Papá se da cuenta de que su hija de 8 años le está robando - Historia del día
Un día, un padre se dio cuenta de que su hija de 8 años le estaba robando. Decidió seguirla y lo que vio lo dejó helado.
Mateo llegó a casa del trabajo y lo único que quería hacer era beber una taza de leche tibia y relajarse un poco. Abrió la nevera y la botella de leche nueva de la mañana ya no estaba allí.
Hombre abre el refrigerador. | Foto: Shutterstock
"Bueno, tal vez Ana decidió hornear un pastel o usar la leche para otra cosa".
Al día siguiente sucedió lo mismo. Mateo abrió una botella de leche en el desayuno, pero por la noche ya no había. De nuevo.
Entonces fue a buscar a su hija por la casa. "¿Ana? ¿Estás en tu cuarto?".
Subió las escaleras y abrió la puerta diciendo: "Cariño, ¿te bebiste toda la...?", pero antes de terminar la oración, se dio cuenta de que la habitación de su hija estaba vacía.
Lo mismo ocurrió durante tres días. A la misma hora, la pequeña Ana desaparecía durante aproximadamente una hora.
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Cuando Ana regresó a casa, Mateo estaba furioso. Se sentó en el sofá, esperándola. Tan pronto como ella entró por la puerta, le preguntó: "¿Dónde has estado?".
Ana respondió con cierto desinterés: "Hola papi, no puedo decirte, pero voy a ir allí de nuevo mañana".
Mateo intentó interrogarla, pero no hubo caso. "Si quiero saber qué pasa, voy a tener que averiguarlo yo", se dijo.
Ventana abierta. | Foto: Unsplash
Así que se mantuvo muy atento. Dejó todas las puertas bajo llave, y no perdió a su hija de vista. Pero en un descuido menor para visitar el baño, la niña se fugó por una ventana.
Cuando su padre, preocupado, intentó rastrearla, no sabía por dónde empezar. A falta de mejores pistas, fue a inspeccionar la habitación de la niña.
Miró por todas partes. Escondida en su mochila escolar halló una nota: "Vuelve a las 7, por favor. ¡No los hagas esperar!".
Se asustó. No sabía qué pensar. ¿Con quién estaba tratando su hija de 8 años? ¿Quién había escrito la nota?
Decidió intentar buscarla, pero tan pronto como llegó a la puerta de entrada, ahí estaba su hija de regreso.
Probó preguntarle con amabilidad. Probó enojarse. Nada. "Terca como su madre", pensó. "Dios, lo que la echo de menos". Se vería obligado a seguirla.
"Anita, no entiendo qué pasa, pero espero que no estés en problemas", le dijo. "Si necesitas hablar, estoy aquí".
Ella asintió, y cambió de tema. "Papá, cumplo años pronto, ¿podemos traer un cachorrito?".
Caja con cachorritos. | Foto: Shutterstock
No era la primera vez que tenían esta conversación. "No, ya te dije que no quiero animales en esta casa y lo sabes".
"¿Por qué?", dijo la niña, enojada pero con ojos llorosos. "Mamá me hubiera traído uno. La extraño".
Al día siguiente, Mateo siguió a su hija. Para su sorpresa, fue a la casa de atrás, que también le pertenecía. "¿Qué demonios...?", murmuró.
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La casa había sido de los abuelos de Mateo, que solían vivir ahí cuando él era niño. Pero llevaba unos 20 años vacía.
Más o menos una vez cada dos meses, Mateo se tomaba el trabajo de ir a ver que todo estuviera bien y limpiar un poco. Hacía más de un mes que no entraba. ¿Por qué su hija iba ahí por la tarde?
Vio a la niña entrar con una bolsa, y alguien que la recibía. Con cuidado, usó su juego de llaves para abrir la puerta trasera.
Escuchó voces que venían del comedor y allí fue con cautela. Vio a Ana sirviendo leche y cereales a una señora mayor sentada en uno de los viejos sillones.
"Papá empieza a sospechar así que no pude traerte mucho hoy", dijo la niña.
Puerta trasera. | Foto: Unsplash
Mateo hizo su entrada. "¿Por qué roba mi hija para usted?", tronó. "¿Qué hace en mi casa? ¡Intrusa, la sacaré con la policía!".
Notó que había dos perros sentados a los lados del sillón.
"Papá, por favor", dijo la niña. "Deja que Rosa te explique".
"Hace cinco años falleció mi esposo", empezó la señora. "Yo me enfermé de pena, y para cuando me mejoré estaba en una residencia para ancianos, sin otro lugar adonde ir: remataron mi casa por deudas. Podría trabajar, no soy desvalida, pero ¿quién va a tomar a una persona que vive en un geriátrico?".
Siguió: "Y la vida en la residencia no es vida. Te tratan como una niña, y hasta es problemático salir a dar una simple vuelta. Así que me fugué. Si me encuentran los servicios sociales seguro me enviarán de vuelta, y dirán que estoy loca, así que me ha tocado esconderme".
Hizo una pausa y miró a Ana. "Soy veterinaria, y estos dos perros callejeros se convirtieron en mis únicos amigos. Cuando se aproximaba el invierno y mi perra esperaba cachorritos, la calle dejó de ser una opción segura. Entonces apareció Ana con su propuesta. Su hija tiene un gran corazón, ¿sabe?".
Mateo se echó a llorar. Oyó las sirenas de la policía: había llamado antes de entrar, y estaban llegando.
Dos policías entraron a la casa, y él les dijo que era una falsa alarma. "¿Esa no es la señora que se escapó de la residencia?", dijo uno de los oficiales.
Padre e hija abrazados. | Foto: Shutterstock
"Es una amiga de la familia, olvidamos dar aviso en la residencia. Ahora vive con nosotros", dijo él con una sonrisa. Cuando se marchó, su hija le dio un gran abrazo.
Con ayuda de Mateo y su hija, la señora, que se llamaba Mercedes, montó en la vieja casa un refugio para animales. La historia de Mercedes se hizo viral, y pronto las donaciones convirtieron al Refugio Patitas en el más importante de la ciudad.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
El amor y compasión que podamos brindar cambia y salva vidas. La pequeña Ana se arriesgó a ayudar a Mercedes pese a la posible ira de su padre.
Toda ayuda sirve. Ser compasivo no tiene límites. Desde cosas pequeñas como aportar para un hogar canino hasta grandes como la ayuda que dio Mateo, todo sirve para cambiar vidas.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.