Pobre hombre halla diario de su abuela en ático y ve mapa marcado con cruz roja - Historia del día
Un hombre pobre le hace un favor a un vagabundo y sin darse cuenta encuentra un mapa que lo llevó a un cofre enterrado en la ciudad natal de sus difuntos abuelos.
Una casa. Esa era la única diferencia entre Simón Caldera y otros mendigos de la calle. Era un hombre extremadamente pobre que apenas podía mantener su humilde hogar. Tenía muchas deudas y los cobradores amenazaban con tomar su casa, lo que confirmaría su condición de mendigo.
Su esposa, Celina, y su hijo Juan lo habían dejado hace dos años después de que lo despidieron. Desde entonces, se mudó a la casa de sus padres, y allí se quedó.
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En unos meses, la casa sería confiscada y tendría que ganarse el sustento en la calle. Su situación hizo que el hombre se estremeciera. Pero sabía que era su única opción.
A pesar de todo eso, Simón era un hombre muy amable y sincero que brindaba ayuda a todos los que la necesitaban. Una noche, estaba en casa resolviendo un crucigrama cuando escuchó un golpe en la puerta.
De pie en su porche había un pobre vagabundo que parecía desnutrido y con mucho frío: se acercaba el invierno.
"¿Puedo ayudarte?", preguntó Simón con tono de preocupación. Los mendigos no llamaban a menudo a las puertas para pedir ayuda, y si este lo era, significaba que estaba bastante necesitado. “Ese podría ser yo en unos meses”, pensó Simón.
"Tengo mucho frío y me preguntaba si me podrían prestar una manta que pudiera usar. Me quedo a la vuelta de la esquina en ese callejón", dijo el hombre, señalando el área donde pernoctaba un popular indigente.
"Sí. Espera aquí un momento, estoy seguro de que puedo encontrar una manta extra para ti", le dijo Simón al mendigo.
"¿Tendrá algo de comida? Estaría extremadamente agradecido si pudiera darme un poco", agregó apresuradamente el hombre. El hambre se reflejaba en sus ojos.
Simón se sintió fatal porque tampoco tenía nada y también tenía hambre. "Lo haría si pudiera, pero apenas tengo suficiente para mí esta noche", dijo. "Pero te traeré esa manta y algo de ropa abrigada".
Después de cerrar la puerta, Simón se dirigió a su ático, donde encontró algunos de los abrigos de su abuelo.
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Acababa de decidirse por uno que se veía en muy buen estado cuando un pequeño cuaderno viejo cayó de su bolsillo. Lo recogió y miró en su interior. De inmediato reconoció que tenía dentro el nombre de su abuela: Linda.
Hizo una nota mental de revisar el libro después de lidiar con el vagabundo. Dejó caer el libro sobre la mesa antes de regresar a la puerta principal y entregar el abrigo.
Después de darle la prenda al hombre, se sentó a leer el cuaderno, olvidando su crucigrama. En una de las páginas, encontró un mapa dibujado con una cruz roja.
La marca roja estaba ubicada en el mismo pueblo en el que habían vivido sus abuelos. También notó que la calle era la misma en la que nació y se crio su abuela.
Su curiosidad se apoderó de él, así que, al día siguiente, Simón fue allí y rastreó la ubicación exacta de la cruz roja. Estaba cerca del bosque, no lejos de la casa de su infancia, por lo que fácilmente lo encontró y excavó exactamente donde estaba dicha marca.
Desenterró un pequeño cofre en el proceso, y comenzó a soñar despierto mientras lo abría. Imaginó en qué gastar el oro que tendría adentro.
Pero ese sueño se desvaneció después de que abrió el cofre. Adentro solo había una pequeña estatua de arcilla de lo que parecía ser uno de los dioses que los paganos solían adorar en la Edad Media.
Lo decepcionó y provocó un ataque de ira tan intenso que estuvo a punto de arrojar la estatua contra una roca. Pero luego recordó cómo lo había encontrado y a quién probablemente pertenecía.
"Sería una falta de respeto hacer eso", se dijo.
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Más tarde ese día, compró un poco de cerveza y pasó la noche en casa bebiendo. En algún momento de esa noche, sonó el timbre de la puerta y Simón se encontró con el mismo vagabundo que llegó el día anterior: quería devolverle el abrigo.
"Gracias", dijo agradecido el mendigo, pero Simón se negó.
"Es tuyo ahora", dijo.
Estaba a punto de cerrar la puerta cuando el mendigo hizo un repentino comentario. "Vaya, ¿eres un coleccionista?", preguntó.
"¿Qué quieres decir?", precisó Simón.
"Deberías ser una persona muy rica, después de todo, tienes una estatua maya en tu colección y esas cosas pueden costar mucho", dijo el mendigo, sorprendiendo a Simón.
"Gracias, pero solo soy un hombre humilde que vive en un hogar humilde", dijo con modestia incluso mientras su mente avanzaba a toda velocidad. Si la estatua era cara, podía conseguir un buen precio por ella y eso le ayudaría a saldar sus deudas.
Al día siguiente, fue a una casa de empeño, donde descubrió lo rara que era la pieza que había hallado en el cofre. Más tarde esa semana, la vendió en una subasta y ganó suficiente dinero para pagar sus deudas.
También estableció una pequeña empresa y continuó ayudando a las personas pobres y sin hogar porque creía que el mendigo había permitido que alcanzara su riqueza.
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¿Qué aprendimos con esta historia?
- Evita tomar decisiones por ira: Simón casi rompió la estatua que encontró debido a la ira, pero entró en razón justo a tiempo. La pieza tenía un gran valor y al venderla lo ayudó a resolver sus problemas.
- Sea amable cada vez que puedas: Simón tenía un abrigo extra, pero comida solo para él, por lo que tuvo que negársela al mendigo. No fue un acto egoísta, sino una elección que tomó para asegurar su propia supervivencia. Aun así, valió la pena al final.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.