Señora de 87 años pasa Acción de Gracias sola en el metro: "La invitamos", dice voz desde atrás - Historia del día
Una anciana obligada a pasar el día de Acción de Gracias sola en el metro se sobresaltó cuando una voz detrás de ella dijo: “La invitamos”. Se dio la vuelta y vio a una chica joven y bonita detrás. No sabía que era alguien especial.
Harriet, de 87 años, era una mujer alegre hasta que su esposo Marcus murió de un ataque al corazón tres años atrás. Así como él había sido enterrado bajo tierra, la vitalidad de su viuda también había sido enterrada en algún lugar profundo de donde no había vuelta atrás.
Cuando la anciana regresó a casa después del funeral de su esposo y durmió en su cama, todavía podía olerlo. ¿Cómo pudo Dios ser tan cruel y llevárselo?
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
¿No le había prometido Marcus que estaría siempre a su lado? Había roto su promesa. El corazón de Harriet no podía soportar eso.
Poco después, ella comenzó a tener problemas para recordar cosas y le diagnosticaron Alzheimer. Su memoria había comenzado a fallarle, y temía perder sus recuerdos, especialmente los de su difunto esposo.
Una mañana, la mujer mayor se despertó y revisó el diario que siempre llevaba junto a su cama. Después de su diagnóstico comenzó a escribir todo allí. Eso le ayudaba mucho cada vez que sentía que le faltaba algo.
Cuando vio que era el día de Acción de Gracias, sus ojos se llenaron de lágrimas. No tenía con quién celebrarlo. Sus amigos estaban dispersos por todo el país, ella y Marcus no habían tenido hijos y sabía que sus vecinos estarían ocupados con sus familias.
“Cariño...”, le susurró a su difunto esposo entre lágrimas. “¿Deberíamos haber intentado más tener niños? Debí haberme preocupado por adoptar, al menos. Todo es mi culpa...”.
Cuando Marcus y Harriet descubrieron que no podían tener hijos, decidieron que su amor mutuo era suficiente. Ahora ella se sentía arrepentida de eso.
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“¡Pero no, no debo estar triste!”, se consoló. “Hoy es un día especial y debo agradecer a Dios por lo que tengo”.
Así que se esforzó por sonreír y decidió pasar el resto del día en el metro, donde había conocido a su difunto esposo, el amor de su vida. Si bien tenía dificultades para recordar cosas, nunca olvidaría dónde había conocido a su amado.
Harriet se vistió con un traje encantador y el abrigo de piel que Marcus le había regalado, y caminó hacia el metro.
Sostenía una taza de su café favorito en una mano y una comida que había pedido con la bebida caliente en la otra. El restaurante había anunciado el platillo como especial de Acción de Gracias.
Se sentó en las escaleras del metro, rezó una plegaria corta y tomó un sorbo de café. Vio que la gente se bajaba del tren y se abrazaba con sus seres queridos, y pese a que se seguía diciendo que todo estaba bien, no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.
“Es un hermoso día. ¿Por qué no puedo sentirme feliz, Dios?”, expresó sus preocupaciones. Tomó la foto de Marcus de su cartera y empezó a hablarle.
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“Te extraño tanto, cariño. Verás, a pesar de todo, no puedo ser feliz. No tener compañía hoy se siente horrible. Desearía que hubiéramos podido pasar más tiempo juntos”.
De golpe, una voz detrás de ella dijo: “¡La invitamos! ¡Nos gustaría recibirla!”.
“¿Quién es?”, dijo Harriet, y se volvió sobresaltada.
Entonces vio a una chica joven y bonita con una gran sonrisa detrás de ella. “¿Estabas hablando conmigo, niña?”, preguntó, perpleja, y la chica asintió.
“Sí, señora. ¿Le gustaría unirse a mi mamá y a mí para la cena de Acción de Gracias? Lo siento, la escuché hablar sobre estar sola...”.
Harriet se sorprendió. ¿Quién era esta joven que la invitaba?
Pronto, una mujer apareció detrás de la chica y la anciana frunció el ceño. “Hola, señora Morgan”, dijo la mujer. “¡Qué agradable sorpresa verla aquí! ¡La reconocí tan pronto como bajé del tren!”.
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La anciana no tenía idea de quién era la mujer o la joven. ¿Cómo la conocían?
“Lo siento, pero, ¿nos hemos visto antes? Mi memoria no está muy bien”, explicó sobre su Alzheimer. Entonces la mujer se presentó y las lágrimas brotaron de los ojos de Harriet.
“¿Recuerda haber trabajado como profesora?”, preguntó la dama. “Soy Lydia. Esta es mi hija Isabel. Recuerda a la chica que siempre le preocupaba y obtenía la menor puntuación en sus exámenes, pero usted seguía creyendo en ella. ¿Le suena eso?”.
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“¡Ah cariño!”. Harriet sonrió entre lágrimas. “¡Ha pasado mucho tiempo! ¡No tenía idea de que mi alumna me recordaría! Lydia, querida... ¡Sí, ahora te recuerdo! Es maravilloso que todavía me recuerdes”.
“¿Cómo podría olvidarla, señora Morgan? Siempre creyó en mí y luchó con mis padres para que me permitieran ingresar en la universidad de mi elección. Y es gracias a usted que hoy soy una arquitecta exitosa”.
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“Nunca tuve la oportunidad para agradecerle personalmente. Por favor, venga con nosotras a celebrar el día de Acción de Gracias. Sería un placer que aceptara”.
Harriet no podía decir que no. Se unió a Lydia y a su familia, y fue una de las mejores cenas de Acción de Gracias que había tenido. El aroma del pavo asado, el puré de papas, la salsa casera de arándanos y el pastel, transportaron a la anciana a tiempos más felices.
Y antes de comenzar a comer, cuando todos oraron juntos, Harriet agradeció a Dios por ello.
“Gracias, Señor”, dijo en su oración. “Gracias por enviarme un ser querido para que no me sintiera sola. Estoy agradecida por lo que tengo”.
Después de ese día, Harriet comenzó a visitar a Lydia y a su familia con frecuencia. Su alumna se entristeció cuando supo que la mujer mayor estaba sola y, desde entonces, las dos se han acercado como una familia.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La amabilidad y el amor que uno da a los demás regresan de manera sorprendente: Harriet había sido una profesora maravillosa que había creído en su alumna más traviesa y problemática, y esa amabilidad y amor regresaron a ella en forma de una deliciosa cena de Acción de Gracias.
- Ten fe en Dios y sé agradecido: A pesar de sentirse triste, Harriet se animó y decidió estar agradecida por lo que tenía. Su fe fue recompensada y Dios le envió un ser querido para que no estuviera sola en Acción de Gracias.
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