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Niña obliga a su madre adoptiva a buscar a su "verdadera mamá", y se arrepiente de inmediato - Historia del día

Guadalupe Campos
13 jul 2021
23:00

Una adolescente malcriada de 18 años le decía constantemente a su madre adoptiva que su "verdadera mamá" hubiera sido mejor que ella. Pero no se esperaba lo que se encontraría.

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A los dos años, Nina fue adoptada por una pareja que le dio mucho amor, Rita y Hugo Peñafiel. Rita y Hugo siempre llenaron a su hija de atenciones, y jamás le ocultaron que era adoptada.

Adolescente se niega a hablar con su madre. | Foto: Shutterstock

Adolescente se niega a hablar con su madre. | Foto: Shutterstock

Con el paso de los años, Nina se convirtió en una niña malcriada, y pasó a exigir que sus padres le cumplieran todos los caprichos. Cuando se negaban, tenía grandes rabietas y les gritaba que quería a su mamá verdadera. Cuando cumplió los 18, Rita decidió que era hora de que le cumpliera ese deseo.

No es que los padres adoptivos no fuesen conscientes de estar malcriando a su hija. Pero no sabían cómo manejar la situación por la forma en que ella reaccionaba cada vez que intentaban ponerle límites.

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Por ejemplo, si Nina pedía unas zapatillas de 200 dólares o una prenda pensada para la billetera de una estrella de Hollywood, sus padres se negaban, claro. Pero ella les gritaba: "¡Mi VERDADERA madre me habría comprado ese suéter de Gucci!".

¿Qué no podía ir a una fiesta de chicos mayores a los 16? "¡Mi VERDADERA madre me dejaría ir a lo de Tomás!", o "¡Mi VERDADERA madre me hubiera entendido porque ella sí me amaba de veras!"

Era muy difícil para Hugo y Rita. Cada vez que hablaba de su verdadera mamá, les volvía a la memoria la niña hambrienta de abrazos y con miedo a la oscuridad y los ruidos fuertes que había sido Nina al llegar.

Niña en brazos de su madre. | Foto: Pexels

Niña en brazos de su madre. | Foto: Pexels

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Cuando Nina cumplió los 18 y estaba por graduarse de la secundaria, les contó a sus padres que quería tomarse un año sabático. Quería hacer un largo viaje por Europa antes de empezar la universidad.

Cuando su padre le preguntó cuánto había ahorrado para el viaje, la jovencita se indignó: "¿Cómo que cuánto ahorré? ¡Se supone que son mis padres, corresponde que me lo paguen ustedes!"

Su padre se puso firme: "No, Nina. Ahora eres una mujer, y tienes que empezar a trabajar para lograr lo que deseas. Por supuesto que tu madre y yo te costearemos la universidad, pero el viaje a Europa te lo pagas tú".

"¿Cómo pueden hacerme esto?", se indignó, y alzó la voz: "¡Mi mamá VERDADERA no hubiera sido tan cruel! ¡Ella me amaba!"

Para Rita, esa fue la gota que rebalsó el vaso. "Bueno, Nina, entonces es hora de que conozcas a tu VERDADERA mamá. Hoy llamaremos a la agencia que llevó el caso".

La mañana siguiente, Rita y Nina se sentaron frente a una empleada de la agencia. "Bueno, Nina, dado que la tuya fue una adopción abierta, puedo darte los datos de tu madre", explicó.

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Mujer oficinista. | Foto: Unsplash

Mujer oficinista. | Foto: Unsplash

"¿Una adopción abierta? ¿Y eso qué quiere decir?", preguntó Nina.

"Eso significa que tus padres adoptivos dieron su consentimiento para que tu madre biológica te contactara si así lo deseaba", explicó.

"Pero..." titubeó Nina. Se volvió hacia Rita. "Pero ella nunca volvió? ¿Por qué no?"

Rita se encogió de hombros, con el peso de quien sabe que hace una revelación dolorosa. "No lo sé, querida. Podía contactar a la agencia como estamos haciendo nosotras. Tu papá y yo estuvimos de acuerdo en que ella pudiera contactarte porque suponíamos que podías echarla de menos, tenías dos años".

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La empleada les escribió un nombre y una dirección en una tarjeta. "Mira, esta es la última dirección que tenemos de tu madre biológica. Por supuesto, no puedo asegurarte que ella estará allí todavía".

Ya en el coche con Rita, Nina miró la tarjeta, y recobró algo del entusiasmo. "Mira, ¡es a una hora de aquí! Podemos ir mañana", propuso. "Es sábado, no hace falta que pierda otro día de escuela".

Mujer en su auto. | Foto: Unsplash

Mujer en su auto. | Foto: Unsplash

Rita suspiró. "Bueno, Nina, iremos. Pero por favor, no te hagas muchas ilusiones..."

Pero Nina había recuperado toda la confianza que había perdido en la agencia de adopciones. "Sé que ella me ama, puedo sentirlo. Sé que va a estar feliz de verme, y que tiene una buena explicación para no haberme buscado. ¡Es mi mamá VERDADERA!".

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Al día siguiente, Rita y Nina viajaron hasta la pequeña localidad suburbana que indicaba la tarjeta. Cuando el GPS indicó que habían llegado a destino, se hallaban frente a una casa destartalada.

El patio delantero estaba lleno de basura y juguetes rotos, y un perro sarnoso se rascaba con ahínco. Desde adentro llegaban los gritos de alguien que claramente estaba regañando a otra persona.

Nina miró, dubitativa. "No sé, no creo que siga viviendo aquí...", dudó.

"Puede que no", dijo Rita. "Pero puede haber dejado su nueva dirección".

Las dos llegaron juntas a la puerta y tocaron el timbre. Desde adentro llegó el ladrido de más perros, y el grito agudo de dos o tres niños. Y entonces, alguien abrió la puerta.

Una casa descuidada. | Foto: Unsplash

Una casa descuidada. | Foto: Unsplash

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"¡No quiero comprar nada, gracias!" dijo de mala gana. "Andando, ¡fuera de mi propiedad!".

Rita sonrió y dijo: "Disculpe la molestia, pero estamos buscando a la señorita María Linares".

"¿Y para qué, se puede saber?", dijo la mujer, mirando a Rita de arriba a abajo.

"¿Usted es María Linares?", preguntó, incrédula, Nina. Miró a la mujer de maquillaje mal aplicado y gesto agresivo que las recibía.

"Bueno, solía serlo. Soy la señora Perales ahora. Me casé con ese inútil bueno para nada que está allá adentro y me colgué sus hijos al cuello, como si no tuviera nada mejor que hacer en la vida".

En ese punto, dos niños sucios, uno de ellos con la nariz chorreante de mocos, se aparecieron desde atrás en la puerta. "Mami, tengo hambre", dijo el más pequeño.

María se quitó una chancla y le atinó un golpe, que gracias a los reflejos rápidos del crío para agacharse erró la cabeza por un pelo. "¿Pero no ves que estoy ocupada? Queda sopa en la heladera, ¡come eso y deja vivir!".

Mujer que grita. | Foto: Pexels

Mujer que grita. | Foto: Pexels

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"Pero mami", protestó el otro. "Está fría, y el microondas no anda".

"¡Pues te la comes fría, y yo no soy tu mami ni la mami de NADIE!", gritó. Y se volvió a Rita: "Bueno, y usted ¿qué era lo que quería, se puede saber?", preguntó.

Nina se adelantó a contestar. "Disculpe que la hayamos molestado, señora Perales", dijo. "Evidentemente hemos cometido un error, buscábamos a alguien del mismo nombre, pero..."

"¿Así golpean como si una tuviera tiempo para estupideces ajenas?", gritó la mujer. "¡Fuera, las dos, ya mismo, o les echo los perros!".

No necesitaron que se los dijera dos veces. Madre e hija apuraron el paso hacia el auto, mientras la señora Perales, o María Linares, empujaba a los niños adentro y cerraba la puerta de un sonoro golpe.

Rita tomó el volante, y Nina miró la carretera en silencio por la siguiente media hora. "Mamá", dijo finalmente, "lo siento tanto..."

Rita miró a su hija y vio las lágrimas que corrían por su rostro. Estacionó el coche en la banquina y la abrazó. "Mi amor, sé que estás decepcionada..."

Mujer abraza y besa a su hija. | Foto: Pexels

Mujer abraza y besa a su hija. | Foto: Pexels

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"¡Mamá, fui tan idiota!", lloró la jovencita. "Tantos años diciendo que esa mujer era mi madre verdadera... Esa que no me amó, ni me quiso, ni trató de verme..."

"Cariño...", intentó Rita.

"Mamá, esa no es mi mamá verdadera. No es mi verdadera nada. ¿No viste cómo trataba a esos pobres niños y lo que les dijo? Ella tiene razón, no es madre de nadie. Tú eres mi verdadera madre, mamita, y papi es mi padre real".

Rita no pudo contener un sollozo, embargada por la emoción, mientras abrazaba a su hija, la hija de su corazón. "Sí, mi amor, y tú eres nuestra niñita, y siempre lo vas a ser".

De ahí en más, Nina nunca volvió a hablar de su madre VERDADERA. Cayó en la cuenta de su suerte al haber podido tener dos padres maravillosos que la amaban y querían lo mejor para ella.

Familia. | Foto: Pixabay

Familia. | Foto: Pixabay

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

1. Ser madre o padre va mucho más allá de los genes: es una cuestión de amor. Nina creía que su madre biológica la iba a querer más, pero así solo encontró desencanto.

2. Creer tus propias fantasías puede ser muy dañino: Nina siempre quiso creer que no había sido abandonada, y creó una fantasía en torno a su madre biológica que solo pudo hacer daño a sus padres adoptivos, y se llevó un corazón roto a la hora de encontrar su verdad.

Comparte esta historia con tus amigos. Puede inspirar a otros a compartir sus historias o ayudar a alguien que esté pasando por un momento complicado.

Esta es una obra de ficción. Nombres, personajes, negocios, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor. Cualquier parecido con personas reales, vivas o fallecidas, o hechos reales es pura coincidencia.

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