2 de septiembre: Día del Beato Bartolomé Gutiérrez, misionero y mártir mexicano
El Beato fue un sacerdote y misionero que pasó gran parte de su vida evangelizando y realizando conversiones al cristianismo en Japón, hasta que murió martirizado en 1632.
Bartolomé Gutiérrez nació en la ciudad de México el 4 de septiembre de 1580, sus padres fueron Alonso Gutiérrez y Ana Rodríguez.
A la edad de 16 años ingresó a la orden agustina y cursó sus estudios en el convento de Yuriria, Michoacán.
Persona con un rosario en sus manos.| Fuente: Shutterstock
Una vez que fue ordenado como sacerdote, se trasladó a Puebla al convento de San Agustín.
En esta época ya tenía deseos de ser misionero y mártir. Sus hermanos de religión se burlaban de él por su sobrepeso y le decían que no podría soportar los rigores de la vida de misionero.
Pero Bartolomé no se molestaba por ello, sino que respondía con gracia: “Tanto mejor, así habrá más reliquias que repartir cuando muera mártir, porque algún día iré a Filipinas y de allí a Japón donde moriré por la Fe de Cristo”. Sorprendentemente sus palabras resultaron proféticas.
Crucifijo en la pared.| Fuente: Shutterstock
En el año 1606 fue alistado junto a otros compañeros para la misión en Filipinas. El 22 de febrero se embarcó hacia su destino al que arribó el 1 de mayo siguiente.
En Filipinas, sus superiores notaron sus cualidades y decidieron nombrarlo maestro de novicios, cargo que desempeño durante seis años.
El Beato tenía gran facilidad para los idiomas y aprendió a hablar japonés con bastante fluidez por lo que en 1612 se embarcó a Japón y un año más tarde fue nombrado prior del convento de Usuki.
Gracias a que dominaba el idioma japonés se dedicó por completo a la evangelización, consiguiendo pronto una gran comunidad de fieles.
Sacerdote dando una misa.| Fuente: Shutterstock
Sin embargo, en el año 1614 su misión tuvo un revés. Se lanzó un decreto de expulsión para todos los religiosos y en noviembre de ese año Bartolomé fue capturado y expulsado de Japón, por lo que tuvo que regresar a Filipinas en donde se convirtió nuevamente en maestro de novicios.
Mientras tanto, en Japón la persecución empeoró a raíz del martirio del Beato Fernando de San José Ayala y las peticiones de refuerzos hacia Manila se incrementaron.
A raíz de esto, se decidió que Gutiérrez regresase a Japón en compañía del Beato Pedro de Zúñiga.
Personas rezando.| Fuente: Shutterstock
El 12 de agosto de 1618 arribaron por segunda ocasión a tierras japonesas. Esta vez, Bartolomé permanecería 15 años ejerciendo su ministerio activamente, en medio de dificultades y persecuciones.
El Beato hizo un trabajo excepcional con sus fieles, estimulando su fervor, sosteniendo a los débiles en la fe, predicando y administrando los sacramentos a escondidas.
Se enfrentó a innumerables peligros para llevar la palabra de Dios a los creyentes y para evitar ser detenido. Vivía en los campos y bosques en donde padeció las inclemencias del clima y del hambre.
Biblia, rosario y una vela encendida.| Fuente: Shutterstock
Sumado a esto, Gutiérrez realizaba ayunos, vigilias y tales penitencias, que aquel joven robusto de 25 años, se convirtió en un hombre consumido, que no era más que huesos y piel.
En el año 1629 fue decretado como gobernador de Nagasaki un sujeto llamado Tacanga, quien fue un cruel perseguidor que redobló las búsquedas y castigos.
Además, Tacanga sentía mucho odio hacía el Beato Bartolomé y los agustinos debido a que habían fundado el primer convento en el reino de Bunco y adicionalmente, el sacerdote había convertido al cristianismo a varios de sus familiares.
Manos en adoración con cruz en el medio.| Fuente: Shutterstock
El 10 de noviembre de 1629, Gutiérrez fue arrestado junto con el Beato Juan Shozaburo y otros tres auxiliares, todos fueron enviados a la cárcel de Nagasaki, en donde se encontraron con otros religiosos agustinos como Francisco de Jesús Terrero y Vicente de San Antonio Carvalho.
Desde esta prisión, fue trasladado a la cárcel de Omuro, por considerarse como un lugar más cruel para su castigo.
En el año 1631 lo regresan a Nagasaki en compañía de los agustinos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, así como el Jesuita Antonio Ixda. En la prisión, se encuentran con el hermano franciscano Gabriel de la Magdalena.
Luz del vitral cayendo sobre la cruz.| Fuente: Shutterstock
A los religiosos los hicieron sufrir la tortura del agua sulfurosa en el Monte Unge, fueron llevados al lago de Arima, de aguas hirvientes, con las que fueron bañados hasta escaldarlos creyendo que así renegarían de la fe.
Los suplicios fueron espantosos y se prolongaron durante un mes. Al ver que no se lograba ningún retroceso, fueron devueltos a Nagasaki, donde se les condenó a morir en la hoguera.
Tacanga les ofreció la libertad una vez más si apostataban, pero permanecieron firmes. La sentencia se llevó a cabo el 3 de septiembre de 1632.
Cruz en el campo.| Fuente: Shutterstock
Además de Bartolomé Gutiérrez, un grupo de 205 mártires, encabezados por el Beato Alfonso Navarrete, fueron elevados a los altares el 7 de julio de 1867 por el Beato Pio IX.
El Beato Bartolomé recibió el culto litúrgico en México el 2 de septiembre con el grado de memoria opcional y las oraciones de la misa y la liturgia de las horas se refieren únicamente a él.