Anciano mudo escribe una nota suplicando ayuda a la cartera - Historia del día
Una joven cartera recibió una misteriosa petición de ayuda de un anciano en su ruta postal, y terminó por cambiar su vida radicalmente.
Mi abuela siempre me decía que las sonrisas de las personas no nos dicen lo que realmente sucede en la privacidad de sus hogares. Nunca me gustó eso. Sentía que quería decir que cada rostro que vemos es una mentira.
Pero, a veces, la gente esconde cosas de las que se avergüenzan o temen, hasta que ya no pueden seguirse escondiendo. Eso es lo que le pasó a Daniel Ochoa. Un día entendió que debía decir la verdad, o jamás recibiría ayuda.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock
Esther Tamayo estaba orgullosa de ser cartera. Su padre también había sido cartero, y él siempre decía: "¡Somos la sangre que mantiene al país vivo y saludable! ¡Llevamos el buen oxígeno que mantiene todo funcionando!".
Ella estaba totalmente de acuerdo. Pensaba que los correos electrónicos no se comparaban con la dicha de recibir una carta real, de puño y letra de un ser querido. Le encantaba que la gente aún enviase cartas.
Después de todo, no puedes guardar correos electrónicos bajo una almohada, perfumarlos, o atesorarlos. "El correo tradicional simplemente es más romántico", pensaba Esther. Disfrutaba de hablar con la gente y entregar cartas. Se sentía "conectada".
La mujer sentía un cariño especial por un anciano, el señor Ochoa, que siempre la saludaba con una hermosa sonrisa. El hombre casi nunca tenía correo, solo facturas. Se paraba en el porche y la saludaba con la mano o le lanzaba un beso.
Esther siempre le devolvía el saludo y le lanzaba un beso. Pasar por su calle la dejaba con una gran sonrisa en el rostro. Pero un día, algo cambió.
El anciano estaba de pie en el porche, pero no sonreía y sostenía un papel en la mano. Tan pronto como vio a Esther, comenzó a caminar hacia ella lentamente.
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Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo e hizo un gesto que indicaba que era mudo. "¡Oh!", dijo Esther. "¡Lo siento! ¿Está bien, Sr. Ochoa?".
El hombre negó con la cabeza enfáticamente y puso el papel que sostenía en las manos de Esther. Ella vio que era una hoja de papel doblada por la mitad, sin dirección.
"Señor Ochoa, no puedo llevarme esto...", comenzó a explicar, pero el hombre tenía lágrimas en los ojos e hizo un gesto de imploración. Esther decidió meterse el papel en el bolsillo.
"Está bien, Sr. Ochoa", dijo. "Me encargaré de esto por usted". Se fue con la imagen del Sr. Ochoa y sus ojos suplicantes grabada en su mente. Al terminar de trabajar, Esther abrió la nota y se sorprendió por lo que estaba escrito allí:
"Por favor, por el amor de Dios, ayúdeme. Mi hija se mudó a mi casa y me quita el dinero de la pensión. No he comido nada en tres días y pronto estaré demasiado débil para salir", rezaba la nota.
"Por favor, por el amor de Dios, ayúdeme", concluyó el mensaje.
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La nota estaba firmada por Daniel Ochoa. Esther fue a hablar con su supervisor de inmediato y llamaron a la policía. Ella insistió en acompañarlos, y en el camino, compró algunos víveres para el Sr. Ochoa.
Cuando la policía llegó al hogar del Sr. Ochoa, llamaron a la puerta. Segundos después, una mujer alta y de mal aspecto abrió y les preguntó qué estaban haciendo en su casa.
"Nos gustaría hablar con su padre, señora", dijo cortésmente uno de los oficiales de policía.
"¿Mi padre? Mi padre es mudo. ¡No ha hablado en 20 años!", espetó la mujer. Pero cuando los oficiales de la ley insistieron, los dejó entrar a regañadientes.
El interior del hogar era todo un desastre. Estaba lleno de botellas vacías y basura. El único espacio limpio y ordenado era la cocina, donde estaba sentado el señor Ochoa.
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La policía rápidamente confirmó que el señor Ochoa había escrito la nota que Esther les había mostrado. Momentos después, esposaron a la hija del hombre por fraude y se la llevaron detenida.
Esther abrazó al Sr. Ochoa, y con el permiso de la policía, rápidamente le preparó algo de comer. Posteriormente, el Sr. Ochoa fue llevado al médico y tratado por desnutrición.
Su hija se salvó de la cárcel de milagro, con una sentencia suspendida. Pero había una condición: tenía que mantenerse alejada de su padre.
En cuanto a Esther, siempre se asegura de estar en casa del Sr. Ochoa a la hora del almuerzo para poder preparar algo de comer para ambos. Ella y el Sr. Ochoa son ahora prácticamente mejores amigos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca sabemos lo que sucede a puertas cerradas. Alguien podría estar sonriendo y aún ser víctima de abuso, así que prepárate para ofrecer ayuda y apoyo.
- Las personas mayores son a menudo víctimas de explotación y merecen protección. Los miembros mayores de nuestra comunidad son vulnerables ante personas deshonestas y sin escrúpulos, y debemos protegerlos.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.