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Mujer descubre que su madre biológica, que la abandonó en el frío, vive al lado - Historia del día

Una mujer siempre supo que era adoptada y amaba mucho a sus padres. Pero se hizo una prueba de ADN para ver si había coincidencias. No pasó nada durante años hasta que su familia se puso en contacto y quiso conocerla por una extraña razón.

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A la edad de 43 años, Ana decidió obtener uno de esos populares kits de prueba de ADN. Ella no sabía nada sobre su línea de sangre.

Se suponía que estas pruebas le brindarían mucha información, no solo sobre su genética, sino también sobre su salud.

Una bebé gateando sobre la nieve. | Foto: Shutterstock

Una bebé gateando sobre la nieve. | Foto: Shutterstock

Ella no tenía ningún interés en conocer a su familia biológica. Su madre adoptiva, Laura, dijo que la encontraron al costado de la carretera durante una horrible tormenta de nieve.

Ana les preguntó sobre eso cuando tenía solo ocho años. “Tu papá detuvo el auto a unos pocos kilómetros de nuestra casa, pensando que había visto algo en la carretera”.

“Pero estaba demasiado oscuro para ver mucho más allá de las luces del auto”, recordó la madre. “Creo que fue el destino o algo así”.

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“¿Qué pasó después?”, preguntó Ana con entusiasmo, que tenía 8 años en aquel entonces.

“Salimos del auto y le dije a tu papá que hacía demasiado frío. Necesitábamos volver a casa con tus hermanos y hermanas. Pero avanzó unos pasos”.

“Fue entonces cuando escuchamos tu llanto”, explicó Laura. “Leandro corrió y te vio gateando junto a una canasta en la nieve”.

“¡Guau!”, dijo la niña. “Sí. Bueno, te llevamos a casa. No sabíamos qué hacer”.

Una niña compartiendo con su madre. | Foto: Pexels

Una niña compartiendo con su madre. | Foto: Pexels

Probablemente tenías alrededor de seis meses en ese momento. Ya teníamos seis hijos, pero luego nos enamoramos de ti y nunca miramos atrás. Tú también eras nuestra hija”, dijo Laura con fiereza y abrazó a la niña.

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Ana nunca olvidó ese recuerdo, pero de adulta aprendió la verdadera historia. Sus padres adoptivos habían estado luchando económicamente para mantener a su gran familia, pero nadie estaba adoptando en la ciudad.

La habrían enviado a un orfanato de inmediato, pero Laura se negaba a permitir que eso sucediera porque la pequeña ya había pasado por muchas cosas cuando era un bebé. No tenían el corazón para que fuera abandonada nuevamente.

Así que la adoptaron a pesar de sus problemas económicos y la amaron como si fuera suya. Sus hermanos también eran estupendos y ella era la más cercana a la hija menor, Ofelia. Fue ella quien le recomendó probar las pruebas de ADN.

“¿Qué es lo peor que puede pasar?”, dijo su hermana mayor. “Descubres algunos primos perdidos y tal vez conoces si tienes alguna marca genética para las enfermedades. Eso podría ser de ayuda. Todos deberíamos hacernos la prueba”.

Se hicieron la prueba juntas y descubrieron algunas marcas genéticas a tener en cuenta, pero no era nada demasiado serio. Por otro lado, no hubo coincidencias para Ana.

Mujer sonriendo recostada de un muro. | Foto: Pexels

Mujer sonriendo recostada de un muro. | Foto: Pexels

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La especialista explicó que eso solo significaba que nadie de su familia biológica se había hecho las pruebas todavía.

“No te preocupes. Las pruebas están ganando mucha popularidad en este momento. Apuesto a que alguien se la hará en algún momento, y eso nos llevará en la dirección correcta”, la alentó Ofelia.

“No estoy triste por eso. Nunca he sentido mucha curiosidad por ellos. Nuestros padres son maravillosos”, respondió la mujer,

“Lo sé. Pero si encontramos a tu mamá o papá biológicos, podemos gritarles por dejarte en la nieve. Podrías haber muerto si papá nunca hubiera detenido el auto”, insistió la hermana mayor y se cruzó de brazos.

Es un poco dramática, pero la amo, pensó Ana.

Pasaron los años y no recibió respuesta sobre las pruebas de ADN. Se había olvidado de eso hasta que su teléfono le notificó un nuevo correo electrónico un día. Al principio, Ana pensó que era correo no deseado, pero lo leyó de todos modos. Decía:

Una mujer pensativa sentada frente a un gran monitor sobre un escritorio. | Foto: Pexels

Una mujer pensativa sentada frente a un gran monitor sobre un escritorio. | Foto: Pexels

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“¡Hola! Mi nombre es Estela Mijares y encontré tu información de contacto gracias a 23andMe. Recientemente me hice la prueba y arrojó parentesco contigo. Dice que eres mi prima. Es una larga historia, pero siempre pensamos que mi tía nunca había tenido.

“Cuando le mostré mis resultados ella lloró durante mucho tiempo. Luego, la tía Emilia reveló que había tenido que renunciar a una bebé hace más de 40 años porque no tenía dinero. Pero ella realmente quiere conocerte ahora. No sé por qué”.

“Déjame saber si te gustaría conocernos. Podemos ir a verte donde sea que estés. Espero tener noticias tuyas, Estela”.

Ana terminó de leer el correo electrónico en estado de shock. Al principio dudó, pero recordó las palabras de Ofelia. “Al menos podría preguntarle por qué me dejó al costado de la carretera”, pensó y decidió reunirse con su familia biológica.

Así que le respondió a su presunta prima y, después de un intercambio de mensajes, Estela reveló que también vivían en San Cristóbal. Luego intercambiaron números de teléfono.

“No podía saber con certeza si te habías mudado. Lo único que las pruebas no revelan son las direcciones de las personas”, dijo la mujer cuando Ana la llamó.

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Una mujer con anteojos hablando a través de un teléfono celular. | Foto: Pexels

Una mujer con anteojos hablando a través de un teléfono celular. | Foto: Pexels

“Esto es un poco extraño. He estado en esta ciudad toda mi vida. Probablemente nos encontramos en algún momento. ¿Puedo preguntar dónde vives exactamente?”, preguntó Ana.

“Mi mamá y mi tía Emilia viven en Campo Alegre, pero yo estoy en La Esperanza. ¿Y tú?”, le dijo Estela.

“¿Viven en Campo Alegre? Yo también. No puedo creerlo. ¿Quieres decir que mi madre biológica ha sido mi vecina todos estos años?”, Ana preguntó con asombro.

“Guau. Quiero decir, sí. Ahí es donde crecí. ¿Cuándo te mudaste al vecindario?”, preguntó la mujer.

“Me mudé aquí hace 15 años. Espera un minuto. ¿Cuál es el apellido de soltera de tu mamá?”, preguntó Ana. Soteldo. Mi mamá es Janina Soteldo y mi tía es Emilia Soteldo”, respondió Estela.

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“¡AY DIOS MÍO! ¿La Sra. Soteldo? ¿La dama pelirroja que vive en la casa de al lado? ¿Ella es mi madre biológica?”, Ana lloró por teléfono. No podía creer que esto estuviera sucediendo.

Una mujer mayor con rostro angustiado mirando hacia el frente. | Foto: Pexels

Una mujer mayor con rostro angustiado mirando hacia el frente. | Foto: Pexels

“Yo… bueno, sí. Guau. Nunca imaginé que estaría tan cerca de ti. ¿Puedo contarle sobre esto? ¿Podemos encontrarnos en alguna parte?”, instó Estela.

“Dile. Nos vemos en mi casa esta noche. Quiero escuchar todo. Pero también invitaré a mi hermana”, contestó Ana, y colgaron. Llamó a Ofelia de inmediato y le pidió que fuera rápido a la casa. A las 6 en punto, alguien llamó a su puerta.

Janina y Emilia estaban en la puerta de su casa con una mujer joven que tenía que ser Estela. “Bienvenidas, pasen, por favor”, les saludó Ana. Ofelia les sirvió té y galletas a todas y se sentaron en la sala de estar.

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Al principio guardaron un silencio absoluto. “Esto es incómodo. Nos hemos saludado durante años. ¿Cómo es esto posible?”, Janina rompió el hielo.

“Lo sé. Es una locura, pero Bello Horizonte es mucho más pequeño de lo que imaginamos”, agregó Ofelia con humor. Todas rieron torpemente, pero al menos ya no estaban calladas. Así que Ana decidió ir al grano.

Emilia, supongo que sabes que soy tu hija biológica. Laura y Leandro Suárez me adoptaron. Ofelia es mi hermana. He vivido una vida maravillosa con ellos. No sé qué más decir”, dijo la mujer, y Ofelia la tomó de la mano para mostrarle su apoyo.

Una mujer joven con una bebé en brazos. | Foto: Pexels

Una mujer joven con una bebé en brazos. | Foto: Pexels

“Es maravilloso escuchar eso. No sé cómo explicar lo que pasó hace años. No estaba pasando por un buen momento, pero eso suena como una excusa”, dijo Emilia. “Mi vida era muy diferente y sentí que no tenía otra opción”.

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“Está bien. Solo necesito escuchar la verdad y por qué insististe en conocerme ahora”, respondió Ana.

“En aquel entonces quedé embarazada a los 17 años y el chico que me embarazó me abandonó. Era joven y estúpida. Pero el aborto estaba fuera de discusión. Decidí tenerte y te crie durante varios meses. Pero ahora sé que había sufrido de depresión posparto”, explicó la mujer.

“Janina trató de ayudarme, pero nadie estaba tratando esa condición en aquel entonces. Se ignoraba la salud mental. No sabía lo que estaba pasando. Además, no tenía dinero”.

“Nuestros padres habían muerto años antes... Fue un desastre. Apenas recuerdo esos meses, pero recuerdo vívidamente la noche en que te dejé”, contó Emilia.

“Recuerdo que te dejé en un barrio con muchas familias. Pensé que alguien te recogería y te llevaría a salvo a otro lugar. Pero cuando llegué a casa, empezó a nevar mucho. Salí de nuevo, pero ya no estabas cuando llegué al lugar”.

Una mujer mayor con rostro angustiado mirando hacia abajo. | Foto: Pexels

Una mujer mayor con rostro angustiado mirando hacia abajo. | Foto: Pexels

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“Guau. Eso significa que Ana solo estuvo allí por un corto tiempo. Nuestros padres nunca pudieron adivinar”, comentó Ofelia.

“Probablemente fue una hora más o menos, creo. Bueno, mi memoria no es la mejor en estos días. Pero, de todos modos, eso fue lo que pasó. No escuché a nadie hablar de bebés desaparecidos ni nada por el estilo”.

“Luego dejé la ciudad por un tiempo y mejoré. Tuve una carrera lucrativa”, compartió Emilia. “Volví para estar cerca de Janina cuando tuvo a Estela. Pero nunca tuve una familia propia. Estaba envuelta en culpa por haberte dejado”.

“Quería buscarte, pero tenía miedo de interrumpir tu vida. Sentía que no merecía encontrarte. Pero ahora, es un poco urgente”, reveló la mujer mayor.

“¿Qué pasa, tía Emilia? No sabía qué decirle a Ana cuando me pediste a que la contactara”, dijo Estela.

“Estoy enferma”, contestó la mujer. “Solo Janina lo sabía. Pero he visto a varios médicos y todos me dieron la misma respuesta. No me queda mucho tiempo”, reveló Emilia. Todas jadearon y Estela la bombardeó con preguntas, pero la mujer miró a Ana y continuó.

Una mujer sonriente con el cabello corto y anteojos. | Foto: Pexels

Una mujer sonriente con el cabello corto y anteojos. | Foto: Pexels

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“Quería dejarle todo a mi hija. Es lo mínimo que podía hacer”, agregó con vehemencia.

Ana miró a Ofelia con los ojos muy abiertos y levantó las manos. “¡No! No podría aceptar nada. Yo también tengo una buena carrera. Quiero decir, no éramos ricos ni nada, pero estudié mucho y ahora me siento bastante cómoda”, compartió la mujer más joven.

“Ana. Sé que nunca podré redimirme por haberte abandonado así. Pero esta es la única compensación en la que puedo pensar”, presionó Emilia.

“Ya me diste lo que quería. Me preguntaba por qué me habías abandonado y ahora lo sé. No puedo juzgarte basándome en tu historia, ya que puedo ver cuán culpable te sentías por eso”.

“Eso significa que me amabas, y una familia maravillosa me encontró y me amó también”, aclaró la mujer más joven. “Es maravilloso escuchar eso”, agregó su madre biológica con lágrimas cayendo por su rostro.

El resto de la conversación fue mucho más agradable. y después de ese día, madre e hija hablaban a menudo y crearon un vínculo. Ana no consideraba a la mujer mayor como su madre, pero no era una mala persona.

Una mujer sonriente con una identificación de voluntaria. | Foto: Pexels

Una mujer sonriente con una identificación de voluntaria. | Foto: Pexels

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Varios meses después, Emilia fue hospitalizada porque su enfermedad había avanzado. Su hija y Ofelia habían llegado al hospital con Janina y Estela. Estaban a su lado cuando dejó este mundo.

Antes de morir la mujer mayor había entregado todas sus posesiones a una organización que acogía a niños abandonados y los colocaba con familias amorosas. Ana, Estela y Ofelia se ofrecieron como voluntarias para ayudar cada vez que pudieran.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Hay una explicación para todo. Ana y su familia adoptiva se preguntaron por qué la habían abandonado con tanta crueldad. Pero descubrieron lo que realmente sucedió, y no fue tan claro como imaginaban.

Si tienes el dinero, hazte una prueba de ADN. Como Ofelia le había dicho a Ana, ¿qué es lo peor que puede pasar? Tenemos que aprovechar la tecnología actual.

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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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