Mujer exitosa se encuentra con exnovio que la traicionó en la escuela - Historia del día
Una chica de origen humilde fue abandonada por su amiga de la escuela secundaria. Pero a medida que pasaban los años y el destino quería, se volverían a encontrar y compartirían una conversación que les cambiaría la vida.
"Bueno... no estoy seguro de por dónde empezar, Ana, pero creo que es mejor que terminemos nuestra relación", pronunció Carlos, haciendo todo lo posible para deshacerse de la incomodidad.
“¿Pero por qué?”. “Sabes, creo que es hora de que sigamos adelante. Ver gente nueva y todo eso”, respondió el joven después de una breve pausa. “No eres tú, soy yo”.
Silueta de tres personas, una de ellas apuntando con el dedo. | Foto: Shutterstock
Ana se quedó allí, sorprendida y estupefacta. Claro, había oído hablar de historias de romances de la escuela secundaria que nunca duran... pero cuando le ocurrió a ella, cuando la noticia la golpeó, le resultó difícil de creer.
¿Está sucediendo esto realmente? ¿En serio? O tal vez esto sea solo un mal sueño. Quizás abra los ojos y todo vuelva a la normalidad.
“Lo siento Ana”, continuó Carlos. Ella sabía que no era un sueño y que no podía hacer nada al respecto.
“¿Tiene algo que ver con Carmen?”, de alguna manera encontró el coraje para hacerle esa temida pregunta.
“N..no... con ella solo pasaba el rato, eso es todo”, respondió Carlos. Pero eso es todo lo que Ana necesitaba saber: el tartamudeo era el indicio perfecto.
Por supuesto, tiene que ser Carmen. Animadora, hija de abogado, niña nacida con cuchara de oro. ¿Qué puede hacer ella al respecto? No hay competencia.
Chica sosteniendo varios libros y una mochila | Foto: Unsplash
Ana provenía de una familia pobre, criada por una madre soltera. A menudo tenía que cuidar a sus dos hermanos menores.
Mientras sus amigos estaban de fiesta, ella tenía que quedarse en casa y cuidar a los niños mientras su madre trabajaba en turnos de noche en el centro comercial cercano.
La vida no era justa. Nunca lo había sido y nunca lo sería, pensó para sí misma mientras caminaba lentamente de regreso a casa. “I Wanna Dance With Somebody”, de Whitney Houston sonaba en cada esquina.
Era el año 1987. La habían arrinconado y no había nadie que la defendiera. Esa noche se había quedado en su habitación toda la noche, con la cabeza enterrada entre las rodillas y la espalda contra la pared.
Sollozaba y tenía ganas de gritar de dolor, pero no quería despertar a sus hermanos pequeños, y en el fondo sabía que tampoco arreglaría nada.
Amaneció antes de que se diera cuenta. Podía sentir el calor del sol de la mañana brillando en su hombro. Los pájaros cantando afuera, los autos comenzando a moverse de un lado a otro.
Mujer caminando por una calle sola de noche. | Foto: Pexels
“¿Cuantas horas han pasado?”, se preguntó. Pero luego escuchó el tintineo de las teclas.
Debe ser su madre, pensó. Oyó pasos a través de la sala de estar, ligeros y suaves, incluso de puntillas. Su madre estaba haciendo todo lo posible por no hacer ruido. Los pasos se acercaron un poco más y escuchó que la puerta se abría, lenta y suavemente.
Su progenitora estaba tratando de ver si estaba bien, pero cuando notó los ojos llorosos de su hija, se dio cuenta de que algo andaba mal. “Cariño, ¿Qué pasó?”.
Ella no respondió. “¿Tiene algo que ver con Carlos?”. La pregunta fue recibida con silencio. Pero luego asintió con la cabeza.
Luego, su madre procedió a tomar asiento junto a ella, poniendo su bolso al lado de la cama. Suavemente colocó la cabeza de Ana sobre su hombro y la besó en la frente.
“Está bien, cariño. Todo está bien…”. “La vida no es justa, ¿no?”, Ana finalmente habló. “Carlos ha estado saliendo mucho con Carmen y finalmente rompió conmigo. ¿Por qué mamá? Ella ya lo tiene todo”.
Joven triste sentada en el suelo junto a una cama. | Foto: Pexels
“A veces desearía que mi vida fuera diferente... no sé, solo quiero que las cosas sean diferentes”, comenzó a sollozar de nuevo.
“Todavía puedes cambiar, cariño. Todavía tienes la oportunidad de tener una vida diferente. Puede que sea demasiado tarde para mí, pero no es demasiado tarde para ti”, respondió su madre.
“¿Pero no quieres una vida diferente?”, preguntó Ana.
“Estoy feliz con lo que tengo ahora”, respondió. Sabes, estaba enamorada de un chico de la escuela, antes de conocer a tu padre, por supuesto. Pero simplemente no estaba destinado a ser”.
“¿Qué pasó?”.
“Bueno, intentó junto a otras personas apagar un enorme incendio. Él nunca regresó”, respondió su madre, mirando fijamente al vacío por un breve momento. Se hizo un silencio ensordecedor en el aire.
Mujer sosteniendo las manos de su hija con fuerza. | Foto: Pexels
“Pero luego conocí a tu padre… Que Dios le de descanso a su alma. Y luego los tuve a ustedes”, continuó. “La vida ciertamente ha dado un giro extraño para mí, pero estoy feliz con lo que tengo”.
“¿Pero no quieres que algo sea diferente ahora?”, preguntó la joven.
“Tú y tus hermanos. Quiero que tengan una vida diferente”, respondió su madre después de otra pausa. “Eso es lo que deseo, que sus vidas sean diferentes”.
Luego continuó después de otra larga pausa. “Hay cosas que podemos cambiar y hay cosas que no podemos. No puedo cambiar mi pasado, pero tú puedes cambiar tu futuro”, agregó.
“Vas a ir a la universidad después del verano. Aprovecha las oportunidades, sé mejor que nosotros”.
Pasaron 20 años. En ese tiempo, Ana trabajó duro en la universidad, pasó la mayor parte de sus días en la biblioteca, obtuvo su beca e incluso se fue a la Pontificia Universidad Javeriana y obtuvo su doctorado.
Dos mujeres tomanto café miengras conversan. | Foto: Unsplash
Con el tiempo, se convirtió en analista económica en un grupo de expertos líderes en el país. No fue fácil, pero entendió que había valido la pena. Pero tampoco lo había hecho para sí misma.
Lo había hecho para el futuro, o más bien, para la oportunidad de que su familia tuviera un futuro mejor.
Era el año 2009 y decidió regresar a su ciudad natal para el Día de Acción de Gracias. “Mucho ha cambiado”, pensó para sí misma. La última vez que había regresado había sido hace diez años.
Justo cuando salió del aeropuerto, pudo ver los altos edificios asomándose en la distancia. Ciertamente, el tiempo había pasado, incluso para su pequeña ciudad natal. Llamó a un taxi y entró.
“Hola. ¿Dónde puedo llevarte?”, preguntó el taxista... pero esa voz sonaba familiar. Un poco áspera en los bordes, pero podía recordar débilmente la voz desde el fondo de sus recuerdos.
Una mujer de negocios con traje y anteojos estrechándole la mano a una mujer frente a ella. | Foto: Pexels
Miró por el espejo retrovisor y notó un rostro familiar. “¿Carlos? ¿Eres tu…?”.
“Bueno, sí, yo… ¿Ana? ¡Qué sorpresa!”. “Sí, han pasado años, ¿no?”.
“En efecto. ¿Tu antigua casa, supongo?”. “Sí.”
Se produjo un incómodo silencio. Carlos decidió romper el silencio e inició la conversación.
“¿Dónde has estado todos estos años? No te he visto en ninguna de nuestras reuniones”, le preguntó mientras la miraba a través del espejo retrovisor. Ciertamente se veía diferente.
“En diferentes lugares. Unos años en Medellín, luego obtuve mi doctorado en la Pontificia Universidad Javeriana. Ahora me muevo principalmente entre Cali y España”, respondió.
Un taxista poniéndose el cinturón de seguridad. | Foto: Pexels
“¿España?”. “¿Te había dicho que mi abuelo era de allí? Debería ir allí alguna vez”.
“Deberías. Mi esposo es de allí. Es un lugar hermoso”.
“¿Entonces estás casada ahora?”.
“Sí. Con dos hijos también. Ahora están en Ciudad de México, estarán aquí para Navidad”.
“Bueno, espero que les guste aquí”.
“¿Tú que tal? ¿Qué tal te ha tratado la vida?”, Ana no estaba segura de sí sería una pregunta apropiada, pero decidió preguntarle de todos modos.
“Bueno, bien y mal. He estado negociando acciones durante algunos años, pero luego todo se vino abajo. Terminé conduciendo un taxi, tengo que ganarme la vida de alguna manera”, se rio.
Un hombre conduciendo un vehículo. | Foto: Pexels
Pero la mujer pudo ver la inquietud en su sonrisa. “¿Qué pasó con Carmen?”, Ana encontró bastante incómodo hacer la pregunta, pero la curiosidad se apoderó de ella.
“¿Carmen? ¿La animadora? Fue a estudiar a Argentina. Escuché que terminó casándose con un banquero de allá”. Carlos miraba por el espejo retrovisor mientras trataba de ver mejor a su pasajera.
“La vida es extraña, ¿no?”, él dijo. Los faroles de la calle pasaban un tras otro, proyectando varios matices de sombras sobre ambos.
“Seguro que lo es. Pero todo sale bien con el tiempo. De una forma u otra”, respondió la mujer mientras miraba por la ventana, contemplando el paisaje con el que una vez estuvo familiarizada.
Finalmente, el coche se detuvo frente a su antigua casa. Sigue siendo la misma casa de siempre, pero en mejores condiciones que antes.
“Son $30,59”, dijo el hombre. Ana revisó su billetera, encontró un billete de 50 y se lo entregó a Carlos.
Faroles de la calle en la puesta del sol. | Foto: Pexels
“Quédate con el cambio. Las cosas se pondrán mejor. Créeme”, dijo, esbozando una sonrisa tímida mientras salía del taxi. Pero cuando se acercaba a la casa se giró hacia Carlos.
“Ven a visitar España alguna vez. Es un lugar maravilloso”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Recuerda, hay cosas que podemos y no podemos cambiar. Es posible que no podamos cambiar las circunstancias, pero aún podemos trabajar duro por un futuro mejor. Nada dura para siempre, ya sea bueno o malo. Si sucede algo malo, tal vez el momento no sea el adecuado. Solo tenemos que seguir intentándolo.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.
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