Vecina aparece en la puerta de una mujer pidiéndole que se quede con sus tres hijos - Historia del día
La vecina de una mujer apareció en la puerta de su casa para pedirle un favor: quería que cuidara a sus tres hijos. Pero nunca pudo regresar por ellos y supieron que debían tomar una difícil decisión.
Todo comenzó con el sonido del timbre de la puerta. Era una noche nublada y Betty había estado en su cocina preparando la cena para ella, su esposo y sus cuatro hijos.
Cuando escuchó el llamado, se tomó un tiempo para lavarse las manos y quitarse el delantal. A Betty no le gustaba usarlo fuera de la cocina. Abrió la puerta y vio a Deborah de espaldas; después de esperar un minuto, la mujer se dio la vuelta para irse.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
“Hola, Deborah, lo siento, estaba ocupada en la cocina”, dijo Betty a modo de explicación.
“Está bien”, respondió Deborah.
Betty la miró y empezó a preocuparse por su salud; se veía muy cansada y enferma. Deborah siempre había sido hermosa con un físico curvilíneo, pero ese día no se veía nada bien.
“¿Estás bien?”, preguntó Betty.
“Me alegra que me lo hayas preguntado. Tengo que ir al hospital. Necesito que me ayudes a cuidar a los niños hasta que regrese. ¿Puedo traerlos?”, dijo Deborah, y se quedó sin aliento cuando terminó de hablar.
“Por supuesto, por supuesto, puedes contar conmigo Deborah, lo sabes”, dijo Betty, ya pensando en la economía de acoger a tres niños además de los cuatro de ella.
Deborah no volvió a recoger a sus hijos ese mismo día. El esposo de Betty, Alberto, no estaba contento con eso. Su casa estaba abarrotada y los niños, que tenían entre seis y dieciséis años, eran muy ruidosos.
A la mañana siguiente, Betty se levantó al amanecer para preparar comida para los niños y su esposo. Los chicos comían como termitas, lo que a Alberto no le gustaba, porque significaba que tendrían que gastar más para reponer sus suministros.
Fachada de la emergencia de un hospital. | Foto: Pexels
Después del desayuno, se reunió con su esposa en su pequeño automóvil y se dirigieron al hospital más cercano a su casa, asumiendo que Deborah no habría ido más lejos. Querían saber por qué no había venido a buscar a sus hijos.
A su llegada, una rápida consulta de las enfermeras reveló el número de la habitación de su vecina, y en poco tiempo, la pareja estaba de pie ante una Deborah mortalmente pálida.
“¿Qué te ocurre?”, preguntó Betty, y de inmediato comenzó a llorar.
Deborah explicó que tenía cáncer en etapa cuatro y que no duraría mucho con vida. Le rogó a Betty y Alberto que se convirtieran en padres adoptivos de sus hijos, pero la respuesta fue mixta.
Betty estaba de acuerdo. Creció en un orfanato y tenía una gran relación con los hijos de Deborah. Pero Alberto pensaba diferente. Le preocupaban los costos emocionales y financieros de criar a cuatro hijos adicionales, por lo que se negó.
“¿Por qué te niegas?”, le preguntó su esposa, después de llevarlo a rastras fuera del alcance del oído de Deborah.
“Porque no tenemos suficiente espacio para criar a siete niños, tampoco tenemos los recursos”, dijo.
“Al, tenemos que hacer esto para ayudar o esos niños terminarán en la calle. Sé lo difícil que puede ser la vida sin una mamá. Estos niños pronto no tendrán a nadie, debemos ayudarlos”.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Al ver la pasión que sentía su esposa, Alberto decidió apoyar su decisión. Desafortunadamente, Deborah falleció una semana después y la familia de Betty creció en tres miembros.
Su esposo trabajaba duro todos los días para alimentar a toda la familia sin quejarse, y los niños crecieron con él. Prometió que mientras viviera no dejaría sufrir a los chicos.
Mientras tanto, el médico que trató a Deborah era un amigo personal de ella, y cuando se enteró de lo que Betty y Alberto estaban haciendo por los niños, decidió recompensarlos con una sorpresa.
Pidió la ayuda de sus colegas médicos y, entre ellos, recaudaron suficiente dinero para renovar la casa de la gran familia.
Para llevarlo a cabo, el hospital invitó a la familia de Betty a un crucero a bordo de un yate que duró un mes. Mientras estaban fuera, renovaron su casa para acomodar cómodamente a nueve personas.
Cuando Betty y su familia regresaron a casa, se sorprendieron por el cambio. Ella no pudo contener las lágrimas y Alberto lloraba sin parar; se había sentido estresado con el hacinamiento en su casa.
Como si eso no fuera lo suficientemente bueno, toda la cuadra también se había unido para comprar una minivan grande para que Betty llevara a los niños.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Trató de rechazar el auto, pero la gente le dijo: “Lo que has hecho no se puede medir en dinero. Acepta nuestro pequeño reconocimiento”.
¿Qué aprendimos de esta historia?
- Ten compasión por los demás. Cuando Deborah vino a rogarle a Betty que cuidara a sus hijos, la mujer podría haberse negado. Sin embargo, cuando vio a su vecina, supo que algo andaba mal con ella, así que accedió de inmediato a pesar de que era muy inconveniente para su familia. Nadie sabe qué podría haber pasado si los niños hubieran quedado desamparados.
- El matrimonio es una calle de dos sentidos. Cuando Deborah le suplicó a Betty que cuidara en forma permanente a sus niños porque se estaba muriendo, ella estuvo dispuesta a hacerlo. No podía soportar la idea de que los niños crecieran sin padres. Ella había vivido esa vida y no la quería para nadie más. Su esposo no estaba de acuerdo, se trataba de los números y las consecuencias, y tenía razón. Pero logró convencerlo después de explicarle por qué deseaba ayudar a su amiga: era por los niños. Él accedió a ayudar también, y lo hicieron con éxito como equipo.
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