Mi esposo y su mamá se deshicieron de mi gato mientras yo estaba fuera - Pero nunca esperé que mi vecino me ayudara a vengarme

Cuando volví de un viaje corto, descubrí que mi suegra había decidido "liberarme" de mi querido gato, Benji. Pero gracias a la rapidez mental de mi vecina y a algunos trapos sucios del pasado, no sólo recuperé a mi gato, sino que también encontré fuerzas para liberarme de un marido inútil.

Benji no era sólo una mascota para mí. Era mi corazón, mi consuelo, mi familia. Lo rescaté siendo un gatito cuando me ahogaba de dolor tras perder a mi padre. Mi marido, John, nunca lo entendió. Llamaba "raro" a mi vínculo con Benji.

Pero nunca imaginé que él y su madre, Carol, llevarían las cosas tan lejos.

La casa me pareció mal en cuanto entré después de mi viaje de fin de semana con mis amigas. Faltaba el habitual repiqueteo de las patas sobre el suelo de madera.

Algunas personas creían que los gatos no estaban tan apegados a sus dueños como los perros, pero Benji les demostraba a todos que estaban equivocados. Siempre me saludaba.

Pero este día, en lugar de sus maullidos, me llegó el silencio. Y lo que era peor, pude percibir en el aire el leve aroma del perfume de mi suegra.

Me adentré más en la casa y vi a John despatarrado en el sofá, distraído con su teléfono.

"¿Dónde está Benji?", me pregunté.

"No tengo ni idea. A lo mejor se ha escapado", respondió encogiéndose de hombros.

El tono despreocupado de su voz hizo saltar mis alarmas. Benji nunca "se escapaba". Era un gato de interior que se ponía nervioso con sólo mirar al patio a través de la ventana.

Fue entonces cuando me fijé en Carol, sentada a la mesa del comedor, con una sonrisa de arrogancia dibujada en sus finos labios mientras sorbía su café.

"¿Dónde está mi gato?", pregunté, acercándome a ella.

Carol dejó la taza con deliberada lentitud. "Bueno...", empezó. "Aproveché tu ausencia para hacer lo necesario. Por fin te has librado de ese animal".

"¿Cómo dices?"

"Estabas demasiado obsesionada con esa asquerosa bola de pelo para centrarte en lo que realmente importa. Es hora de formar una familia", continuó. "De nada, por cierto".

Fuego. Fuego puro, caliente y furioso recorrió mi sangre mientras me acercaba a la mesa del comedor. Mis manos se aferraron con cuidado al respaldo de una silla, con toda la contención que pude reunir.

"¿Qué has hecho con él?", pregunté lentamente.

"Vamos, Frances, no te pongas dramática", suspiró Carol, agitando una mano desdeñosa. "Tienes 32 años, por el amor de Dios. Es hora de madurar. No gastes más tiempo ni dinero en comida para mascotas, juguetes o lo que sea".

Me volví hacia John, que no se había movido de su posición en el sofá. "¿Dejaste que pasara esto y me mentiste?".

Volvió a encogerse de hombros, sin levantar la vista. "Creo que mi madre tiene razón. Es hora de seguir adelante".

"¿Seguir adelante con qué?", Se me quebró la voz. "¿De tener algo en mi vida que realmente me dé alegría? ¿A diferencia de este matrimonio?"

Eso llamó su atención. John levantó por fin la vista, con la cara enrojecida. "¿Qué se supone que significa eso?"

"Significa que nunca has apoyado nada que me importe. Ni una sola vez. Tú y tu madre se limitan a decidir qué es lo mejor para mi vida sin preguntarme nunca qué quiero".

Carol se levantó y su silla rozó el suelo de madera. "Decidimos qué es lo mejor porque está claro que no puedes tomar buenas decisiones por ti misma. Mírate ahora, haciendo capricho por un gato cuando deberías centrarte en formar una familia".

"¿Te refieres a una familia como ésta?". Me reí, con un sonido áspero y extraño para mis oídos. "¿En la que mi marido no puede tomar ni una sola decisión sin consultar antes a su mami? ¿Y decide mentirme sólo para complacerte?".

En aquel momento quise decirle que mi marido también le mentía en muchas cosas. Pero me contuve. Primero tenía que recuperar a Benji.

"Ahora te estás poniendo histérica", Carol se cruzó de brazos. "Por eso exactamente tuvimos que tomar cartas en el asunto".

"Dime dónde está". Me acerqué a Carol. "Ahora mismo".

"¿O qué?". Carol sonrió, pero percibí una ligera incertidumbre en sus ojos. "¿Qué vas a hacer al respecto?".

Antes de que pudiera responder, un movimiento en la ventana me llamó la atención. Mi vecina Lisa estaba en mi jardín, saludando con la mano. Cuando la miré, señaló hacia su casa y dijo algo con la boca.

De algún modo, sólo yo me fijé en ella.

"Ahora vuelvo", conseguí decirle a Carol entre dientes apretados, y luego añadí: "Y cuando vuelva, quiero saber exactamente qué has hecho con mi gato".

Al salir, sentí el aire fresco de la primavera contra mi cara sonrojada. Lisa se apresuró a acercarse y cruzamos la calle para pararnos en su césped. Fue entonces cuando me fijé en el teléfono que llevaba en la mano.

"Ayer vi a tu suegra con Benji", dijo, sin aliento. "Quizá quieras ver esto".

Me tendió el teléfono, abierto en Facebook, y se me heló la sangre al ver el post. Allí estaba Benji, con su inconfundible pelaje blanco y su collar verde brillante, acunado en los brazos de Samantha.

Aquella mujer convirtió mi vida en un infierno en la secundaria, pero, irónicamente, se reinventó años después como influencer de estilo de vida y fitness que difundía positividad. Desgraciadamente, miles de personas cayeron en su trampa, y ahora vivía totalmente de las redes sociales.

Pero esta publicación en concreto era lo único que me importaba. El pie de foto decía: "¡Conoce al nuevo miembro de la familia! A veces la mascota perfecta simplemente cae en tu regazo. #bendecida #nuevamamádegato".

"Eso no es todo", dijo Lisa, pasando a un vídeo. "Ayer por la mañana estaba regando mis plantas cuando vi a tu suegra llevando el transportín de Benji a su coche. Algo me pareció raro, así que subí a mi camioneta y la seguí. Decidí grabar por si acaso".

El vídeo, que obviamente se grabó desde el interior del camión de Lisa, mostraba el sedán de Carol llegando a una moderna casa adosada.

Carol salió con la transportadora de Benji, se acercó a la puerta principal y le entregó mi mascota a Samantha. Mi suegra tenía una gran sonrisa en la cara mientras volvía a subirse al sedán y se marchaba.

El vídeo terminó ahí.

"Lo siento mucho, Frances", dijo Lisa. "Debería haber intentado detenerla".

"No", dije, apretándole el brazo. "Hiciste exactamente lo correcto. Esto es perfecto".

"¿Quieres que te acompañe a enfrentarte a ella?".

Negué con la cabeza. "No, envíame el vídeo. Necesito hacerlo sola. Pero gracias. Por todo".

Crucé la calle y volví a entrar. Carol se había instalado junto a John en el sofá, y mantenían una conversación profunda y silenciosa.

Levantaron la vista cuando entré, y sentí el impulso de hacerle algo desagradable a mi suegra. Esta sensación no hizo más que intensificarse cuando ella empezó a hablar.

"Si ya has terminado con tu pequeño drama", dijo.

"¿Samantha?". La interrumpí. "¿De verdad? ¿A ésa le diste mi gato?".

Los ojos de Carol se abrieron ligeramente antes de contenerse. "No tengo ni idea de lo que estás hablando".

"Ahórratelo. Tengo un vídeo en el que me robas mi gato y se lo das a ella. ¿Cuál era el plan? ¿Simplemente elegiste a mi enemiga de la secundaria para regalarle a Benji? ¿Se suponía que era algún tipo de castigo retorcido?".

John se levantó. "Frances, cálmate. Mamá sólo intentaba ayudar".

"¿Ayudar a quién?", pregunté. "¿Ayudarla a mantener el control sobre nuestro matrimonio? ¿Ayudar a Samantha a conseguir más seguidores en las redes sociales con una nueva y bonita mascota?".

"Esto es ridículo", exclamó Carol. "John, dile que está haciendo el ridículo".

Pero yo ya estaba cogiendo las llaves del automóvil. "Voy a buscar a mi gato. Cuando vuelva, quiero que se vayan los dos".

***

La casa de Samantha estaba en una urbanización de lujo al otro lado de la ciudad. Cada golpe en su puerta era como un martillazo en mi acelerado corazón.

Dos minutos después, la puerta se abrió de golpe. Mi excomppañera estaba allí con pantalones de yoga y un top corto, y su expresión de sorpresa se transformó rápidamente en una mueca de desprecio.

"Vaya, pero si es 'Frances, Sin Oportunidades'", dijo, bloqueando la puerta. "Nunca tuviste amigos ni novios. ¿No fue por eso por lo que tuviste que casarte con ese aburrido contador?".

No estaba del todo equivocada. Había sido una solitaria la mayor parte de mi vida. Mi familia era mi único refugio, por eso me tomé tan mal la muerte de mi padre. Mi madre y mi hermana seguían ahí, pero fue Benji quien acabó salvándome.

John había sido mi primer todo.

Ahora podía comprender la importancia de salir con alguien, de aprender de los errores y de experimentar diferentes relaciones.

Si hubiera tenido alguna experiencia, probablemente no lo habría elegido ni me habría tomado todos sus errores y problemas con calma, pensando que estaba siendo una buena esposa.

"¿Dónde está mi gato?", pregunté, ignorando sus indirectas y centrándome en lo que importaba.

"¿Te refieres a mi nuevo gato?". Samantha enarcó las cejas. "Fue un regalo. Totalmente legal. Sin vueltas".

"Un regalo de alguien que no tenía derecho a regalarlo. Eso es un robo".

Se rió. "Por favor. ¿Quién va a creerte? Sólo es un gato. Además, está mucho mejor aquí. ¿Has visto cuántos seguidores tengo? La gente me adora. Será famoso".

"A la policía podría interesarle este vídeo de Carol robando y regalando mi propiedad, sobre todo porque Benji está registrado a mi nombre en su microchip".

La sonrisa de Samantha vaciló ligeramente. "Por favor, no llamarás a la policía".

"Oh, haré algo más que llamar a la policía", dije, sacando el teléfono. "¿Recuerdas la secundaria, Samantha? ¿Recuerdas cómo me hiciste la vida imposible? Te reías de mí todos los días por querer que me dejaran en paz. ¿Y qué me dices de mi vestido de bienvenida? ¿El que tú y tus amigas malas hicieron trizas?".

Saqué una vieja foto que había guardado todos estos años. "Tengo pruebas de lo que hiciste con ese vestido. ¿Y sabes qué? Puedo hacer un vídeo. Un vídeo muy detallado. Sobre todo ello. Y publicarlo en todas las plataformas. Seguro que se hará viral. Al fin y al cabo, tanta gente te quiere".

A Samantha se le fue el color de la cara. Su imagen de influencer cuidadosamente elaborada tembló ante mis ojos.

"No lo hagas", susurró, su bravuconería se desmoronaba. "Por favor, no lo hagas. Sólo... llévate al gato".

Desapareció dentro y volvió con Benji, que parecía aliviado de verme. "Por favor, no publiques nada".

Recogí a Benji entre mis brazos, sintiendo su ronroneo. Me reconfortó, pero también me dio fuerzas para subirme al automóvil e irme a casa.

John y Carol seguían allí cuando entré con mi gato en brazos.

Carol se levantó de la mesa de un salto. "¿Cómo te atreves?", empezó.

"No", la interrumpí. "¿Cómo se atreven? Los dos. Creía haberte dicho que te fueras de mi casa".

"Frances, estás haciendo el ridículo", dijo John.

"Quiero el divorcio".

"Desagradecida...", exclamó Carol.

"Tengo pruebas en vídeo de que me robaste el gato", dije, mirándola a los ojos. "Vete ahora o llamo a la policía".

"¡No puedes hacer eso!", insistió Carol. "¡Y ésta también es la casa de mi hijo!".

"No lo es", repliqué y miré fijamente a mi marido. "¿No te lo ha dicho? Puede que sea contable, pero tiene un crédito terrible. Tuve que firmar el préstamo de esta casa yo sola. Sólo figura mi nombre en la escritura".

"¿Qué?". Carol se volvió hacia su hijo con los ojos muy abiertos.

"También te aconsejaría que no lo ayudaras tanto", continué. "En realidad se gasta todo lo que le das jugando al póquer con sus compañeros".

"¡Frances!", gritó John, indignado, levantándose por fin del sofá.

"Vete ya, o podría decirle a tu madre que no es sólo póquer", añadí. "Hay un pequeño club junto al aeropuerto...".

"¡Para!", me dijo, levantando una mano. "Nos vamos".

John sacó a su madre, mientras ella reñía todo el tiempo.

Por fin, la puerta se cerró tras ellos y la casa volvió a quedar en silencio.

El aroma del perfume de Carol pronto se desvanecería para siempre, y las pruebas de la inutilidad de John como marido también.

Sólo quedaría el olor celestial de Benji, junto con la promesa de un futuro mejor.

"Con ese pensamiento", murmuré, sacando el teléfono y llamando a mi abogado. Después, le compraría a Lisa algo especial.

He aquí otra historia: Cuando encontré un elegante gato negro en mi jardín, nunca esperé que me llevara a tomar una decisión que cambiaría mi vida. Devolver a Archibald a su dueño parecía sencillo, hasta que un desconocido me ofreció 100.000 dólares por mentir. Dividida entre la tentación y la integridad, no tenía ni idea de que mi elección lo cambiaría todo...

Esta obra está inspirada en hechos y personas reales, pero se ha ficcionalizado con fines creativos. Se han cambiado nombres, personajes y detalles para proteger la intimidad y mejorar la narración. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia y no es intención del autor.

El autor y el editor no garantizan la exactitud de los acontecimientos ni la representación de los personajes, y no se hacen responsables de ninguna interpretación errónea. Esta historia se proporciona "tal cual", y las opiniones expresadas son las de los personajes y no reflejan los puntos de vista del autor ni del editor.