Padres echan a su hija embarazada al frío: años después le piden ayuda - Historia del día
Los Morales echaron a su hija Pamela de la casa un día de invierno, luego de que ella anunciara que estaba embarazada. Años más tarde, sus caminos se cruzaron nuevamente cuando su padre se le acercó en busca de ayuda.
Pamela conoció a Julio mientras caminaba por el pasillo de su escuela secundaria con una pila de libros. Tropezó con algo y estaba a punto de caer cuando él corrió en su ayuda y evitó el desastre.
La joven estudiante le agradeció al hombre por su amabilidad antes de recoger tímidamente sus libros y marcharse. Desde ese día, parecía como si una fuerza desconocida los hiciera cruzarse constantemente.
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Poco después, estos encuentros inesperados se convirtieron en amor y prometieron ser parte de la vida del otro hasta la muerte. Sin embargo, ella nunca les contó a sus padres sobre su novio, temiendo que nunca lo aceptarían.
Cuando quedó embarazada y su abdomen comenzó a crecer, ya no fue posible ocultar la verdad. Como resultado, se armó de valor y les dijo que quería criar al niño. Pero a sus padres no estuvieron de acuerdo con ella.
“¿EMBARAZADA?”, le gritó la Sra. Morales a su hija. “¡No puedes tener un hijo con ese pobre desgraciado!”.
“¡Basta, mamá!”, replicó Pamela. “Tengo 18. Ya no soy una niña. ¡Julio y yo nos amamos!”.
“Tendrás que abortarlo, Pamela”, declaró su padre. “¡Ese niño no llevará nuestro apellido! De hecho, es una vergüenza para mí que mi hija haya quedado embarazada de un hombre que es solo un conserje”.
“¡No me importa, papá!”, dijo Pamela. “¡No voy a interrumpir mi embarazo!”.
“¿Has perdido la cabeza, Pamela? ¿De verdad estás eligiendo a ese hombre sobre nosotros?”, gritó su madre enojada.
“¡No soy yo, mamá! ¡Son ustedes! Es cierto que Julio no proviene de una familia rica, pero lo amo, mamá. ¿Por qué no pueden simplemente aceptarlo?”.
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“¡De ninguna manera! Nadie en nuestra familia se ha casado con alguien de una clase social baja, y tú tampoco lo harás. ¡Vete de aquí si quieres llevar en tu vientre la sangre de ese hombre! ¡Desde hoy estás muerta para nosotros!”
La pobre Pamela tenía lágrimas en los ojos cuando su padre la echó de la casa. Miró a su madre con ojos tristes, pensando que ella entendería su difícil situación, sin embargo, fue en vano.
Pamela vestía un camisón delgado y pantuflas cuando salió de la casa de sus padres y se dirigió a la de Julio. Afuera estaba nevando. Ella estaba temblando de frío, y se sobaba la pancita para sentirse cerca de su bebé.
De alguna manera llegó a la casa de su novio esa noche, pero antes de que pudiera tocar el timbre, su visión se oscureció y cayó desmayada en el suelo.
Julio había decidido ir a una tienda cercana, y cuando salió de la casa la vio inconsciente. Inmediatamente, llamó al 911 y la llevó al hospital. Al despertar, Pamela se dio cuenta de que lo peor ya había pasado: había perdido a su hijo.
“¡Julio!”, sollozó mientras agarraba su mano. “¡Nuestro hijo! ¡Perdí a nuestro bebé!”. No podía dejar de llorar.
“Todo estará bien, Pamela”, le dijo. La abrazó y la consoló, ocultando las lágrimas en sus ojos. “Estoy aquí contigo”.
No obstante, nada podía consolarla en ese momento, y durante varios días continuó culpándose a sí misma por lo ocurrido. Julio se olvidó temporalmente de todo y centró toda su atención en Pamela.
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Afortunadamente, con su ayuda, gradualmente salió de su depresión y decidió comenzar de nuevo. Los jóvenes se mudaron juntos después de que ella fuera dada de alta del hospital, y ambos comenzaron a buscar un empleo estable.
Julio tuvo la suerte de encontrar uno en un servicio de alquiler de coches. Pamela decidió terminar sus estudios, por lo que aceptaba solo trabajos de medio tiempo para complementar sus ingresos.
Unos años más tarde, se graduó en derecho y comenzó a hacer una pasantía en una firma de renombre. Cuando terminó la pasantía, la firma, impresionada por su desempeño, la contrató como empleada a tiempo completo.
Pamela y Julio decidieron sacar una hipoteca para el apartamento. Pronto se enteraron de que estaban esperando un bebé, y se sintieron en una nube, por decir lo menos.
Los padres de Pamela nunca se acercaron a ella en todos estos años, ni siquiera cuando recibieron una carta que su hija les escribió, donde les decía que los había perdonado y que quería verlos.
Nueve meses después, cuando dio a luz a una hermosa niña, se tomó un descanso del trabajo para pasar tiempo con su bebé. Mientras tanto, Julio había iniciado su propio negocio de alquiler de coches, y le estaba yendo bastante bien.
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Cuando la pequeña Julia cumplió 1 año, Pamela abrió un pequeño servicio de consulta en su casa y comenzó a tomar algunos casos antes de regresar a un trabajo de tiempo completo.
Un día, recibió una solicitud para manejar un caso criminal y el cliente le pidió que la encontrara en un restaurante. Pamela se congeló cuando llegó al restaurante y vio a su padre sentado a la mesa.
El hombre, una vez arrogante, ahora lucía extremadamente frágil. Pamela tardó un momento en darse cuenta de que el hombre detrás del rostro arrugado y las mejillas hundidas era de hecho su padre.
“¿Pensaste que no vendría a verte si mencionabas tu nombre en el correo?”, preguntó mientras se acercaba a él. “Bueno, si ese es el caso, déjame decirte que sí lo habría hecho porque no soy como ustedes”.
Su padre la miró con ojos llorosos. “¡Lo siento, Pamela! ¡Por favor, perdónanos por lo que hicimos! ¡Necesitamos tu ayuda!”
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“Sí, te escucho. Sé que esa es la única razón por la que me recuerdas después de todos estos años. Entonces, ¿qué hicieron esta vez?”
“Oh Pamela, te extrañábamos, pero estábamos tan avergonzados que nunca nos atrevimos a darte la cara. Pero ese no es el punto. Tu madre necesita ayuda. Hemos estado entre tribunales durante dos años, y todo nuestro dinero se agotó en el proceso”.
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“Ahora vivimos en un apartamento pequeño, ¡todo por culpa de tu madre! Estaba bebiendo y conduciendo, por lo que ocasionó un accidente donde tres personas perdieron la vida. Lo mejor que pudimos hacer para evitarle la cárcel fue obtener un certificado de que estaba sobria al volante”.
“Ya veo”, suspiró Pamela.
“Tienes que ayudarnos, Pamela. Pero no podremos pagar tus tarifas. ¡Lo siento mucho!”.
“¡Está bien, papá!”, le dijo. “Nunca te pedí dinero. Déjame ver qué puedo hacer”. Pamela pagó su factura, recogió los documentos sobre el caso de su madre y se fue.
En casa por la noche, revisó los archivos del caso y se dio cuenta de que un acuerdo entre las dos partes era la única forma de salvar a su madre. Acudió a las familias de las víctimas, las convenció de que su madre ya lo había perdido todo y que había sido castigada por sus errores.
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En la sala del tribunal, una semana después, las familias de las víctimas acordaron una compensación monetaria y la madre de Pamela fue liberada de los cargos.
La mujer no podía dejar de llorar y estaba a punto de agradecer a su hija por intervenir cuando Pamela salió de la sala del tribunal.
La Sra. Morales salió corriendo detrás de su hija y la vio con Julio y una niña. “¿Cuál es tu nombre, cariño?”, le preguntó a la niña, dándose cuenta del parecido con Pamela.
“¡Soy Julia!”, respondió la niña con una sonrisa.
“¡Tienes un nombre precioso, Julia! ¿Te gustaría venir a verme algún día?”, preguntó la Sra. Morales.
“Quizás más tarde”, intervino Pamela. “Tenemos planes para la noche”.
“¡Sí, está bien!”, exclamó la Sra. Morales. “¡Debo decirte, Pamela, que se parece mucho a ti! Tienes una hija encantadora”.
“¡Bueno, se parece más a su padre, mamá!”, dijo con firmeza. “¿Recuerdas al pobre hombre que no estaba a la altura de tus estándares? Nos iremos ahora. ¡Adiós!”
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Pamela sabía que si sus padres no la hubieran echado a la calle, Julia habría tenido otra hermana o hermano. Pero si su hija quería ver a sus abuelos, no se lo prohibirá. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a perdonarlos.
Todavía sentía mucho dolor en el pecho por haber perdido a su primer hijo y por haber sido abandonada por sus padres, quienes solo se volvieron a acercar a ella cuando necesitaron su ayuda.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Actúa antes de que sea demasiado tarde. El primer hijo de Pamela estaría vivo si sus padres no la hubiesen abandonado en las calles cuando más necesitaba de su ayuda.
- El verdadero amor todavía existe. El amor de Julio por Pamela se hizo evidente por la manera como la cuidó y por nunca haberse apartado de su lado.
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