Niña roba caja de bombones para mamá gravemente enferma y policía la atrapa - Historia del día
Una niña roba bombones para su madre moribunda e intenta huir. Sin embargo, es atrapada en el acto por un oficial de policía, quien le da una lección de la manera más inesperada.
Mariana Cabrera se despertó lentamente, frotándose los ojos mientras los rayos del sol de la ventana caían sobre su rostro. Se levantó, miró por la ventana y vio que la nieve ya había cubierto toda la zona exterior de su casa.
Era Nochebuena, el día para celebrar con la familia y pasar un buen rato. Ella solía ser empleada en una pequeña empresa, pero ahora llevaba tres meses sin trabajo.
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A la mujer le habían diagnosticado una enfermedad muy grave y los médicos querían ingresarla en un hospital para tratarla, pero ella no podía pagarlo. Era madre soltera, y apenas se las arreglaba con sus escasos ahorros para mantenerse junto a su hija Judith de 6 años.
Estar un rato cerca de la ventana de repente hizo que Mariana se sintiera mareada, por lo que regresó a su cama y cerró los ojos. En ese momento, Judith se acercó corriendo a ella.
“¡Mami! Es Nochebuena. ¡Finalmente, le pediré a Santa que te ayude a estar saludable!”.
Mariana abrió los ojos, aunque no se sentía bien después del mareo que había experimentado. Se volvió lentamente en dirección a Judith y susurró suavemente en un tono entrecortado.
“Espero que mamá se recupere pronto también, cariño. Siento no poder hacer mucho por ti. Mamá no puede ser una buena madre en este momento”.
“¡No, mami! ¡No digas eso!, dijo la niña, limpiando las lágrimas de su madre. “¿Recuerdas que me dijiste que Santa escucha a los niños buenos y les conceden sus deseos? Le diré a Santa que me conceda mi deseo”.
“Eres una buena niña, cariño”, dijo Mariana con una leve sonrisa. “Estoy seguro de que Santa te escuchará”.
Judith le dedicó una gran sonrisa y, de repente, su expresión cambió. “¿Qué pasaría si Santa está ocupado, mami? ¡Entonces no concederá mi deseo y tú nunca estarás saludable!”. Mariana se rio de la inocencia de Judith.
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“Entonces puedes pedirle a Santa que me traiga una caja de deliciosos chocolates... ¡De almendras! Dile a Santa que estos son los chocolates favoritos de tu madre y que estará bien si los trae. Santa lo entenderá ¡EL CHOCOLATE CURA TODAS LAS HERIDAS!”.
“¿De verdad?”. Los ojos de Judith se abrieron con sorpresa. “¿El chocolate puede hacerte más saludable, mami?”.
“Sí, cariño”, asintió Mariana con la cabeza y luego cerró los ojos lentamente, incapaz de soportar la repentina debilidad de su cuerpo. “Mami se va a dormir un rato, cariño. Cuando se levante, te preparará una buena cena”, murmuró, mientras dejaba que su cuerpo se rindiera al agotamiento.
La pequeña Judith la besó en la mejilla y le susurró suavemente al oído. “No voy a esperar a Santa, mami. Todo estará bien porque hoy te traeré los bombones”.
Cuando su mamá se durmió, la pequeña Judith fue silenciosamente a su habitación y rompió su alcancía. Recogió todas sus monedas y un billete de un dólar, y fue a la pastelería de la calle.
“¡Hola! ¿Me podrías dar una caja de bombones de almendras?”, preguntó la niña.
La dependienta envolvió la caja en un hermoso envoltorio navideño.
“Aquí tienes, niña. Son $20”.
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Judith sacó todo el dinero que tenía consigo y lo colocó sobre el mostrador. La mujer miró las pilas de monedas y el billete de un dólar.
“¿Es esto todo el dinero que tienes?”.
“Sí”, dijo la niña mientras la joven le dirigía una mirada de lástima.
“Eso no es suficiente para una caja entera de bombones. Si quieres, puedes llevar algunos caramelos”, dijo la amable joven.
“¡No!”, exclamó Judith. “Mami nunca estará bien si no consigo los chocolates”.
"Lo siento, realmente no puedo ayudarte”.
Pero Judith no se iba a rendir. Se había prometido a sí misma que haría cualquier cosa para que su madre se recuperara rápidamente.
Cuando nadie la miraba, se dirigió en silencio a uno de los pasillos donde había una gran multitud, tomó una caja de bombones y la escondió en su abrigo.
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Intentó huir de la tienda lo más rápido posible antes de que alguien la notara, no obstante el oficial Hernández la atrapó.
“Hola. Veo que te vas a comprar algunos chocolates. ¿Me puedes decir cuáles vas a comprar? Me gustaría comprarlos para mí también”.
“No, no voy a llevar bombones”, mintió la niña. “Tengo que irme a casa. ¡Mami me está esperando!”.
“Entonces, ¿qué hay dentro de tu abrigo? ¿Te importaría mostrármelo?”.
En este punto, Judith entendió que no podía seguir mintiendo. Lentamente, se quitó la mano de la chaqueta dejando al descubierto la caja de bombones. “Lo siento. No quería tomarla, pero si logro llevármela todo estará bien”.
El oficial Hernández se arrodilló frente a ella y le preguntó gentilmente: “¿Cómo te llamas, cariño? Sé honesta. ¿Por qué robaste la caja?”.
“Me llamo Judith”, susurró la niña con los ojos llorosos. “Mi mamá está enferma. Los médicos le dijeron que tenía que estar en el hospital y ella no pudo ir. ¡Me dijo que el chocolate curaba las heridas!”.
“Escucha, Judith”, dijo el oficial. “Le daremos los chocolates a tu mamá, pero no los tomaremos sin pagar. Robar no es algo bueno, ¿de acuerdo? Ven, vamos por tus chocolates”.
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Dicho eso, el oficial Hernández fue hasta la caja y le compró los chocolates. Luego acompañó a la niña a casa. Mariana estaba en la puerta cuando llegaron, preocupada. “¡Judith, cariño! ¿Por qué te fuiste de casa sin decírmelo? ¿Estás bien?”.
Judith corrió rápidamente hacia ella. “Lo siento, mami. Fui a buscarte bombones. Me preocupaba que Santa estuviera ocupado”.
“¡Oh, Dios mío! Mami va a estar bien. ¿De dónde sacaste el dinero para los chocolates?”.
“Este buen oficial me ayudó, mamá”, respondió Judith, señalando al oficial Hernández. "¡Gracias!”.
“Está bien, Judith”, dijo el oficial Hernández con una sonrisa. “¿Podrías ir a jugar adentro? Tu mamá y yo necesitamos hablar de algo”.
Judith le sonrió, le entregó a su madre la caja de chocolate y entró corriendo.
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Cuando Judith se fue, el oficial Hernández le contó que la niña había intentado robar los bombones en la tienda. Mariana se disculpó, le explicó la situación y admitió que era culpa suya por haberle dicho que todo estaría bien si le regalaba chocolates.
Ella intentó pagarle al oficial Hernández, pero él se negó, diciendo que estaba bien y se fue. Sin embargo, tres días después, las volvió a visitar.
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Sorprendió a Mariana con un cheque por una gran suma de dinero que había reunido luego de crear una página de GoFundMe para ella y Judith.
“Es maravilloso ver que tanta gente ha querido involucrarse para ayudarla. Pudimos recaudar el costo de su tratamiento y más en solo tres días, señora”.
La generosidad del oficial Hernández hizo que a Mariana se le llenaran los ojos de lágrimas. “¡Muchas gracias, oficial! ¡No sé cómo agradecerle!”.
De repente, Judith salió corriendo. “¡Oh, es mi amigo el oficial! ¿Por qué lloras, mamá?”.
El oficial Hernández levantó a Judith en sus brazos y dijo: “¿Recuerdas el día en que no robaste los chocolates, sino que los compraste?”.
“¡Sí!”, respondió la niña.
“A Santa no le gustan los niños que roban, Judith. Así que cuando vio que no robaste, sino que los compraste, decidió ayudar a tu madre, y ahora ella estará bien, y está tan feliz por eso que no puede deja de llorar”.
“Pero tenías razón; Papá Noel estaba ocupado, y le tomó un tiempo conceder tu deseo”.
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“¿De verdad?”, preguntó Judith, y sus ojos se iluminaron.
“Sí, Judith. Entonces, de ahora en adelante, recuerda que si haces el bien, recibirás algo bueno a cambio. Esos chocolates realmente ayudaron a tu mamá. ¡LOS CHOCOLATES CURAN TODAS LAS HERIDAS!”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Aprenda a ser amable y servicial; no cuesta nada. El oficial Hernández ayudó a Judith y a su madre sin esperar nada a cambio. Si tratamos de ser como él, el mundo podría ser un lugar mucho mejor.
- Un pequeño acto de bondad puede traer un milagro a la vida de alguien. Mariana nunca hubiera imaginado que podría pagar su tratamiento, y logró hacerlo gracias a las acciones del Oficial Hernández.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.