Cada día, mujer pálida mira a niño a través de ventana vieja y se esconde rápidamente cuando él la ve - Historia del día
Un chico quedó atónito cuando descubrió la identidad de la misteriosa, pálida y delgada mujer que lo observaba en secreto.
William notó por primera vez a una mujer alta y pálida mirándolo por la ventana de una casa vieja cuando iba de camino a la escuela.
Ella se dio cuenta de que él la había visto y rápidamente se escondió, pero al día siguiente se asomó a mirarlo de nuevo.
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Luego apareció en una de sus prácticas de béisbol. Ella estaba medio escondida detrás de las gradas y al principio él pensó que era una de las mamás que fumaba a escondidas.
¡Pero entonces vio que era la mujer pálida de la vieja casa!
Cuando la mujer vio que William la estaba mirando, se dio la vuelta rápidamente y salió corriendo. Después de eso, al chico le pareció que la mujer pálida estaba dondequiera que él fuera.
Si iba al cine con sus amigos o al abasto, ella estaba allí. Era un poco espeluznante, como en una historia de terror, así que le dijo a su mamá.
“Mamá”, dijo Will, jugando con su puré de papas en el plato. “Mami, hay una mujer rara siguiéndome todo el tiempo”. Esther Rodríguez bajó sus cubiertos y miró a su hijo. “Will, mamá y papá te han dicho que si algún extraño...”.
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“Tranquila mamá, es una mujer”, dijo el chico. “Parece una extra de una de esas películas de zombis, como un espantapájaros o algo así”.
El padre de Will negó con la cabeza. “¡Creo que has estado viendo demasiado Netflix!”.
“Jaime”, dijo Esther. “¡Si Will se siente perturbado por esta persona, entonces no es broma! ¿Dónde la ves normalmente, hijo?”.
“Bueno, tengo un partido de béisbol mañana”, dijo el chico, “y ella suele aparecer en los partidos”.
“Entonces tu papá y yo estaremos allí”, dijo la madre con firmeza. “Y si esta mujer es una acosadora, tomaremos medidas”.
A la tarde siguiente, cuando Will se acercó al plato, Esther estaba escaneando las gradas, buscando a la acosadora de su hijo, una mujer alta y delgada. Esther la vio y le dio un codazo a su marido.
“¡Mira, ahí, junto a Helena Jiménez!”, susurró la madre.
Jaime miró y jadeó. “¡Guau! ¡Sí tiene cierto parecido a un zombi!"
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“¡Basta!”, gritó Esther. “¡Mírala, mírala a los ojos!”.
“¡Dios mío!”, jadeó el hombre. “¿Crees... después de todos estos años?”.
Esther se levantó. “Eso creo, y considero que necesitamos tener una charla con Will esta noche”.
La mujer delgada y pálida vio a Esther y a Jaime alejarse, luego continuó mirando ansiosamente a Will mientras bateaba y corría tan rápido como podía hacia la primera base.
Una dulce sonrisa iluminó ese rostro delgado, y sus ojos azules brillaron, azules como los del chico.
La vida de Jimena González había sido una cadena interminable de desgracias que la había llevado a quedarse mirando a su propio hijo desde la distancia, separada de lo que más amaba en el mundo.
Tal vez todo comenzó cuando ella era solo una niña. En aquel entonces su papá la había abandonado a ella y a su madre. Su mamá luego había comenzado a tener muchos novios extraños.
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O tal vez todo inició cuando dejó la escuela para ir a trabajar a un restaurante cuando solo tenía 17 años. Fue en ese lugar donde conoció a Alfredo, un joven que parecía genial, guapo y poderoso.
Él se fijó en Jimena, le sonrió y la invitó a salir. Era un sueño hecho realidad, montar en la parte trasera de su motocicleta, conocer a sus geniales amigos.
El sueño se agrió cuando la joven descubrió que estaba embarazada. No sabía qué hacer, solo tenía 16 años y vivía en la trastienda de una caravana con su mamá.
Cuando le dijo a Alfredo pensó que él se enfadaría, pero él sonrió con orgullo. “Nena”, dijo. “Ese es solo el primer bebé, ¡vamos a tener una docena!”, y la joven sonrió aliviada. Alfredo iba a estar a su lado, ¡todo iba a estar bien!
Cuando Jimena le dijo a su mamá, esta se enojó mucho, la insultó y le dijo que se fuera. Pero estuvo bien, pues se mudó con Alfredo.
“Tenemos todo, nena”, le dijo el joven. “¡Y pronto serás mamá!”.
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“Alfredo”, dijo Jimena unos meses después. “Tenemos que comprar una cuna para el bebé y algunas otras cosas. ¿Podrías darme algo de dinero?”.
“¿Dinero?”, el joven no estaba de buen humor y tiró su botella de cerveza contra la pared, “¡Siempre me pides dinero!”, gritó.
“¡Pero es para el bebé!”, lloró la chica.
“¡Deja de lloriquear, te conseguiré tu maldito dinero!”, Alfredo gruñó. “¡Soy un buen proveedor, no como tu mal padre!”.
Al día siguiente, el joven había llegado tarde a casa. Estaba sudando, temblando y con la chaqueta manchada de sangre. Sacó un puñado de dinero y se lo arrojó a Jimena.
“¡Ahí está tu dinero!”.
“¡Alfredo!”, la joven jadeó, al ver que algunos de los billetes estaban llenos de sangre. “¿Qué hiciste?”.
“¡Hice lo que tenía que hacer en este país donde un hombre no puede conseguir trabajo!”, gritó el joven. “¡Eso fue lo que hice!”.
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“La sangre, ¿estás herido?”, preguntó Jimena.
“No es mi sangre”, dijo Alfredo. “Ese estúpido empleado, le dije que se quedara quieto y no lo hizo. No fue mi culpa...”.
“Ay, Dios mío”, susurró la chica. “¿MATASTE A ALGUIEN?”.
“¡Cállate la boca!”, gritó Alfredo. “¡No digas una palabra, ¿me escuchaste? ¡O tal vez también te pase algo a ti!”.
Jimena se quedó muy quieta y se mantuvo muy callada. Entonces supo que, si Alfredo podía lastimar a la gente, también se lo podría hacer a ella, así que no dijo nada.
Llevó la chaqueta favorita del joven a la tintorería y cuando la mujer le preguntó por las manchas inventó una excusa. Cogió la chaqueta y echó a correr.
Dos días después, la policía llegó a su puerta y arrestaron a Alfredo por robo y asesinato, y a Jimena, que fue considerada cómplice, por haber intentado deshacerse de las pruebas. Su bebé nacería en prisión y sabría que su mamá y su papá eran criminales.
Entonces, cuando pusieron a ese hermoso pequeño en los brazos de Jimena, ella le dijo a la mujer que quería una vida mejor para su hijo, que quería que él fuera feliz, saludable y orgulloso.
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La joven madre firmó los papeles de adopción y todo lo que pidió fue que le dieran una foto de su hijo una vez al año. Esa foto se había convertido en el salvavidas de Jimena, y ella seguía soñando con un día acercársele y decirle: “Soy tu mamá”.
Pero catorce años después de su sentencia de prisión, a Jimena le habían diagnosticado leucemia y el director había autorizado, por compasión y atendiendo a su buen comportamiento, adelantar su liberación. “Me están liberando para morir", pensó la madre, "pero tal vez pueda ver a mi hijo antes de fallecer”.
Por eso Will había visto a la mujer pálida mirando, bebiendo cada segundo de su presencia, pero a Jimena le esperaba una gran sorpresa. A la mañana siguiente, alguien llamó a la puerta de su modesto apartamento.
Cuando la abrió, se quedó atónita al ver de pie frente a ella a Esther y Jaime Rodríguez, y junto a ellos, ¡sonriendo tímidamente estaba Will!
“Jimena”, dijo Esther. “Te envié muchas cartas a lo largo de los años, pero nunca tuve la oportunidad de agradecerte por el maravilloso regalo que nos diste”.
“Tu oficial de libertad condicional nos dio tu dirección porque hay alguien que nos gustaría que conocieras”.
Luego Esther se giró hacia Will y le dijo: “Hijo, esta es tu madre biológica. Hizo algo muy difícil para que pudieras tener una vida mejor. Te amaba tanto que te dejó ir”.
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Will dio un paso adelante y abrazó a Jimena, que no podía dejar de llorar. “Puedo verte, tocarte antes de morir... ay, hijo mío...”, lloró.
“¿Morir?”, preguntó Jaime aturdido. “Pero Jimena, ¿estás enferma?”.
La mujer asintió. “Sí, leucemia. La quimioterapia no funcionó, esperaban tal vez un trasplante de médula ósea, pero no hubo coincidencias”.
Will se giró hacia Esther. “¡Mamá, eres doctora! ¿Podría ser compatible?”.
Al final resultó que el chico era compatible y se sometió al doloroso procedimiento para ser donante para Jimena, lo que le devolvió el regalo de la vida.
La mujer encontró un trabajo cuando se recuperó y se mudó cerca de los Rodríguez para poder ver a su hijo todos los días. Pero ahora, cuando va a los juegos de béisbol, ya no se esconde.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor incondicional significa hacer lo mejor para el ser amado, sin importar lo difícil que sea. Jimena quería que Will tuviera la mejor vida posible, así que lo dio en adopción.
- No importa cuántos giros y vueltas dé nuestra vida, siempre hay esperanza de un final feliz. Jimena pensó que iba a morir triste y sola, pero recuperó la salud y pudo compartir con su hijo.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.