Chica sin techo se sienta en el mismo sitio durante dos años hasta que una señora le pregunta por qué - Historia del día
Una chica sin hogar se sentó a pedir limosna en el mismo lugar durante dos años. La gente siempre solía ignorarla, pero una mujer se detuvo para preguntar por qué estaba allí.
Zaida Martínez era famosa en su ciudad, pero no por una buena razón. Era una chica extraña que se sentaba en la plaza del pueblo todo el día. Siempre tenía un cuenco frente a ella y lucía un sombrero de paja sobre su cabeza.
Ella era diferente de todos los demás mendigos de la ciudad debido a su comportamiento único. Zaida parecía ser una niña atrapada en el cuerpo de una mujer, y se notaba en la forma en que vivía.
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Primero, tenía una voz aguda que rara vez usaba. Y segundo, su forma de pensar era muy similar al de una niña pequeña.
La gente en su mayoría simplemente la ignoraba cada vez que la encontraba; si tenía suerte, le dejaban algunas monedas por lástima, y si no, la despreciaban por estar mendigando.
Si estaba lo suficientemente hambrienta y desesperada, llamaba a los extraños que pasaban y les pedía dinero.
"Por favor, déjeme algo de dinero para remediar mi hambre", decía, pero la mayoría de la gente no le hacía caso a su petición.
Zaida se sentó en el mismo lugar durante dos años. No le importaba el sol abrasador o la lluvia torrencial. Cuando hacía demasiado frío, a menudo deambulaba hasta encontrar refugio en cualquier lugar que pudiera contenerla.
Los lugareños pensaban que alguien tenía que hacer algo por ella, pero pasaban junto a ella todos los días, y solo de vez en cuando le tiraban algo de dinero en su cuenco. Esto continuó hasta que una mujer llamada Rebeca se detuvo un día.
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Había sido una tarde calurosa y Zaida había inclinado su sombrero hacia adelante para cubrirse la cara mientras dormitaba, por lo que no había visto acercarse a la mujer. Tuvo que aclararse la garganta ruidosamente para despertar a la chica.
"Hola", dijo Rebeca con un gesto tan pronto como Zaida abrió los ojos.
"Hola", dijo la chica sin hogar. Estaba algo desconcertada. Estaba acostumbrada a que la ignoraran, así que esto fue una sorpresa.
"¿Qué estás haciendo en las calles?", preguntó Rebeca.
"No tengo un hogar donde pasar mis días y mis noches", dijo Zaida después de una breve pausa.
"¿Por qué siempre te sientas aquí en el mismo lugar? ¿Y por qué no te mueves con otros mendigos?", consultó Rebeca.
Los ojos de la chica se inundaron de lágrimas. "Este es el lugar donde vi a mi mamá por última vez", susurró.
Zaida acababa de cumplir ocho cuando fue abandonada por su madre, María Martínez. Su progenitora la dejó porque no tenía la capacidad de criarla.
Simplemente la abandonó y siguió su camino. Es por eso que la chica había estado esperando con la esperanza de que la mujer regresara por ella. Pero no lo hizo.
La triste historia de Zaida conmovió a Rebeca y la dejó pensativa mientras caminaba a casa. Incluso lo discutió con su esposo, Jaime.
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"¿Conoces a esa mendiga que se queda en la plaza del pueblo? Hablé con ella hoy", le dijo mientras yacían en la cama preparándose para dormir.
"La recuerdo, ha estado allí durante años, ¿no es así?", preguntó después de sofocar un bostezo.
"Sí, su madre la dejó allí y ella ha estado sola desde entonces. También es un poco retrasada, tiene el comportamiento de una niña".
"No estoy seguro de por qué estamos hablando de ella en este momento", dijo Jaime mientras luchaba contra el sueño.
"Pronto será invierno, me pregunto cómo hará", respondió su esposa.
A partir de ese momento, Rebeca comenzó a visitar a Zaida a la hora del almuerzo y, a medida que se acercaba el invierno, se preocupó por la salud de la joven.
Habló con su marido, rogándole que la acogieran durante el invierno. Él asintió vacilante, por lo que Zaida se unió a ellos cada vez que tenía hambre o quería mantenerse caliente.
Con el tiempo, Zaida comenzó a vivir con la pareja. Ayudaba con las tareas del hogar y hacía recados. Finalmente, también consiguió un trabajo en la tienda donde trabajaba Rebeca.
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Una semana después, se difundió la noticia sobre la buena acción de Rebeca. Muchos lamentaron no haber ayudado a la chica como lo hizo la noble mujer. Esa culpa los empujó a hacer las paces. Pronto, gente de toda la ciudad estaba recaudando dinero y ayudando tanto como podía.
Pero eso no es lo único a lo que condujo el acto de bondad de Rebeca. La oficina del alguacil también contribuyó al ayudar a Zaida a localizar a su madre, a quien más tarde encontraron.
Madre e hija se reunieron en la casa de la pareja que la sacó de la calle y Zaida estaba muy feliz. "¡Madre!", exclamó corriendo a sus brazos y llorando felizmente.
"Siento haber tenido que dejarte", le explicó María a su hija, con lágrimas corriendo por sus mejillas. "Ya no tenía medios para criarte y tenía toda mi vida por delante".
"Gracias por ayudar a mi hija, Sra. Rebeca. Siempre estaré agradecida", expresó María.
Zaida perdonó a su madre y se fue con ella ese día. Pudieron tener una buena vida gracias a las contribuciones de las personas en las que Rebeca influyó.
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¿Qué aprendimos de esta historia?
- El perdón es importante: Zaida fue abandonada por su madre y tuvo que pasar años mendigando sola en las calles para sobrevivir hasta que Rebeca intervino. Cuando finalmente volvió a encontrar a su mamá, ella la perdonó.
- Haz el bien cada vez que puedas; no sabes quién está mirando: Cuando Rebeca ayudó a Zaida, no esperaba recibir ningún reconocimiento. Simplemente deseaba ayudar a la chica a vivir mejor, pero ese paso terminó iniciando una campaña en la que la gente se unió para proporcionarle cosas.
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