Hijo menor no hereda nada más que un baúl viejo y sus hermanos se burlan - Historia del día
Como dice el dicho, “no cuentes los pollos antes de que nazcan”, pues podrías llevarte una desagradable sorpresa.
Unos hermanos lo saben de primera mano, pues luego de burlarse del objeto que uno de ellos recibió como herencia, la historia dio un giro que les enseñó una lección.
El hijo menor del segundo matrimonio de un hombre rico heredó un viejo baúl cuando su padre falleció. Esto fue motivo de burla para sus medios hermanos, quienes habían heredado 2.5 millones de dólares para repartirse entre ambos. No obstante, todo cambió cuando descubrieron lo que había en el interior del misterioso objeto.
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Jorge Peña era un hombre rico, pero la mayor parte de su dinero lo había ganado a través de una empresa fundada por su exsuegro, el padre de su primera esposa. Entonces, cuando escribió su testamento, le pareció que lo correcto era heredarles todo ese dinero a sus hijos mayores, frutos del mencionado matrimonio.
Cuando Jorge falleció inesperadamente, sus tres hijos fueron convocados a una reunión con el abogado de la familia. Él les explicó cómo su padre se había deshecho de su patrimonio.
Sus dos hijos mayores, Mateo y José, se dividirían $ 2.5 millones, y el menor, Luis, heredaría un viejo baúl.
El abogado miró a Luis y dijo gentilmente: "Por favor, no creas que tu padre te amaba menos, Luis. Él se preocupaba por ti profundamente y creía que serías quien apreciaría y se beneficiaría del contenido del baúl".
Luis sonrió y dijo: "Sé que mi padre me amaba, y este legado será más valioso para mí que millones de dólares en el banco".
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Mateo se rio y José dijo burlonamente: "Sí, estoy seguro de que las telarañas en ese viejo pedazo de basura serán más valiosas que los diamantes para ti. Solo asegúrate de no venir a pedir limosna más tarde, Luis, porque ¡no te daremos ni un centavo!”.
"¡Casi se me olvida…!", gritó el abogado. "Su padre les pidió a los tres que firmen un formulario de autorización en el que acuerdan no demandar por ninguna parte de la herencia del otro".
"¡Me parece bien!", dijo Mateo entre risas. "¡No quiero ser parte del polvoriento tesoro de Luis!"
Luis asintió y espetó: "También me parece bien. Lo que mi padre creía que era correcto, me parece bien".
Los tres hijos firmaron el acuerdo y se fueron. El baúl de Luis se le hizo llegar en su campus universitario, la mañana siguiente. Era un enorme baúl de barco antiguo, del tipo que fue popular a fines del siglo XIX. Estaba cubierto con calcomanías de viajes de destinos exóticos.
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Pegado a la tapa había un sobre de pergamino grueso con el nombre de Luis. Él lo abrió y se le cayó una pesada llave de hierro. Dentro había una sola hoja de papel, con lo que parecía ser la letra de su padre.
“Mi querido Luis, si estás leyendo esto, me he ido a recolectar mi recompensa celestial, y espero que me perdones por la forma en que me deshice de mis bienes terrenales. Este viejo baúl perteneció a tu bisabuela Judith, quien escandalizó a su familia en los años 20 al huir a París con un joven artista.
Judith era muy aventurera y muy hermosa, y rápidamente reemplazó a su joven con otro pintor más talentoso. Luego con otro, otro y así sucesivamente. Ella escribió un diario de sus dos años como modelo en el París salvaje de los años 20, y recopiló bocetos de sus amantes y sus amigos artistas.
Al mirar a través de su colección de bocetos, encontrarás algunos nombres muy interesantes e ilustres. Algunas de las obras de arte representan a la propia Judith. Espero que aproveches tu herencia al máximo, Luis. No he valorado la colección de Judith, pero creo que tú si sabrás hacerlo.
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Rezo para que nos volvamos a encontrar, hasta entonces, recuerda que te amo, hijo. Sé feliz y vive una vida plena”.
Con curiosidad, Luis abrió el baúl y, tal como le había explicado su padre, contenía varios diarios llenos de páginas con anotaciones de una exuberante mano femenina. La bisabuela Judith tenía un don para lo dramático y una afición por la tinta púrpura.
Había una carpeta enorme y gruesa atada con una cinta de color rojo oscuro, y cuando Luis la abrió, encontró docenas de bocetos y planos de acuarelas para pinturas.
Algunas de las firmas las reconoció, como Pablo Picasso y Henri Mattisse. Pero los otros nombres como Fernand Léger, George Brack, Man Ray y Juan Miro no se le hicieron familiares.
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En el fondo del baúl había un fajo de fotos en blanco y negro de la abuela Judith pasando el rato con personajes famosos como Ernest Hemmingway y Josephine Baker.
"¡Vaya, vaya, abuela!", exclamó Luis. Tomó el teléfono y llamó a un amigo que estaba estudiando arte y le preguntó a quién debería mostrarle el portafolio. Su amigo lo refirió a una galería de Nueva York no tan lejos de su campus.
Luis ató con cuidado los lazos de la carpeta, se la colocó bajo el brazo y se dirigió a la galería. Cuando llegó, pidió hablar con Richard. Richard resultó ser un hombre delgado, de aspecto triste y nariz muy larga.
"¿Sí?", preguntó fríamente, "¿en qué te puedo ayudar?"
"Bueno, señor, tengo algunos bocetos que me gustaría que viera para…”, dijo Luis.
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"¡No, no!", interrumpió Richard, "¡Yo no miro a artistas desconocidos!"
"Bueno, estos no son desconocidos", dijo Luis, colocando su carpeta en una mesa y abriéndola. "Algunos los conozco, como Dalí y Picasso. Pero a este tipo, Brack and Chagall, realmente no”.
Pero Richard no estaba escuchando. Estaba mirando los bocetos y murmurando para sí mismo en lo que a Luis le parecía alemán. "Pero estos...", jadeó Richard, "¡estos parecen reales!"
"Lo son", dijo Luis, quien estaba disfrutando de la asombrada emoción del hombre. "Verás, mi bisabuela Judith...”, empezó a contar Luis.
Con tal historia, el experto inmediatamente quiso ver los diarios: "¿Sabes lo que tienes aquí si todo es auténtico?", preguntó Richard. "¡Millones, amigo, millones!".
El material resultó ser real y, por ende, estaba valorado en millones de dólares. Por otro lado, una editorial le ofreció a Luis aún más dinero para publicar los diarios picantes de Judith que exponían la vida tórrida de la "Generación perdida" con mucho detalle.
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Al poco tiempo, Luis estaba negociando un trato para una película y codeándose con productores, directores y estrellas de Hollywood famosos. Mateo y José no quedaron impresionados y quisieron recibir algo del dinero de su hermano.
No obstante, el abogado les hizo un gesto con la mano. Ahora que la herencia de Luis resultó ser aun mayor que la de ellos, Mateo y José se molestaron y acusaron a su hermano de engañarlos. Pero sus planes no salieron como ellos querían.
Entonces, ¿qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca te regocijes en la desgracia de otra persona. Mateo y José se burlaron de la 'pobre' herencia de Luis, pero ellos terminaron sintiéndose excluidos de su colección de arte multimillonaria.
- A quien actúa con maldad hay que desearle suerte… tarde o temprano la necesitará, porque el karma llegará.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com