Mujer alimenta al niño sucio que encontró en la puerta de su casa: 10 años después se reencuentran - Historia del día
El acto de compasión de una mujer hacia un niño hambriento años después terminaría cambiando su vida de la manera más inesperada.
A la mayoría de las personas les enseñan valores como la compasión y la amabilidad, pero a menudo no los aplican en su vida cotidiana. Ignorar a los necesitados es más fácil que tratar de hacer algo por ellos.
Una mujer decidió no darle la espalda a alguien que necesitaba ayuda. Pero jamás se imaginó que un pequeño acto de bondad cambiaría la vida de dos personas.
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Hortensia Garrido se consideraba una mujer afortunada. Tenía un esposo cariñoso, hijos que la adoraban, una vida agradable y gozaba de buena salud. Pero era consciente de que no todos eran tan afortunados como ella.
La mujer recaudaba fondos para varias organizaciones benéficas, pero en verdad, rara vez se veía cara a cara con los necesitados. Eso cambió en una hermosa tarde a finales de septiembre.
Hortensia oyó el timbre sonar, y luego un golpe suave. Abrió la puerta, pero no vio a nadie y pensó que era una broma. Al mirar hacia abajo, notó a un niño de unos 9 o 10 años, parado en el umbral.
"Buenas tardes", dijo Hortensia sonriendo.
El chico miró a Hortensia, y ella vio que estaba pálido y mugroso. Su ropa estaba muy sucia. "Señora, por favor... ayúdeme", balbuceó el niño, y colapsó en el suelo.
Hortensia gritó llamando a su marido. Él se acercó y la ayudó a llevar al niño adentro y acostarlo en el sofá. "Gregorio, no sé quién es este pobre niño, pero está pálido y flaco", dijo la mujer, consternada.
"Amor, creo que deberíamos llamar a la policía, o a una ambulancia por lo menos", respondió Gregorio. Pero Hortensia no quería involucrar a nadie todavía.
"Espera, por favor. Vamos a ver qué dice cuando despierte", dijo. Al rato, el chico despertó. Estaba aterrado de estar en un lugar desconocido.
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"Hola. Tranquilo, hijo. Todo está bien", dijo Hortensia gentilmente. "Te desmayaste y te traje adentro. ¿Estás enfermo, cariño?", preguntó. Los ojos del niño se llenaron de lágrimas.
"Tengo hambre, señora. No he comido en tres días. No tengo a nadie que me dé de comer. Pregunté en todas las casas de esta cuadra y me corrieron, me dijeron que era un mendigo", dijo el niño entre lágrimas.
Sus labios temblaban. Hortensia podía ver que se sentía humillado por tener que pedir comida. "Bueno, pues es tu día de suerte. Yo estaba a punto de hacerme un sándwich gigante de pollo asado. ¿Quieres uno?".
Los ojos del niño se iluminaron, y Hortensia lo llevó a la cocina. Allí preparó sendos sándwiches de pollo, y preparó un vaso de leche chocolatada para el niño.
"¿Cómo te llamas, cariño?", preguntó la mujer al chico, que miraba la comida con ojos hambrientos. "Me llamo Sebastián, pero mis amigos me dicen Bastián", respondió.
"Bueno, Bastián", dijo Hortensia, "quiero que comas despacio para que no te caiga mal la comida, ¿de acuerdo?". Bastián asintió con la cabeza y empezó a comer. Entretanto, Hortensia le preguntó cómo había llegado a su puerta esa tarde.
Bastián dio un gran mordisco y respondió con la boca llena. "Mi mamá está en el hospital y no hay nadie que me cuide. Me quedé sin comida, pero no quería pedir ayuda a la policía ni nada, porque si llaman a Servicios Infantiles, me llevarían lejos".
"Pero Bastián, ¡tienes que pedir ayuda! ¡No sabes cuánto tiempo va a estar tu madre en el hospital!", replicó Hortensia.
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"¡No!", gritó Bastián. "No hay que llamar a nadie. Mi abuelita viene a cuidarme, pero no llegará sino hasta mañana. Pero tenía tanta hambre que pensé que me iba a morir".
"Entiendo, Bastián. No tenemos que llamar a nadie. Puedes quedarte aquí conmigo, por lo menos hasta que llegue tu abuela. Dame su número de teléfono y yo la llamo", dijo Hortensia.
Esa noche, Bastián durmió en una cama limpia, y con ropa limpia. Hortensia lo alimentó, lo hizo tomar un buen baño, y lavó su ropa con cuidado. Al día siguiente, su abuela fue a buscarlo a casa de Hortensia.
La mujer no volvió a saber del niño, y siguió con su vida. De vez en cuando recordaba aquel día, y se preguntaba qué habría sido de aquel chico. Pasaron los años, y Hortensia vivió momentos oscuros.
Aún tenía un esposo amoroso e hijos que la adoraban, pero su salud había decaído mucho. Los médicos le dijeron que si no se sometía a un trasplante de riñón pronto, no sobreviviría.
Desafortunadamente, Hortensia tenía un tipo de sangre poco común, por lo que sus probabilidades de obtener un riñón compatible a tiempo eran bajas. Su esposo e hijos no eran compatibles, por lo que Hortensia hizo las paces con la idea de morir.
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Pero la hija de Hortensia no se rindió. Hizo un llamado en redes sociales, contando la historia de su madre con su foto. Le pidió a todos sus parientes que lo compartieran para alcanzar a tanta gente como fuese posible.
La perseverancia de la joven fue recompensada. Muchas personas se presentaron para hacerse la prueba y ver si eran compatibles. Y un sujeto desconocido resultó ser compatible. Estaba más que dispuesto a donar un riñón.
Días después, Hortensia y el donante estaban en el hospital, preparándose para la operación. La mujer pidió hablar con el generoso desconocido, y una enfermera la llevó a su habitación.
"Solo quería darle las gracias...", dijo Hortensia al apuesto joven que yacía frente a ella. "¡Y decirle que nunca podré pagarle lo que está haciendo por mí!"
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El joven sonrió. "¿Pagarme? ¡Pero, señora Hortensia, yo le estoy pagando a USTED! Hace diez años me moría de hambre y usted me salvó la vida. Puede que no se haya dado cuenta, ¡pero esa amabilidad y ese sándwich significaron mucho para mí!".
"¿Bastián?", preguntó Hortensia, sorprendida. Lo tomó de la mano y lágrimas corrieron por su rostro. "¡Ay, mi niño, gracias! ¡Cómo has crecido!", exclamó.
En ese momento, los cirujanos se llevaron a ambos al quirófano para la cirugía. Cuando despertaron, fueron colocados en la misma habitación, uno al lado del otro, y pasaron horas poniéndose al día.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- A veces se necesita muy poco para salvar una vida. Bastián se estaba muriendo de hambre y Hortensia le dio comida, cuidado y seguridad cuando más lo necesitaba.
- La bondad se devuelve. Hortensia nunca imaginó que algún día Bastián la salvaría, tal como ella lo había salvado a él.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.