La fascinante vida de Paul-Louis Weiller, uno de los grandes millonarios del siglo XX
Paul perteneció al selecto grupo de grandes millonarios del siglo XX, junto a los Onassis o los Niarchos, y durante la mitad de su vida se dedicó a reunir un increíble legado artístico que hoy el mundo disfruta.
Paul-Louis Weiller nació en 1893 y murió en 1993. Durante 100 años se convirtió en el protagonista de una fascinante biografía que es desconocida para muchos.
El magnate se convirtió en multimillonario gracias a su gran pasión por los aviones, que descubrió durante la Primera Guerra Mundial, en donde fue piloto.
Paul-Louis Weiller y una amiga en el estreno de 'Mayerling' en París el 15 de junio de 1993, Francia.| Foto: Getty Images
Weiller fue derribado en cinco ocasiones mientras desempañaba su labor como fotógrafo aéreo sobre los cielos de Europa.
Su trabajo y coraje le valieron multitud de medallas, además de haber sido partícipe de la firma del Tratado de Versalles, en donde participó como ayuda de campo del mando Francés.
Con tan solo 25 años recibió la condecoración de oficial de la Legión de Honor, que es la máxima distinción que entrega el país galo a sus ciudadanos.
Paul-Louis Weiller en la Academia de Bellas Artes en abril de 1976 en París, Francia.| Foto: Getty Images
SUS MATRIMONIOS
Paul se casó dos veces, la primera con, Alexandra Ghica, la nieta del último príncipe de Moldavia. Con ella tuvo a una hija que se llamó Marie-Élizabeth Weiller. La misma, tiempo después estuvo relacionada con el recientemente fallecido marqués de Griñón, Carlos Falcó.
Sus segundas nupcias no estuvieron exentas de escándalo, el magnate se unió en matrimonio con Aliki Diplarakou, una Miss Europa griega a la que conoció en 1930 mientras aún estaba casado con Ghica.
Para el momento de la boda, Diplarakou tenía tan sólo 20 años mientras que él contaba con 39. De esa unión nació Paul-Annik Weiller, quien de adulto se casaría con Olimpia Torlonia de Borbón, nieta de Alfonso XIII, prima del rey Juan Carlos.
La heredera francesa de L'Oréal, Liliane Bettencourt, su esposo el político Andre Bettencourt, y el empresario Paul-Louis Weiller.|Foto: Getty Images
UNA ÉPOCA DE OPULENCIA
En 1933, el gobierno francés propuso a Paul-Louis encargarse de Air France, la compañía que había sido creada sobre la base de las distintas aerolíneas con las que el millonario había alcanzado el éxito en el país europeo desde 1922.
No obstante, el acaudalado hombre de negocios rechazó la propuesta, ya que para el momento se había convertido en un empresario sumamente poderoso que había comenzado a coleccionar “cosas bellas”.
Sin embargo, Weiller no se consideraba a sí mismo como un coleccionista, sino como una persona que ve al arte como algo esencial.
En el año 1928 mando a construir la famosa villa a la que llamó ‘La Reinne Jeanne’, en la misma se reunieron un sinfín de personalidades de la política, aristocracia y las artes, quienes disfrutaron de grandes momentos frente al mar.
Paul-Louis Weiller y Madame Soekarno a su llegada a la Ópera de París, Francia, el 17 de enero de 1969.| Foto: Getty Images
TIEMPOS DIFÍCILES
Tras la ocupación alemana de Francia, durante la Segunda Guerra Mundial, Paul se embarcó rumbo a Estoril junto a su esposa e hijo. Meses después fue puesto bajo arresto domiciliario del que escapó en 1942 para fugarse a Canadá.
Cuando regresó a Europa en 1945, lo hizo sólo, ya que su mujer se divorció de él para casarse con el embajador británico, Sir John Russell. Tras la separación, el millonario nunca volvió a tener pareja y según cuentan sus biógrafos jamás dejó de amar a Aliki.
Con el fin de la guerra Paul se hizo aún más rico, tras la nacionalización de su empresa de aviación decidió invertir en transporte, energía, banca y petróleo. Durante esta época hizo negocios con millonarios como Aristóteles Onassis y Henry Ford.
Catherine Deneuve llega al estreno de la película "Et Satan Conduit Le Bal" con Paul-Louis Weiller en París, el 25 de octubre de 1962.| Foto: Getty Images
SU AMOR POR EL ARTE Y SUS ÚLTIMOS AÑOS
Paul-Louis dedicó el resto de su vida al altruismo artístico. Su colección personal incluye pinturas invaluables, muebles fascinantes y objetos históricos.
Weiller vivió las últimas etapa de su vida en ‘La Reinne Jeanne’, allí disfrutó practicando deportes acuáticos, algo que amaba desde su juventud.
Finalmente falleció en Suiza, tan solo unas semanas después de haber recibido un homenaje por su papel como “protector de las artes” por parte de la Academia de Bellas Artes de Francia.