Hombre sin techo gasta sus últimos $20 para ayudar a una mujer cuyo auto quedó varado en el bosque - Historia del día
Un vagabundo ayudó a una mujer varada en medio de la carretera y le dio sus últimos 20 dólares. Regresó un día después y contra todo pronóstico fue recompensado; además alguien más aprendió una gran lección.
“¡Ay no! ¿Qué voy a hacer?”, pensó Maya cuando su auto se detuvo. Se había olvidado de ponerle gasolina y ahora estaba varada en medio del bosque sin ningún servicio celular.
Había un envase para gasolina en el maletero de su auto. ¿Pero podría realmente caminar sola hasta la estación más cercana?
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
En ese momento, vio la sombra de un hombre acercándose. “¡Mantente lejos de mí! ¡Llamaré a la policía!”, le gritó al extraño. Sin embargo, el hombre no retrocedió.
Maya tiró el envase de gasolina al suelo y corrió hacia su auto, cerrando las puertas cuando entró. El hombre agarró el pote y se fue. “¿Quería mi envase de gasolina?”, se preguntó.
Joaquín, el hombre que agarró el recipiente, comenzó a caminar hacia la estación más cercana. Solo quería ayudar a esta mujer, pero entendía por qué ella le temía. Había estado sin hogar durante varios años y su apariencia no era la mejor.
Además, cualquier mujer varada en medio de la carretera tendría miedo en esa situación. Era mejor demostrar sus intenciones con acciones. “Hola, señor. Necesito llenar este recipiente”, dijo al empleado, que no podía tener más de 18 años.
“No. No puede entrar aquí. Esto no es una organización de caridad. La gasolina cuesta dinero”, dijo el joven con desdén.
“Tengo dinero…”
“Dije que no, hombre. ¿No escucha? ¡Váyase o llamaré a la policía!”, dijo el empleado. Entonces Joaquín dio un paso atrás. No podía llenar el envase sin pagar primero, pero ese chico no se lo permitía. En ese momento, una mujer se le acercó.
“¿Necesita ayuda?”, preguntó.
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“Sí, señora. Necesito llenar este envase de gasolina porque una mujer está varada sola en el camino con su auto. El chico no me deja entrar, aunque tengo dinero para pagar. ¿Trabaja aquí?”, preguntó Joaquín.
“Sí, soy la encargada de la limpieza. Por favor deme eso. Vuelvo enseguida”, respondió. Joaquín le dio el recipiente y los últimos 20 dólares que tenía para llenarlo. Unos minutos más tarde, salió con el envase lleno.
“¡Muchas gracias!”, dijo y comenzó a correr hacia la carretera de nuevo.
Mientras tanto, Maya temblaba de frío en su vehículo. Tenía una manta fina que, con suerte, la ayudaría a pasar la noche y podría caminar hasta el pueblo más cercano en busca de ayuda. Pero de repente vio al extraño de antes.
Se acercó a su auto y llamó a su ventana, levantando el envase de gasolina para que ella lo viera. A regañadientes, Maya bajó un poco la ventanilla. “Señora, mi nombre es Joaquín. Llené su bidón de gasolina. Llenemos su tanque”, dijo.
“¡DIOS MÍO! ¡Muchas gracias! Lamento haber huido antes”, dijo Maya apenada.
“No se preocupe, señora. Es una mujer sola en el bosque. Primero debe protegerse. Ya está hecho”, dijo Joaquín cuando terminó de llenar el tanque. “Una cosa, señora. Gasté mis últimos 20 dólares en esta gasolina, ¿Me los puede dar?".
“Ay… no tengo dinero en efectivo conmigo. Lo siento mucho. Toma, toma esta manta. Encontraré una manera de pagarte pronto”, dijo Maya. Joaquín se preguntó cómo podría comer el resto de la semana, pero al menos, esa mujer estaba a salvo.
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La señora se marchó, pero Joaquín no creía que volviera como le había prometido hasta que la encontró al día siguiente. “Oye, Joaquín. Soy Maya. No puedo empezar a agradecerte lo de anoche, déjame invitarte a almorzar”, le dijo Maya.
Ella lo llevó a un café cercano y comenzaron a hablar. Maya le preguntó por qué vivía en el bosque. Joaquín le dijo que era un castigo por la forma en que había tratado a los demás en el pasado.
“Dirigía un restaurante en la ciudad. De hecho, era el mejor en ese momento”, comenzó. “Incluso ganamos premios. Pero un día, entró una mujer sin hogar y la traté horriblemente.”
“Hice que los de seguridad la echaran a la calle y le gritaran. La verdad es que odiaba a la gente pobre y sin hogar.”
“¿Qué paso después?”, preguntó Maya.
“La mujer que había expulsado en realidad no era una persona sin hogar. Era la esposa del dueño y me había estado poniendo a prueba. Ella no quería un gerente sin algo de compasión y me despidió en el acto”, explicó Joaquín.
“Después, no pude encontrar otro trabajo en la ciudad y mi esposa me echó por estar desempleado. Al final lo perdí todo”, finalizó. “Pero me lo merecía, y ahora he aprendido mi lección”.
“¿Sabe que? Yo también soy dueña de un restaurante. ¿Por qué no trabaja conmigo? Puede ascender nuevamente y tal vez convertirse en gerente en el futuro. ¿Cómo suena eso?”, preguntó Maya. Joaquín aceptó de inmediato.
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Unos meses más tarde, estaba de nuevo en pie, pero había alguien a quien debía agradecer. “Hola, señora. No sé si me recuerda. Pero hace unos meses, me ayudó a llenar un envase de gasolina cuando el empleado no me dejaba”, dijo Joaquín a la amable señora de la limpieza de la gasolinera.
“¡Ah, sí! ¡Mira lo bien que luces! ¿Supongo que las cosas están mucho mejor ahora?”, preguntó.
“Sí, señora, y estoy aquí para ofrecerle un trabajo con un salario mucho mejor. ¿Qué opina?”. La señora aceptó de inmediato, pero Joaquín aún no había terminado en la estación de servicio.
En ese momento salió el encargado de la gasolinera. “¿A dónde vas, Cintia? ¡Tienes que terminar de limpiar aquí!”, le gritó a la señora de la limpieza.
"Escucha, muchacho. Primero, debes respetar a esa señora porque es mayor que tú, y segundo, Cintia ya no trabaja aquí. Ahora trabaja conmigo y ganará mucho más”, le dijo Joaquín.
Le recordó al chico lo mal que lo había tratado aquella noche. “¡No sabía que necesitaba ayuda para una mujer rica!”, dijo el empleado, tratando de defenderse.
“No lo estás entendiendo. Mi punto es que no debes juzgar a los demás por la apariencia porque nunca sabes cómo cambiará la vida. Aprendí esa lección de la manera difícil. Espero que aprendas más rápido que yo”, le dijo Joaquín y se fue con Cintia.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No juzgues a los demás por su apariencia. Todos merecen ser tratados con respeto, independientemente de su situación.
- Aprende de tus errores. Joaquín aprendió una dura lección después de ser despedido del restaurante que administraba. Luego de eso, pudo volver a ponerse de pie.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.