Dos gerentes de hotel rechazaron a una mujer embarazada y sin hogar - Historia del día
Tras ser rechazada por dos gerentes de hotel durante una terrible tormenta de nieve, una indigente embarazada llegó a un tercero para encontrar a alguien extraordinario. Más tarde, esa misma noche, la verdad salió a la luz y dejó a todos con la boca abierta.
"Gracias por alojarse en el Hotel Monarca. Esperamos verle pronto", dijo Matías Fernández con una sonrisa a la pareja que salía del lugar aquella noche. Había sido el gerente de ese establecimiento durante varios años.
De pronto, una mujer embarazada con ropas raídas se acercó a la recepción. "Señora, creo que se ha equivocado de lugar", dijo, manteniendo la cortesía pero queriendo sacar a la dama de allí.
Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels
"Señor, hay una gran tormenta de nieve fuera. No tengo a dónde ir. ¿Puedo quedarme aquí esta noche?", preguntó la mujer.
"Lo siento, señora. No podemos permitir eso aquí. Hay refugios para indigentes en esta zona. Allí seguro que le darán la bienvenida. Ahora tiene que marcharse o tendré que llamar a seguridad", respondió Matías con displicencia.
"¡Por favor, señor! Hace mucho frío ahí fuera. Mi nombre es Sandra, y estoy embarazada. No necesito mucho..."
"Señora, no quiero volver a pedírselo. Este hotel es solo para clientes. Por favor, váyase ahora", interrumpió Matías a la mujer. Se distrajo cuando sonó el teléfono, pero cuando levantó la vista, la dama se había ido.
Un encuentro similar se produjo en el hotel Colinas de Paz, a pocas manzanas de distancia. "¡Seguridad! ¡Saquen a esta mujer de aquí inmediatamente! No vuelva a aparecer o se las verá con la policía", le gritó el gerente Andrés Hernández a Sandra.
La seguridad la escoltó fuera del recinto casi inmediatamente, así que Sandra caminó hacia el Hotel Ébano que era su última parada esa noche. Se detuvo en la entrada y miró a su alrededor cuando el gerente se le acercó.
"Hola, señora. Me llamo Jeremías Martínez. Soy el gerente de este hotel. ¿Puedo ofrecerle algo?", le preguntó amablemente.
"Bueno, sí. ¿Hay alguna manera de que pueda quedarme aquí esta noche? Hay una gran tormenta y no tengo a dónde ir", le preguntó Sandra.
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"Sí, por supuesto. Acompáñame", dijo Jeremías y comenzó a alejarse. Llevó a Sandra a una de sus habitaciones.
"No tengo dinero para devolverte esta amabilidad. Pero, por favor, toma esta campana. Es el único objeto de valor que tengo", explicó Sandra y sacó la campana de oro que guardaba en su bolsillo.
"No, señora. No pasa nada. No tiene que pagar nada. Todos merecemos tener un refugio, especialmente en estos tiempos. Por favor, espere unos minutos y le traeré algo caliente de la cocina", dijo Jeremías y cerró la puerta.
El hombre caminaba por el pasillo cuando uno de los conserjes, Gerardo, se acercó a él. "Sr. Martínez. He visto lo que acaba de hacer por esa mujer, ¿por qué?", le preguntó.
"Oh, Gerardo. ¿Sabías que de joven fui un indigente? Fue la época más dura de mi vida. Trabajé vendiendo caramelos en la calle, pero la mayor parte del tiempo dependía de la amabilidad de los extraños para conseguir algo de comida", respondió Jeremías.
"¡No sabía eso! Es increíble. Y mire dónde está ahora, dirigiendo uno de los mejores hoteles de la ciudad, ¡y esta noche puede que nos den el premio al mejor hotel!", se entusiasmó Gerardo.
"Sí, he trabajado mucho para llegar donde estoy, pero también he recibido mucha ayuda de gente increíble, incluidos los propietarios de nuestro establecimiento. Pero sabes que mi sueño siempre fue abrir un hotel especial para personas sin hogar", continuó Jeremías.
"Eso le va a costar mucho dinero, ¡pero tal vez hoy le toque el premio!". Gerardo se animó y salió corriendo.
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Mientras tanto, Jeremías preparó un plato para la indigente y un poco de chocolate caliente también. Pero ella se había ido cuando él llegó a su habitación. Tal vez decidió explorar el hotel, pensó. Sin embargo, Jeremías vio algo brillante sobre la cama.
Era la campana de oro. ¿Por qué la dejó aquí?, se preguntó y se preocupó por la mujer. Pero siguió trabajando. Más tarde se preparó para la ceremonia especial de entrega de premios de esa noche.
El alcalde Juan Fuenmayor subió al podio y habló de la importancia del turismo en la ciudad y de cómo los hoteles debían mantener un nivel impecable. "Ahora, permítanme presentarles a la presidenta de la organización, Sandra González", dijo el alcalde y aplaudió.
Jeremías se quedó boquiabierto. ¡Era ella! ¡La mujer embarazada sin hogar! "Buenas noches a todos", comenzó. "Nuestra organización premia a los mejores hoteles de nuestro estado, y este pueblo está entre los mejores que he visto".
"Los nominados son el Hotel Monarca con el gerente Matías Fernández, el Hotel Colinas de Paz con el gerente Andrés Hernández, y el Hotel Ébano con el gerente Jeremías Martínez", dijo Sandra desde el escenario.
La gente aplaudió mientras Jeremías miraba a sus compañeros nominados. Matías Fernández frunció el ceño al ver a la mujer en el podio, como si la reconociera. Pero Andrés Hernández sonreía de oreja a oreja, sin darse cuenta de lo que estaba pasando.
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Ha ido a todos los hoteles nominados y nos ha puesto a prueba, pensó Jeremías. "Antes de anunciar el ganador", comenzó Sandra. "Quiero revelar una historia divertida. Hoy me he vestido de indigente y he ido a cada hotel para una misión encubierta".
"El Sr. Fernández me rechazó, pero al menos, fue más educado que el Sr. Hernández, que se limitó a amenazarme con llamar a la policía. La única persona que me mostró algo de amabilidad fue el Sr. Martínez. Me abrió las puertas del Hotel Ébano y me dio una habitación.
"Nuestra organización tiene los más altos estándares, pero también hay un componente de fibra moral. Sr. Jeremías Martínez, venga aquí y reciba su premio", dijo Sandra y sonrió. Todos aplaudieron, excepto Matías y Andrés, que parecían avergonzados.
El premio incluía una bonificación de 500.000 dólares para el gerente del hotel ganador, que Jeremías utilizó para hacer finalmente realidad sus sueños. Dos años más tarde abrió su propio hotel para indigentes con el apoyo total de Sandra.
Ese día también se convirtió en su prometida. Además, conservó la campana de oro que ella le regaló en el mostrador de recepción.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Sé amable con los desconocidos: Aunque un gerente no tiene por qué ofrecer una habitación a un indigente, un poco de amabilidad ayuda mucho.
- Las apariencias engañan: Sandra se disfrazó de indigente, pero en realidad era muy rica.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.