Policía ofrece menú a anciana en el café y ella llora porque es la primera vez que alguien lo hace - Historia del día
Doris se sintió tan conmovida por la generosidad del oficial Herrera cuando le ofreció el menú del café que decidió visitarlo y devolverle el favor. En ese momento, las cosas dieron un giro inesperado.
Era una noche cualquiera cuando Doris Barreto entró en un café para tomar una taza de café americano caliente y un croissant. La anciana era ciega, pero conocía a Linda, la camarera, así que no tenía ni que decir su pedido.
La vida no había sido fácil para Doris desde que supo que perdería la vista. Pero la verdadera miseria comenzó cuando tuvo que enfrentarse a la sociedad y sus maltratos.
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Un día, Doris escuchó a su sobrina Ana diciendo: "¡Me asusta, mamá! ¡No quiero quedarme con ella! ¿Por qué no puede vivir en otro lugar?".
"Ana no está del todo equivocada, cariño", apuntó el padre de la chica, Josué. "¡Es bastante molesto tener que cuidar de tu hermana ciega!"
"¡Ana! ¡No digas esas cosas!", la regañó su madre, lanzando una gélida mirada a Josué. "¡Tu tía se sentiría horrible si te oyese decir eso! Necesita nuestra ayuda, y deberían ser amables con ella".
A Doris le encantó que su hermana la apoyara, pero se dio cuenta ese día de que era una carga para los demás. Al poco tiempo, la mujer decidió mudarse y vivir por su cuenta.
Doris tenía 75 años. Nunca se casó ni tuvo hijos. "Después de todo, ¿por qué querría alguien pasar una vida entera con alguien como yo, una carga?", pensaba.
Como un respiro de su soledad, la mujer a menudo pasaba las tardes en un café local. Le gustaba escuchar la música o simplemente maldecir su trágico destino.
Cuando Doris visitó el café ese día, no sintió nada diferente. Sintió el murmullo habitual de la gente charlando, niños gritando a sus padres, y algunas personas luchando por la atención del gerente.
Sin embargo, cuando la camarera se acercó para tomar su pedido, se dio cuenta de que no era Linda, la chica que normalmente la atendía. "¿Entonces, qué quiere?", dijo una voz desganada que Doris no reconoció.
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"¿No está Linda trabajando hoy?", preguntó Doris. "Ella siempre sabe lo que quiero".
"Bueno, ella está de permiso hoy, así que es mi turno", gruñó la camarera. "Y no tengo todo el día, así que por favor dígame qué va a querer tan rápido como pueda".
"Ah, disculpe", dijo Doris. "¿Podría traerme una taza de café y un croissant?"
"Lo siento, señora, no hay croissant", dijo la camarera. "¿Quiere otra cosa, o solo el café?".
"¿Podría leerme el menú, por favor?", preguntó gentilmente Doris. "Soy ciega, de lo contrario, no la molestaría con eso, lo siento", agregó.
"Ay, no. ¡No tengo tiempo para esto! Hay demasiados clientes hoy. Le traeré el café y ya", espetó la camarera. Estaba a punto de irse cuando una voz la detuvo.
"Léale el menú si eso es lo que le está pidiendo. No trate así a una persona mayor", dijo un hombre. "¡Hola, oficial Herrera!", dijo la camarera. "¡Qué grata sorpresa!"
"¿Por qué la tratas así, Clarita? ¡Eso es de mala educación!", cuestionó el oficial.
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"Hoy es un día muy fuerte, y no tengo tiempo que perder. Por favor, oficial, déjemela pasar por hoy", respondió Clarita.
"Está bien, dame el menú y yo se lo leo", respondió el oficial.
Cuando Clara le dio el menú, el oficial Herrera se sentó a leérselo a Doris, y la ayudó a hacer su pedido. Los ojos de Doris se llenaron de lágrimas ante tal gesto. "Se lo agradezco mucho, oficial. ¡Nunca había conocido a nadie tan amable!".
"No hay de qué, señora", respondió el oficial Herrera. "Como soy un cliente de siempre, todas las camareras saben quién soy. Por cierto, me llamo Diego Herrera".
"Es un placer conocerlo, oficial Herrera. Mi nombre es Doris Barreto", se presentó la mujer. "También soy cliente frecuente, pero como puede ver, no mucha gente quiere ayudarme. Pero me gusta este lugar. No quiero probar otros".
El oficial Herrera se rio. "¡Oh, no! ¡Sí debería! Estoy seguro de que no se arrepentirá. En cualquier caso, voy tarde a una reunión, así que me retiro. ¡Fue muy agradable hablar con usted!"
"¡Lo mismo digo, oficial!", murmuró Doris una vez que sintió el vacío en su mesa.
Este fue el primer encuentro del oficial Herrera y Doris. Poco a poco se convirtió en una rutina. El hombre siempre era muy educado y generoso con ella, por lo que Doris, con la ayuda de Linda, decidió darle un regalo.
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Pero el día que se suponía que Doris iba a ver al oficial Herrera y darle su regalo, ella sufrió un ataque al corazón. Por suerte, Linda la vio inconsciente frente al café y la llevó al hospital a tiempo.
Cuando el oficial Herrera se enteró, corrió al hospital para verla, y le ofreció que se mudara con su familia para que cuidaran de ella. Doris al principio no estaba muy segura, pero cuando el oficial insistió, finalmente cedió.
La familia del oficial Herrera recibió a Doris con los brazos abiertos. Los hijos del oficial la llamaban "abuela", y les encantaba pasar tiempo con ella.
Un par de años después, Doris murió por causas naturales. Y cuando murió, le dejó al oficial Herrera todo lo que había heredado de sus padres y sus abuelos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Sé amable y servicial con los demás. Así como lo fue el oficial Herrera con Doris.
- Las familias se hacen con amor y cuidado, y no necesariamente con lazos de sangre. La forma en que el oficial Herrera y su familia amaron a Doris es un gran ejemplo.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.