Señora mayor queda recluida en casa por enfermedad, la chica que la cuida cambia la vista desde su ventana - Historia del día
Una cuidadora decidió hacer un esfuerzo extra por la anciana para la que trabajaba sorprendiéndola con un cambio de aires a pesar de no tener permiso para salir de casa.
Marissa Gibbs era una apasionada cuidadora encargada de atender a una anciana llamada Elizabeth. La señora no podía moverse bien tras sufrir un pequeño derrame cerebral años atrás y no podía salir de casa debido a su avanzada edad.
Como se pasaba el día encerrada, Elizabeth a veces se ponía de mal humor y proclamaba en voz alta su aburrimiento, así que Marissa hacía todo lo posible por entretener a la anciana planeando actividades diarias para ambas.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Elizabeth siempre compartía historias con Marissa sobre lo aventurera que era cuando era más joven. "Me encantaba viajar, hacer senderismo y escalar montañas en aquellos tiempos, ¿sabes?", decía y Marissa escuchaba atentamente sus fascinantes historias.
"¿Qué era lo que más te gustaba de estar al aire libre?", le preguntó Marissa un día mientras Elizabeth le hablaba de sus frecuentes viajes a la campiña europea.
"¡Oh, las flores, por supuesto! Me encantaba contemplar los preciosos campos de flores, olerlas y hacer fotos con mi pequeña cámara", se entusiasmó Elizabeth. "Cómo me gustaría volver a ver las flores en persona. Ahora sólo veo las paredes de mi casa y esa vieja y aburrida valla al otro lado de mi ventana".
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Marissa sentía pena por Elizabeth porque, aunque ya era vieja, aún le quedaba mucha vida. Deseaba poder sacar a Elizabeth de casa, pero no se lo permitían por los muchos riesgos que corría la salud de Elizabeth.
Un día, Marissa decidió hacer algo por Elizabeth. Era su día libre, pero decidió dedicarlo a preparar una pequeña sorpresa para la anciana.
Fue a la ferretería a comprar algunos materiales, luego volvió a casa de Elizabeth y empezó a pintar su vieja valla blanca de un bonito color rosa claro.
Cuando terminó de pintar la valla, empezó a recortar la hierba del jardín y a cavar agujeros en el suelo. Sacó con cuidado las flores que había comprado en un vivero local y las alineó en hileras.
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En sólo unas horas, el jardín de Elizabeth pasó de ser un patio apagado y sin vida a un colorido jardín lleno de flores diferentes y una valla rosa recién pintada.
Antes de que Marissa pudiera siquiera informar a Elizabeth de lo que había hecho, ésta ya se había acercado a la ventana y lo había visto. Sus ojos se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de que ya no estaba mirando su vieja y aburrida valla.
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"¡Dios mío!", exclamó mientras intentaba abrir rápidamente la ventana. "¡Marissa! ¿Qué has hecho?", dijo sorprendida por la transformación.
"¡Sorpresa!" dijo Marissa, levantando las manos en el aire. "Quería darte un cambio de aires."
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Elizabeth no pudo evitar echarse a llorar. "No puedo creer que hayas hecho todo esto por mí. Ven aquí arriba. Necesito abrazarte", le dijo.
Marissa sonrió y se dirigió al interior de la casa. Nada más subir la escalera, vio a Elizabeth esperándola con los brazos abiertos. "Gracias, cariño", gritó Elizabeth. "Esto es lo más bonito que nadie ha hecho nunca por mí".
"¡Me alegro tanto de que te guste! Ahora puedes ver flores bonitas todos los días como antes", le dijo Marissa a Elizabeth, acompañándola de vuelta a su ventana.
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"¡Oh! Casi se me olvida", dijo Marissa, buscando rápidamente algo en su bolso. Sacó un ambientador precintado con aroma a "campos de flores".
"¿Qué es esto?", preguntó Elizabeth. preguntó Elizabeth.
"Es un ambientador que colocaremos aquí mismo", explicó Marissa, poniéndolo delante de la ventana.
"¿Para qué sirve?". Volvió a preguntar Elizabeth.
"Va a completar la experiencia para ti. Puede que no puedas salir al exterior, pero podrás despertarte y oler las flores", dijo Marissa, pasando suavemente un brazo por los hombros de Elizabeth. Juntas, inhalaron el fresco aroma de las flores mientras miraban por la ventana el precioso jardín.
Desde aquel día, el humor de Elizabeth cambió significativamente. Empezó a tener ganas de levantarse por la mañana e insistía en caminar hacia la ventana con más frecuencia. Esto acabó siendo bueno para ella porque le permitía dar algunos pasos a pesar de estar sólo en casa.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Lo que puede ser simple para ti puede significar el mundo para otra persona. Para Marissa, un jardín no era más que un jardín. Sin embargo, para Elizabeth, que no podía salir de casa, un jardín era un cambio de aires que le alegraba el día. Nunca des las cosas por sentadas, y aprecia incluso las cosas más sencillas.
- Si tienes la oportunidad de hacer felices a los demás, aprovéchala. Marissa era libre de hacer lo que quisiera, mientras que las actividades de Elizabeth eran limitadas. Cuando Marissa se dio cuenta de que podía cambiar las cosas para Elizabeth, aprovechó esa oportunidad, y acabó cambiando la vida de la anciana al motivarla para seguir viviendo.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.