Hijo envía a su madre a un hogar de ancianos y solo la visita llorando tras 15 años - Historia del día
Un hombre envió a su madre a un hogar de ancianos para no tener que cuidarla. Cuando la visitó 15 años después, lloró al escuchar lo que ella tuvo que tolerar en silencio.
Joel era el único hijo que Cristóbal y su esposa Petunia trajeron al mundo. Él era su hijo milagro, y lo amaban ferozmente.
Su devoción por él significaba que siempre recibía mucha atención, lo que comenzó a asfixiarlo a medida que crecía. Cuando su padre murió en un accidente, Joel decidió que era hora de independizarse.
Hombre joven mirando el horizonte. | Foto: Shutterstock
Joel y su mamá pasaron días enteros llorando. Pero al mismo tiempo, él comenzaba a idear un plan para conseguir su libertad en los próximos meses.
Su madre tenía ya 70 años de edad. Él sabía que no podría cuidar de ella, porque quería enfocarse en su carrera universitaria. Fue así como decidió enviarla a un hogar de ancianos.
Después de todo, Joel estaría demasiado ocupado con su propia vida. Además, creía que su madre recibiría mejores cuidados y mayor atención de parte de profesionales.
Un año después de la muerte de su padre, Joel ingresó a su madre a un hogar de retiro. Posteriormente, vendió el hogar de su familia, y usó el dinero para mudarse a la gran ciudad.
Al principio, Petunia estuvo en desacuerdo con vivir en un hogar de ancianos. Pero cuando su hijo le explicó sus planes de mudarse y rehacer su vida, finalmente accedió.
"Necesito mudarme a la ciudad para seguir mi carrera y necesito dinero para hacerlo", explicó Joel.
Anciana mirando por la ventana. | Foto: Shutterstock
"Sabes que no tenemos mucho dinero fuera del valor de la casa donde vivimos", respondió Petunia.
"Por eso decidí venderlo después de enviarte a un hogar de ancianos", dijo Joel a secas.
"Sé que tu padre dejó todo a tu nombre cuando murió, pero, ¿estás seguro de que eso es lo que quieres hacer?", preguntó Petunia.
"Sí mamá, estoy seguro. Ya lo tengo todo arreglado. Prometo regresar cuando sea un hombre exitoso".
Tras ingresar a su madre al ancianato, Joel nunca fue a visitarla. De vez en cuando llamaba por teléfono, pero nunca se molestó en viajar hasta su pueblo natal y ver cómo estaba su madre.
Por su parte, Petunia nunca se quejó de nada. Parte de ella sabía que sus súplicas caerían en oídos sordos, por lo que estaba resignada a esperar solitariamente a que su hijo la llamase.
Pasaron los años. Un día, Joel recibió una llamada del personal del asilo. Su madre estaba gravemente enferma.
Hombre colgando el teléfono. | Foto: Shutterstock
Esa mañana, Joel tomó el primer tren camino a su pueblo. Trató de llamarla en el camino, pero el personal del asilo le dijo que ella no estaba en condiciones de atender el teléfono.
Joel pasó todo el viaje muriendo de la ansiedad. Le aterraba pensar en lo que podría pasar si llegaba demasiado tarde. Había tantas cosas por las que quería pedir perdón.
Su ambición profesional lo llevó a olvidar a su madre. La dejó rodeada de extraños, en un lugar desconocido, y luego jamás la fue a visitar. Se sentía como un monstruo.
Ahora que su madre estaba al borde de la muerte, lamentaba todo el tiempo perdido, y deseaba haber estado junto a ella. Al llegar el tren, Joel bajó rápidamente y se fue corriendo al asilo.
Al verla, lloró de felicidad. Estaba viva. No había llegado demasiado tarde. Al mismo tiempo, sentía una culpa infinita. Solo el miedo a su muerte pudo arrastrarlo desde la gran ciudad hasta aquí. Se sentía muy egoísta.
Mujer mayor en cama de hospital. | Foto: Shutterstock
Abrumado de la emoción, Joel le preguntó a Petunia qué podía hacer por ella. Claro, ella no iba a ponérselo fácil. "Quiero que compres ventiladores, aquí no tienen ninguno y siempre tengo calor", dijo.
"Además, que traigan un refrigerador nuevo para la habitación, porque el que está no funciona, y la comida se echa a perder. Llevo años acostándome a dormir con hambre porque la comida se daña", agregó.
"¿¡Qué!?", exclamó Joel. "¿Por qué esperaste tanto para contarme todo esto?", preguntó. Petunia lo miró a los ojos por varios segundos antes de responder con tristeza.
"Hijo, pude acostumbrarme al hambre y al calor. No es difícil cuando no tienes opción. Lo que me asusta es que tú no te acostumbrarás cuando tus hijos te pongan en un lugar como este", dijo la mujer.
Fue demasiado para Joel. Lleno de culpa, el hombre comenzó a llorar. Poco a poco, y con muchísimo cuidado y atención, Petunia logró superar su enfermedad.
Logró vivir una década más. Y pasó cada uno de esos años viviendo felizmente en el departamento de su hijo en la gran ciudad.
Madre e hijo tomando café. | Foto: Shutterstock
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Amar, no asfixiar. Joel fue hijo único, por lo que recibió todo el amor y atención de sus padres. A veces se sentía genial, pero otras veces se sentía asfixiado. Al crecer, anhelaba tanto su libertad que puso a su madre en un asilo mientras él vivía su vida.
Su deseo de libertad fue alimentado por la falta de comprensión de sus padres sobre cuándo darle espacio y cuándo asfixiarlo con amor y preocupación.
Nunca olvides a la familia. Joel solo pensaba en sus deseos. Tan pronto como su padre falleció, puso a su madre en un hogar de ancianos y se mudó a una ciudad más grande. No fue hasta después de casi perder a su madre que Joel se dio cuenta de lo tonto que había sido. Afortunadamente, no era demasiado tarde.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.