Mi cruel hermana quiere que nuestra vieja madre se muera, pero mamá no lo toleró - Historia del día
Mi hermana deseó la muerte de nuestra madre para poder impugnar el testamento que creyó que ella dejaría tras partir. Pero a fin de cuentas, terminó aprendiendo una valiosa lección.
Mi padre era un corredor de bolsa famoso que falleció en septiembre de 2013 debido a una enfermedad terminal. En vida, siempre cuidó de nosotros, y como corredor de bolsa, ganaba más que suficiente para darnos una gran vida.
Cuando murió, dejó todo a mi madre, esperando que ella lo administrara para nuestro beneficio. Mis padres solo nos tuvieron a mi hermana Juana y a mí.
Urna mortuoria. | Foto: Shutterstock
El mismo año en que falleció nuestro padre, mi hermana, que llevaba tres años casada, dio a luz a un par de mellizos. Ella y su esposo rezaron por tener un hijo desde que se casaron, por lo que tomaron a los gemelos como un milagro.
Juana prácticamente había perdido las esperanzas de ser madre, pues tenía ya 47 años de edad. Pero su esposo, Tomás, de 51 años, nunca dejó de tener fe, y eventualmente, tuvieron un golpe de suerte.
Juana es maestra de escuela en la primaria local, y Tomás es dueño de una tienda. Ambos gozan de cierta estabilidad financiera. Por eso nos extrañó cuando ella y Tomás comenzaron a preguntar qué había dejado papá en el testamento para ella y sus hijos.
Me preguntaron a mí directamente, porque yo fui nombrado albacea del testamento de papá. Y a Juana eso no le había hecho mucha gracia.
"¡No puedo creer que papá te hiciera albacea cuando yo soy la mayor!", comentó Juana cuando nos reunimos para tomar un café una mañana.
"Dos años tampoco es mucha diferencia, Juana", le respondí.
Hombre y mujer tomando café. | Foto: Shutterstock
"Ay, por favor. Ambos sabemos que siempre has sido el favorito de papá y mamá. Siempre saltas y das vueltas a su antojo, como un perro faldero. Por eso te nombraron albacea. Admítelo", dijo, tratando de provocar una reacción.
No lo consiguió. Yo sabía que ella tenía razón, incluso si no me gustaba mucho la forma en que lo había expresado. Siempre intenté ser un buen hijo, porque amaba muchísimo a mis padres.
También estaba consciente de la tensa relación entre Juana y mis padres. Ellos nunca estuvieron de acuerdo con su elección de marido, y ella no podía aceptar su falta de entusiasmo. Poco a poco se distanciaron.
Debido a esa tensión, mi madre me recomendó que no le revelara los detalles de la herencia a Juana. Ya que Jane tenía hijos, nuestros padres habían dejado dinero a su familia, pero no sería una división equitativa.
Habían decidido que fuera 70/30. Es decir, yo recibiría el 70% de la herencia, además de la casa de la familia. Cuando me contaron, les dije que no me parecía correcto.
"No pueden pedirme que haga esto", les dije. "¡Juana se pondrá furiosa!"
Joven leyendo testamento. | Foto: Shutterstock
"Sé que esto molestará a tu hermana, hijo, pero así es como queremos que sean las cosas", le dijo su madre. "Has sido un gran hijo, y has hecho un mejor trabajo que ella cuidando de nosotros".
"Pero, por encima de todo, tu relación con nosotros siempre fue positiva y maravillosa. Por eso es que tu padre y yo queríamos que tú tuvieras la mayor parte de la herencia", agregó.
Intenté replicar, pero me cortó de inmediato. "Ya basta, hijo. Es nuestro dinero, y podemos repartirlo como mejor nos parezca", concluyó la mujer.
Intenté tocar el tema varias veces después de esa conversación, pero nunca quiso hablar sobre eso. Cuando Juana se enteró, se enojó tanto como yo había imaginado. Llamó a mi mamá docenas de veces ese día para hacerla cambiar de opinión.
No tuvo efecto. La situación llegó a tal punto que Juana, en un arrebato de ira, dijo que estaba ansiosa por escuchar la noticia de la muerte de mamá, para impugnar el testamento en la corte, tomar su parte y olvidar a nuestra familia.
Mamá se puso furiosa. Decidió cambiar su testamento y excluir del todo a mi hermana y a su familia. Ahora, cuando mamá muera, ella no recibirá ni un centavo. Quizás así por fin aprenda la lección.
Mujer sonriendo. | Foto: Shutterstock
¿Qué podemos aprender de esta historia?
La codicia mata. La codicia es un maestro terrible, y gobernó a Juana sin piedad, haciéndola anhelar la muerte de su propia madre solo para heredar su dinero.
Sé amable con tus padres. No por querer heredar algo de ellos, sino porque han invertido mucho para llevarte a donde estás. Ser amable es lo mínimo que puedes hacer para pagarles.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.