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Una casa antigua | Foto: Shutterstock
Una casa antigua | Foto: Shutterstock

Vine por mi herencia y me encontré con mi gemela en silla de ruedas en esa casa - Historia del día

Cuando cumplí veintiún años, descubrí que había recibido una herencia y eso cambió mi vida.

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El día que cumplí veintiún años, lo que debería haber sido una alegre celebración con mis padres se convirtió en una pelea a gritos con mi padre después de que un repartidor de FedEx llamara a nuestra puerta.

"Entrega para la señorita Julia Stanley", dijo el repartidor. Firmé emocionada. Alguien me había enviado un regalo, una entrega especial, y yo estaba impaciente por ver qué era. No tenía ni idea de que toda mi vida estaba a punto de cambiar.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Abrí el sobre y encontré una carta de un abogado de sucesiones, en la que me informaban que había heredado una casa de campo en Virginia que formaba parte del patrimonio de una tal Sra. Gloria LeFevre.

¿LeFevre? ¡Esta mujer tenía mi apellido! ¿Por qué nunca había oído hablar de ella? Debía ser la madre de mi padre... ¡Quizá estaban separados! Me resultaba fácil creerlo porque mi padre siempre había tenido un carácter difícil y austero.

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Carta en mano, volví al salón donde había estado a punto de soplar las velas. "¿Mamá, papá? ¡Parece que he heredado una casa en algún lugar de Virginia!".

Por un segundo vi cómo se transformaba la cara de mi padre. ¿Era una expresión de miedo? Pero luego desapareció y volvió a ser el mismo adusto de siempre. "¿Una herencia? ¿De quién?".

"Una mujer, Gloria LeFevre", le dije. "Debe ser una pariente, ya que lleva nuestro apellido".

"Nunca he oído hablar de ella", dijo mi padre, pero de nuevo el miedo se reflejó en su rostro. "Debe ser una estafa". Detrás de él, vi que los ojos de mi tímida madre se abrían de par en par y sus manos se levantaban para taparse la boca.

Debemos aceptar y querer a nuestros hijos tal como son.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Había algo extraño detrás de esta herencia, algún secreto familiar, y yo estaba decidida a averiguar qué era. Toda mi vida había tenido la persistente sensación de que algo era extraño, raro, que faltaba.

Quizá ahora tendría la oportunidad de descubrirlo. Al día siguiente, a pesar de las protestas de mi padre y las lágrimas de mi madre, fui a ver al abogado que figuraba en los documentos testamentarios.

Me informó que Gloria LeFevre me había dejado una casa en Smithfield Virginia. Sin embargo, se habían puesto condiciones para que yo recibiera la herencia. Debía residir en la casa al menos tres meses antes de poder venderla.

Mi residencia en la casa debía verificarse mediante declaraciones juradas de los vecinos, lo que significaba que tendría que socializar. ¡Tendría que vivir en una pequeña ciudad de Virginia y codearme con mis vecinos del campo!

"Puedo decirle, señorita LeFevre, que la casa, que es una preciosa mansión de antebellum, ha sido valorada en más de dos millones de dólares", me dijo el abogado.

¿Dos millones de dólares? Podría hacer muchas cosas con dos millones de dólares, podría pagar toda mi educación universitaria y aún me sobraría lo suficiente para comprar mi propia casa y montar el pequeño negocio con el que había estado soñando.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Por encima de las frenéticas protestas de mi padre, metí una mochila con unas cuantas ropas en la parte trasera de mi pequeño automóvil y me dirigí a Smithfield, Virginia. Conduje los ochenta y pico kilómetros que separaban Richmond de Smithfield, con la mente agitada. La tal Gloria LeFevre había vivido a menos de dos horas de nosotros. ¿Por qué mi padre nunca la había visitado? ¿Quién era?

Cuando llegué a la dirección de la casa que había heredado, me quedé de piedra. Era tal como la había descrito el abogado, ¡como sacada de "Lo que el viento se llevó"! Saqué el manojo de llaves que me había dado el abogado y utilicé la que decía "puerta principal".

Dentro, la casa era aún más bonita y estaba impecablemente limpia, incluso las lámparas de araña brillaban. Alguien había mantenido la casa limpia y sin polvo. En el hermoso comedor, encontré un sobre encima de la mesa.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Iba dirigido a la "Srta. Julia LeFevre". Lo abrí con manos temblorosas, desdoblé la carta y empecé a leerla. "Mi queridísima Julia -empezaba-, sé que todo esto es una sorpresa para ti. Soy tu abuela Gloria, la madre de tu padre".

"Por favor, créeme que te quiero mucho y que la decisión que tomé y que llevó a tu padre a alejarme de ti fue la más difícil que he tomado nunca. He vivido y moriré con el corazón dividido".

"Querida, sé que esto te resultará chocante, pero tienes una hermana gemela. No puedes imaginarte nuestra alegría cuando nacieron las dos. Por desgracia, tu madre tuvo un parto difícil y los médicos hicieron una triste revelación".

"Durante el parto, tu gemela, June, había sufrido lesiones nerviosas en la columna vertebral y probablemente nunca caminaría. Cuando se enteró, tu padre se puso furioso. Demandó al hospital y recibió una cuantiosa indemnización".

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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"Después de aquello, su interés por June desapareció. Para mi horror, decidió que ni él ni tu madre podían proporcionar a June los cuidados que necesitaba y se empeñó en internarla".

Exclamé. ¿Tenía una gemela? ¿Y mis padres la habían abandonado en una institución? Continué leyendo la carta de mi abuela. "Como puedes imaginar, estaba conmocionada y decidida a impedirlo a toda costa".

"Le rogué a tu padre que lo reconsiderara, pero se mostró inflexible. Tu madre también quería quedarse con June, pero como estoy segura de que te habrás dado cuenta hace tiempo, está completamente dominada por tu padre."

"Finalmente, conseguí que me cediera la tutela de June con la condición de que no tuviera ningún contacto con él ni con su familia. Acepté, y tu padre las trasladó a ti y a tu madre a Richmond".

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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"Sabía que era demasiado mayor para criar a June, así que permití que la adoptaran mis vecinos de al lado, que no tenían hijos. June ha crecido, querida y feliz, y eso vale cualquier sacrificio".

"Querida, espero que ahora tú y tu hermana se reúnan. Te he dado los medios para que mantengas tu independencia económica de tu padre y tomes tus propias decisiones. Con todo mi amor, tu abuela Gloria".

Dejé caer la carta y corrí por el jardín hasta la casa de al lado. En el porche había una mujer alta de mediana edad y ojos amables que sonrió al verme. "Julia", me dijo, "¡ella te está esperando!".

Entré y me vi a mí misma, exactamente a mi yo, sentada en una silla de ruedas, esperándome con los brazos abiertos. Corrí hacia ella y nos abrazamos. Sabía que había encontrado a mi otra mitad, la parte de mí que había sentido que me faltaba toda la vida.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Esta era la parte más valiosa de la herencia de mi abuela: mi hermana, mi gemela, mi otra mitad. En cuanto a mis padres, me enfrenté a mi padre y le dije lo que pensaba de él.

Mi madre me ha estado visitando regularmente, y poco a poco está desarrollando una relación con June. Está destetándose lentamente de su dependencia emocional de mi padre y le he dicho que tiene un hogar conmigo y con June cuando tome su decisión final.

Mi padre se niega a conocer a June, y tengo la sensación de que va a acabar solo y amargado. Quizá sea exactamente lo que se merece.

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • A veces hacer lo correcto tiene un alto precio. Para salvar a una nieta, Gloria tuvo que renunciar al contacto con la otra.
  • Debemos aceptar y querer a nuestros hijos tal como son. El padre de Julia rechazó a June porque era "imperfecta" y acabó perdiendo a su familia por culpa de su duro corazón.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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