Todos se burlaban de mí por el calcetín viejo que guardaba - Historia del día
Un triste y solitario huérfano recibió un regalo inesperado de su abuelito: una media vieja y deteriorada.
Yo tenía apenas 7 años cuando mis padres fallecieron en un accidente de tránsito. Jamás olvidaré ese día. Estaba esperando a que me recogieran de la escuela, pero fue mi abuelo quien se presentó a buscarme.
Estaba pálido y tembloroso. No podía ni hablar. Puso sus brazos alrededor de mi cuerpo y me sostuvo con fuerza. No tuvo que decirme: supe de inmediato que algo andaba muy mal, y que mi vida cambiaría para siempre.
Medias viejas. | Foto: Shutterstock
Tuve que irme del gran y luminoso departamento donde había vivido toda mi vida, y mudarme al pequeño y oscuro hogar de mi abuelo. Toda la calle estaba llena de casas pequeñas, oscuras, y llenas de gente vieja.
Era un vecindario de viejos, supongo, porque yo era el único niño en varias cuadras a la redonda. También tuve que dejar mi escuela privada, porque mi abuelo no podía costearla.
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Mis padres ganaban buen dinero, pero ambos eran jóvenes, y no pensaron en que podrían morir. No tenían seguros de vida, solo una modesta cantidad de ahorros que rápidamente se esfumaron con mis gastos mensuales.
Mi abuelo vendió el departamento, que era la única propiedad de mis padres, y puso el dinero en una cuenta bancaria para mi educación en el futuro. Él estaba retirado desde hacía años, pero volvió a trabajar como guardia de seguridad para poder mantenerme.
Guardia de seguridad. | Foto: Pixabay
No fue fácil para mí. Comenzar en una nueva escuela. Vivir con mi abuelo, que siempre estaba triste y cansado, y no con mis padres, tan jóvenes y vibrantes. Pero ahora, 20 años después, entiendo lo duro que debe haber sido para mi abuelo.
La verdad es que el dinero simplemente era insuficiente. Antes de morir, mis padres estaban ayudando a mi abuelo a sobrevivir. Él se había gastado los ahorros de su vida cuidando de mi abuela enferma.
La abuela murió, y mi abuelo quedó sumido en deudas. Y tras la muerte de mis padres, tuvo que hacerse cargo de alimentarme, vestirme, y educarme. Y lo hizo. No sé cómo, pero lo hizo.
Pero no les voy a mentir diciendo que siempre lo agradecí. De niño, me sentía resentido. Resentía vivir en pobreza, usar ropa de segunda mano, no tener los juguetes costosos que tenían mis amigos. Aún recuerdo la primera Navidad que pasé con él.
Niño mira por la ventana en Navidad. | Foto: Pexels
Llevaba meses deseando tener un nuevo juguete que todos mis amigos habían pedido para Navidad. Cuando por fin llegó el día de abrir los regalos, arranqué el papel en segundos, lleno de emoción.
Pero dentro de la caja lo único que había era una vieja media navideña, de color rojo y blanco. "¿Y esto qué es? ¿Una media? ¡Ni siquiera es un par! ¿Dónde está la otra?", pregunté.
"Eso, mi querido nieto", dijo el abuelo, "es una media mágica".
Yo tenía ya 8 años, y no iba a creerle tan fácilmente. "¡Sí, cómo no! ¿Qué hace que sea mágica?", le pregunté.
"Cada mañana, descubrirás un nuevo caramelo dentro de la media", dijo el abuelo. "¿Eso es todo? ¡Gran cosa!", dije, y arrojé la media sobre mi cama. Pero la mañana siguiente, descubrí un caramelo en la media. Y lo mismo al otro día. Y al otro.
Media navideña. | Foto: Shutterstock
Yo estaba seguro de que mi abuelo era quien metía los caramelos en mi media. Así que se me ocurrió la brillante idea de llevar mi media a la escuela y dejarla ahí toda la noche.
Cuando mis amigos vieron la media, comenzaron a burlarse de mí. Especialmente cuando les dije que era mágica. Fue el hazmerreír de la escuela ese día, pero al otro día... ¡La media tenía un caramelo adentro!
Todos los niños que se burlaron de mí quedaron anonadados, y decían que querían tener una media así. Claro, hoy en día sé que mi abuelo tuvo que haber convencido al vigilante nocturno de la escuela de que lo dejara entrar, buscar la media y meterle el caramelo.
Este año, mi abuelo sufrió un infarto, y pensé que lo perdería. Cuando creí que estaba a punto de rendirse, busqué mi media mágica, la envolví en papel de regalo, y se la llevé. "Abuelo. Te tengo una media mágica", le dije.
Abuelo sonriendo. | Foto: Shutterstock
Sonrió plácidamente. "Sí... la recuerdo", dijo. Y comencé a pensar en que, si realmente existe la magia en este mundo, así es como funciona: es el trabajo que hacemos algunos por el bien de otros, sin que ellos jamás lo sepan.
Hoy en día tengo mi propia familia a la que amo más que a nada en el mundo, un gran empleo y un lindo hogar. Y todo se lo debo a ese hombre, que hizo lo necesario para convertir viejas medias en magia.
"Quiero que te quedes con esta media, abuelo, y que recuerdes que creer en lo imposible puede hacer toda la diferencia. Y yo creo que volverás a casa", le dije. Y esa Navidad, volvió a casa.
Cuando mi abuelo vio a mi pequeño hijo abrir un regalo de Navidad y hallar una nueva media solitaria, le brillaron los ojos. Oyó sonriente cómo le expliqué a mi hijo la magia de la media.
Cuando terminé, se inclinó y me susurró al oído: "Oye, ¿sí sabes todo el trabajo que requiere esa magia, verdad?". Sonreí y le di un gran abrazo. Sí, entiendo perfectamente todo el trabajo que hiciste por mí, abuelo. Y nunca lo olvidaré.
Abrazo de abuelo y nieto adulto. | Foto: Shutterstock
¿Qué podemos aprender de esta historia?
No hay mejor regalo que la esperanza. Ningún juguete es tan valioso como poder creer en lo imposible, y ese es el regalo que el abuelo le dio a su nieto.
La verdadera magia existe, y se llama amor. La magia no son trucos ni pociones, sino el amor que sentimos por los demás, y todo lo que estamos dispuestos a hacer por ellos.
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