Hombre se casa con la hija de un rico y abandona a su madre enferma - Historia del día
Ricardo trataba de salir de su vida miserable. Su madre enferma, ancla de su vida, siempre lo echaba abajo. Entonces se casó con la hija de un hombre rico, como forma de salir de eso. Pero terminaría por lamentarlo.
Rick estaba sentado en un bar bebiendo un Negroni. Reflexionaba sobre sus decisiones pasadas en la vida. Algunas de ellas eran bastante cuestionables. Bueno, si tenía que ser sincero consigo mismo, era la gran mayoría.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Caramba, debía haber elegido el ponche dulce, que parecía estar igual de fuerte o más, pero venía en una copa mucho más grande.
Pensaba en su madre, con su aspecto de bruja y su aliento fétido, que olía a la sidra que quedaba toda la tarde en el fondo de las copas tras un almuerzo al sol. Nada agradable.
Y su matrimonio, que se venía de a poco abajo... ¿De quién era la culpa, en verdad? ¿De Marcia? Pero él se había comprometido a eso al recitar sus votos: "En la salud como en la enfermedad, en la riqueza como en la pobreza...".
"En la riqueza...".
Había conocido a Marcia en un bar hacía un año, una cálida noche de verano. El cielo estaba rojizo, y la luna brillaba amarilla y enorme cerca del horizonte. Estaba mirando ese espectáculo cuando ella accidentalmente se lo llevó por delante y le regó un Bloody Mary en la ropa.
"¡Oh, Dios! Mira por dónde vas", dijo ella, pero le guiñó un ojo, para mostrarle que coqueteaba y bromeaba.
Ricardo miró a Marcia, que bien podría pasar por una stripper sin suerte en un vistazo rápido. Pero algo en ella olía a dinero rancio, a alguien que había crecido acunada por el dinero de mami y papi, sin un solo día de estrechez en su vida.
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Durante la primera hora, ella no hizo más que hablar de su mascota, un hurón llamado Espolón. "Sí, sí, como el tequila", dijo ella. Ricardo le siguió la corriente hasta que empezaron a hablar de ella.
Mientras se regodeaba en el momento feliz, recibió un mensaje de su madre.
"Rick, ¿cuándo regresas? Necesito un baño", le decía.
Y así de golpe lo bajó a tierra desde las alturas del coqueteo a la mugrosa realidad de la bañera de su madre.
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"Y me olvidaba del pan también", pensó él. Pan integral, rústico y con un sabor tan rancio como su madre. Que siempre lo bajaba de sus sueños.
Todo había empezado cinco años atrás. Primero había sido el hígado. Tuvo una breve remisión, pero luego volvió, y el mal empezó a extenderse. Se le empezaron a dormir las piernas y a debilitársele las manos. Luego le llegó a la columna.
Él necesitaba salir de esa vida y sus miserias. Necesitaba una vía de escape.
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Y allí estaba, el dinero rancio lo miraba a través de los ojos de esa chica, con ojos llenos de deseo y una cuenta bancaria repleta de promesas. Era como un hada, venida de algún reino mágico al que él, simple mortal, no tenía acceso.
Bueno, tal vez era tiempo de que dejara atrás el pasado, pensó. El mundo no era un lugar amable para gente como él. Nunca lo había sido, y probablemente nunca lo sería. Tenía que aprovechar la oportunidad.
Empezó a salir con Marcia. A veces, con hurón incluido. Pero era agradable de una forma u otra. Le parecía que era la forma más ligera en la que podía salirse de su realidad.
No mucho tiempo después, le propuso matrimonio a Marcia, y ella aceptó. Él quería el dinero de su familia, y ella lo sabía. Aceptó más que nada como acto de rebeldía contra su padre: casarse con un Don Nadie, alguien a quien su papá despreciaría.
Él no se estaba casando con ella. De cierta forma retorcida, se estaba casando con su padre y su dinero.
Una semana antes de la boda, él hacía una lista de invitados y empezó a marcar los nombres uno por uno.
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"Germán Morales".
"Samuel Suárez".
"Braulio Amaro".
"David Dalverde".
"Gerardo Galante".
"Margarita Figueroa".
Margarita Figueroa... Ya casi había olvidado el nombre de su madre. Él le decía Maggie últimamente. Se quedó mirando el nombre largo rato, pero de golpe el olor del pan rancio le vino a la memoria.
Tachó el nombre, no solo de la lista de invitados sino de su vida. Se sintió satisfecho.
Ricardo volvió a la realidad del bar, y al Negroni después del funeral. No podía todavía decidirse a aquel ponche más fuerte que en realidad deseaba.
Dios, lo que había sido el funeral. En un principio, no había esperado que fuera una experiencia tan intensa, pero todo había empezado a volverse más nítido tras el sepelio. La gravedad de la situación empezó a embargarlo.
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Había sido el funeral de su madre. Ella no se había podido cuidar bien después de su partida. Había quedado sola en aquel apartamento vacío, marchitándose con dolor entre aquellas paredes opacas.
Ricardo podía visualizar el sufrimiento de su madre, sus pasos débiles en el baño, su respiración entrecortada en su último aliento.
Intentó ahogar la visión en su Negroni, pero no hubo caso. Quizás sí era hora de mezclar con aquel ponche.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Valora a tu familia. Hazlo antes de que sea demasiado tarde.
- El dinero no puede devolverte a la familia que perdiste. Una vez que se han ido, se han ido para siempre.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.