "Nos emocionó mucho que pensaras en tu amiguita y que estuvieras dispuesta a sacrificar los patines que tanto querías".
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"Mamá", dijo Lucy. "Te voy a contar un secreto: me daba mucha vergüenza cuando veía lo mucho que soñaba Heather con caminar y lo único que soñaba yo era con patinar. Mi sueño era tan pequeño y el de ella tan grande... ¡Valía la pena!".
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los buenos corazones sacrificarán lo que sea para ayudar a un amigo. Lucy renunció voluntariamente a sus patines para ayudar a Heather a conseguir una prótesis.
- Sé consciente de lo dura que puede ser la vida para los que tienen menos que tú. Lucy procedía de una familia acomodada, pero era lo bastante sensata para darse cuenta de lo difícil que era la realidad de Heather.
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