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Mujer en la oscuridad, agarrada a un oso de peluche | Foto: Midjourney
Mujer en la oscuridad, agarrada a un oso de peluche | Foto: Midjourney

Mis nuevos vecinos me invitaron a su casa, pero lo único que encontré fue un niño abandonado con una nota desgarradora - Historia del día

Susana Nunez
08 nov 2024
05:15

Mis nuevos vecinos parecían raros desde el principio. Su hija pequeña jugaba sola, y acabé pasando la mitad del día con ella hasta que por fin apareció su madre. Por cortesía, me invitó a su casa. Al día siguiente, encontré a la niña abandonada con una nota desgarradora. Decidí actuar inmediatamente.

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Era un típico día tranquilo en nuestro pequeño barrio suburbano cuando vi que el camión de la mudanza se acercaba a la vieja casa de al lado. El lugar llevaba años abandonado, y ver alguna actividad allí ya era bastante sorprendente.

Me quedé junto a la ventana, mirando a través de las cortinas como un gato curioso.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"¿Quiénes son?", murmuré para mis adentros, intentando dar sentido a lo que veía.

El hombre era alto, con rasgos afilados que le hacían parecer salido de una película de cine negro.

Pero la mujer que estaba con él era otra cosa. Pálida, casi fantasmal, con una mirada distante, como si estuviera allí, pero no realmente.

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Y luego estaba la niña.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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No tendría más de cuatro años. Era pequeñita, con grandes ojos llenos de inocencia, agarrada a un oso de peluche desgastado como si fuera su único amigo en el mundo.

Jugaba sola en el patio cubierto de maleza, y su pequeña figura parecía aún más pequeña entre la hierba silvestre y la maleza enmarañada.

¡Qué familia tan extraña!

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Samuel y yo siempre habíamos soñado con tener hijos. Sin embargo, tras años de intentarlo, quedó dolorosamente claro que no iba a ser posible para nosotros.

Samuel nunca hablaba mucho de ello, siempre lo ignoraba encogiéndose de hombros o cambiando rápidamente de tema.

¿Y yo? No podía olvidar el sueño. Y ver a aquella niña, tan sola... Removía algo muy dentro de mí.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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***

Unos días después, salí a dar mi paseo habitual por el barrio. Al doblar la esquina, allí estaba la niña de la casa del vecino. Esta vez estaba peligrosamente cerca de la calle.

"Hola, cariño", le grité suavemente, acercándome a toda prisa. "No juegues tan cerca de la carretera, ¿está bien?".

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Me miró con ojos grandes e inocentes y, por un momento, me quedé allí de pie, tomando su manita.

La llevé de vuelta a su casa y llamé a la puerta. Nadie contestó. Mi mano vaciló en el pomo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Lo hago?

Respiré hondo y la abrí, sólo un resquicio.

La casa estaba casi vacía, sólo unos cuantos muebles viejos y cajas esparcidas. Era como si se hubieran mudado pero no se hubieran instalado. No había nadie dentro.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"¿Cómo te llamas, cariño?", pregunté, agachándome a la altura de la chica.

"Lily", respondió, con voz suave como un susurro.

"Bueno, Lily", le dije, "¿qué te parece si hacemos unos dibujos?".

"No tengo lápices de colores".

Aquellas palabras me hicieron un agujero en el corazón.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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"¡Muy bien! Usemos un palo y arena de fuera". Intenté animarla.

Asintió con entusiasmo y empecé a trazar formas sencillas con un palo de madera: un corazón, una estrella y la letra "A". Lily me observaba atentamente, y sus ojos se agrandaban con cada movimiento del palo.

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"¿Puedo probar?", preguntó, recogiendo un palo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"Por supuesto", se lo di. "¿Por qué no intentas escribir tu nombre?".

Dibujó con cuidado una "L" temblorosa en la tierra, y luego me miró en busca de aprobación.

"¡Estupendo, Lily! Lo estás haciendo muy bien", la animé.

Al cabo de un rato, pasamos a otro juego. Señalé unas piedras que había cerca.

"Vamos a construir algo juntas. ¿Qué tal un castillo?".

"¡Un castillo! Sí!".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Juntamos las piedras y las apilamos unas sobre otras. En realidad, era una estructura sencilla, pero a Lily le pareció la cosa más grandiosa del mundo.

"Mira, es como una torre", dijo, colocando con cuidado una piedrecita encima.

"Lo es. Y aquí tienes otra para el otro lado", añadí, entregándole una piedra plana. "Sabes, aquí podría vivir la princesa".

La cara de Lily se iluminó aún más ante la idea.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"Y el príncipe puede vivir aquí", dijo señalando un lugar al otro lado.

Me di cuenta de lo concentrada que estaba Lily en la tarea, como si cada piedra fuera una gema preciosa. Me hizo preguntarme si alguna vez había jugado con juguetes de verdad.

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"Gracias por jugar conmigo".

Sus palabras me llenaron el corazón.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Cuando el sol empezó a ponerse, empecé a preocuparme sobre qué hacer.

Por fin apareció la madre de la niña, casi de la nada. Parecía sorprendida de verme, pero no mostró mucha emoción.

"Gracias", dijo rotundamente, acercándose la niña. "Estuve cerca todo el tiempo".

No había calidez ni sonrisa, sólo esas palabras. Antes de marcharse, añadió,

"¿Por qué no vienes mañana a tomar el té?".

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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No era tanto una invitación como una obligación. Pero asentí con la cabeza.

Miré a Lily. Había estado tan comprometida, tan llena de vida mientras jugábamos, pero en cuanto apareció su madre, algo en ella pareció cambiar.

"Lily, es hora de irnos".

Sin mediar palabra, Lily se acercó a su madre y su pequeña mano se deslizó en el frío apretón de la mujer. No protestó ni dudó, sólo obedeció en silencio.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"Está bien, mamá".

Lily volvió a mirarme. "¿Vendrás a jugar conmigo otra vez?".

"Por supuesto, cariño", respondí, con la voz entrecortada en la garganta.

Mientras las veía desaparecer por el sendero, me invadió una sensación de inquietud. Aquella tristeza en los ojos de Lily era como una súplica silenciosa, un grito de ayuda que no podía expresar.

Había algo raro en aquella familia, algo que no podía identificar.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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***

Al día siguiente dudé, mirando la pintura desconchada de la puerta de los vecinos, y luego llamé. No respondieron. Volví a llamar, esta vez más fuerte, pero seguía sin haber respuesta.

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"¿Hola? Soy yo, la vecina de al lado", grité, esperando oír alguna señal de vida dentro.

Nada. La casa permanecía inquietantemente silenciosa y el silencio me oprimía como un peso. Después de lo que me pareció una eternidad, empujé la puerta con vacilación y entré.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"¿Hola?".

Mis pasos sonaron con fuerza contra el suelo de madera mientras recorría las habitaciones, cada una más vacía que la anterior.

Entonces, en el salón, encontré a Lily. Estaba sentada en el suelo con un paquete de galletas y una botella de agua. Sostenía un trozo de papel entre sus pequeñas manos.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"¿Lily?", susurré, arrodillándome a su lado.

No dijo nada, sólo me entregó la nota. Desdoblé el papel y el desgarrador mensaje que contenía me produjo un escalofrío:

"Es tuya si la quieres. Sabemos que cuidarás bien de ella".

Me quedé mirando las palabras, con la mente desbocada.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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¿Quién haría algo así? ¿Abandonar así a su hija, dejándola en una casa vacía sin nada más que una nota?

Empecé a sentir pánico en el pecho y agarré a Lily, tirando de ella.

"Tenemos que irnos", susurré, levantándola en brazos.

Mientras me dirigía a la puerta, un pensamiento aterrador cruzó mi mente.

¿Y si era una trampa?

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Me quedé inmóvil un momento, con el corazón latiéndome con fuerza. Pero entonces miré a Lily. No podía dejarla allí, sin importar los riesgos.

Cuando llegamos a mi casa, Samuel ya estaba en casa. Levantó la vista del sofá cuando entré.

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"¿Qué pasó?", preguntó.

Dejé a Lily en el suelo con cuidado y le di una caja de galletas y un vaso de leche.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"Toma, cariño, ¿por qué no meriendas y ves unos dibujos animados?", dije, encendiendo la tele para distraerla.

Una vez instalada, me volví hacia Samuel, que ahora estaba de pie, con la cara enfadada.

"¿Por qué hay una niña en nuestra casa, Eliza?", levantó la voz.

"Samuel, la encontré sola", empecé, con la voz temblorosa. "En aquella casa vacía, sin nada más que esta nota".

Le entregué el papel. Leyó la nota rápidamente y luego me miró.

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"Has roto nuestro acuerdo, Eliza. Acordamos que no habría niños en esta casa".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"¡Samuel, no podía dejarla allí! Estaba sola, sin nadie que cuidara de ella", le supliqué, tratando de hacerle comprender.

Pero su ira no hizo más que crecer.

"¡Te dije que no quería tener hijos! ¿Y ahora has traído una niña a nuestra casa? ¿Te das cuenta de lo que has hecho?".

Sus palabras calaron hondo, como un cuchillo retorciéndose en mi pecho.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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"¡Nunca dijiste eso! Todos estos años has dicho que era por tu salud...".

Apartó la mirada, con la mandíbula apretada.

"Mentí. Nunca quise tener hijos, Elisa. Sólo no quería perderte".

Sentí como si me hubieran arrancado el suelo de debajo de los pies. Todos aquellos años, todas aquellas esperanzas y sueños... Había estado viviendo una mentira.

Samuel me dio su ultimátum:

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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"O la llevas de nuevo, o se van ambas".

Lo miré fijamente, al hombre que había amado y en quien había confiado, y me di cuenta de que no podía quedarme. No así. No con él.

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Sin decir nada más, me alejé de él, recogiendo algunas pertenencias. Preparé una pequeña bolsa, intentando contener las lágrimas que amenazaban con derramarse.

No podía abandonar a Lily después de todo por lo que ya había pasado.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Cuando tomé a Lily de la mano y la llevé hacia la puerta, Samuel no me detuvo. Se limitó a permanecer allí, frío y distante, como si fuéramos extraños.

No tenía ni idea de adónde iríamos.

Finalmente, acabamos en la escuela donde trabajo y pasamos la noche en mi despacho. Sabía que no era una solución permanente, pero era un comienzo.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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***

En los días siguientes, inicié el proceso de adopción de Lily, pero no fue fácil. Las autoridades insistían en que necesitaba un hogar estable.

Entonces, inesperadamente, me informaron de que los padres biológicos de Lily le habían dejado una herencia: la casa. Así que podía adoptar a Lily y mudarme allí.

Conmocionada, indagué más y descubrí que los padres adoptivos de Lily -mis vecinos- habían adoptado a Lily únicamente por esa herencia. Pero al darse cuenta de que no podían cuidar de ella, decidieron que se merecía algo mejor.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Para asegurarse de que no acabaría en otro hogar por motivos equivocados, la dejaron, a ella y a la casa, a mi cuidado. Nos mudamos el mismo día, y la casa se convirtió en nuestro hogar, lleno de calidez y amor.

Lily se fue abriendo poco a poco, y cada vez que me llamaba "mamá", mi corazón se hinchaba.

Samuel, que vivía solo, empezó a reconsiderar sus decisiones. Empezó a ayudar en casa y a cuidar de Lily cuando yo estaba ocupada. Perdonarle no fue fácil, pero sus esfuerzos me hicieron sentir que quizá podríamos encontrar el camino de vuelta el uno al otro.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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