A viudo le prohíben abordar vuelo con su bebé recién nacida: Berta, de 82 años, lo ayuda - Historia del día
Un hombre viudo tuvo que hacer un largo viaje para buscar a su bebé recién nacida, pero cuando intentaba regresar a casa con la niña, le prohibieron la entrada al avión.
Felipe Pérez llegaba tarde. El hombre de 40 años había recibido una llamada de un hospital de Florida en la que le informaron que acababa de nacer una niña y que él figuraba como el padre.
Su esposa estaba en Florida en unas vacaciones que él mismo había organizado para ella mientras renovaba su casa. Quería sorprenderla a su regreso.
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Ellos no tenían hijos biológicos juntos, y habían adoptado tres. Era urgente que agregaran más habitaciones a su casa, razón por la cual él estaba haciendo una renovación.
De los dos, Felipe era quien estaba más entusiasmado con la idea de adoptar porque él mismo era adoptado, y se había hecho la promesa de acoger a tantos niños como pudiera.
“Si puedo ayudar a esos niños y criarlos para que sean la mejor versión de sí mismos, entonces habré hecho una gran diferencia”, le dijo a su esposa un día.
Felipe era padre de dos hijos que había concebido en su matrimonio anterior. Él y su ex, Elena, se separaron por una infidelidad de ella.
Conoció a su segunda esposa, Mary, dos años después, y tras salir durante varios meses, se casaron. Intentaron tener hijos, pero no tuvieron éxito. Esto los motivó a considerar la adopción, aunque nunca dejaron de intentar tener bebés.
Un día, su perseverancia dio sus frutos y Mary quedó embarazada. Fue en esos meses que Felipe decidió ampliar la casa para agregar una habitación adicional para la bebé.
Para darle la sorpresa, hizo que Mary, que debía dar a luz en dos meses, viajara a Florida, un lugar que ella siempre había querido visitar. Sin embargo, apenas llegó a la ciudad, la mujer entró en trabajo de parto y fue trasladada de urgencia al hospital.
Desafortunadamente, murió durante el parto, por lo que Felipe debía trasladarse al hospital de inmediato. Hizo las maletas y voló a Florida para recoger a su bebé.
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Cuando su avión aterrizó, alquiló un auto y se dirigió al hospital donde había fallecido su esposa. La noticia de su muerte le había roto el alma, pero sabía que habría tiempo para llorar más tarde, por lo que se centró en llevar a casa a su pequeña niña.
Cuando llegó al hospital, Felipe se encontró con la voluntaria de la Unidad de Cuidados Intensivos, una mujer de 82 años que acababa de enviudar. Su nombre era Berta Suárez, y tenía algunas cosas que discutir con Felipe.
“¿Qué ocurrió?”, le preguntó él tan pronto como entró en su oficina.
“Siéntese Sr. Pérez”, dijo con calma.
“Estoy mejor de pie, gracias”, respondió él.
“Lamento su pérdida, Sr. Pérez; su esposa sufrió algunas complicaciones al dar a luz”.
Ante eso, Felipe lloró desconsolado y la Sra. Suárez lo miró en silencio. Después de unos minutos, se aclaró la garganta y habló.
“Según tengo entendido, ha venido por la niña, y debo asegurarme de que tenga lo necesario para cuidarla”, dijo la Sra. Suárez.
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Felipe le hizo saber que él ya era padre y la Sra. Berta asintió complacida, como diciendo: “lo lograrás”. Igualmente, decidió darle su número de teléfono.
“Llámeme si necesita algo”, dijo. La amable mujer también le ofreció llevarlo al aeropuerto el día de su viaje.
Las cosas transcurrieron sin problemas para Felipe hasta que llegó el momento de abordar el avión. Cuando llegó a la puerta de embarque, la mujer del mostrador se negó a dejarlo pasar.
“¿Es su hija, señor?”, preguntó.
“Sí, por supuesto”, respondió él.
“Lo siento, tengo la impresión de que es muy pequeña para viajar en un avión. ¿Qué edad tiene?”.
“Tiene cuatro días de nacida. ¿Ahora puedo pasar?”, dijo Felipe.
“Lo siento señor, pero tendrá que presentar el certificado de nacimiento y esperar hasta que tenga al menos siete días antes de viajar con ella”, dijo la mujer con severidad.
“¿Qué es esto?”, preguntó Felipe enojado. “¿Estás diciendo que tengo que quedarme aquí durante los próximos días? No tengo familia aquí, por eso debo llegar a casa hoy”.
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“Lo siento, es la política de la empresa”, dijo la mujer y dirigió su atención a la siguiente persona en la fila.
Felipe sabía que le llevaría bastante tiempo obtener el documento, y no tenía adónde ir en Florida ni nadie a quien pedir ayuda.
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Se estaba preparando para pasar la noche en el aeropuerto cuando recordó a la Sra. Suárez, la amable mujer del centro médico. Preferiría no tener que molestarla, pero no tenía otra opción y ya era de noche.
“Hola Berta”, dijo. “Necesito su ayuda”.
Cuando la Sra. Suárez se enteró del problema de Felipe, inmediatamente prometió ir al aeropuerto y llevarlos a su casa. Esa fue una oferta que asombró al hombre. “Todavía hay compasión en este mundo”, pensó.
Felipe se quedó en la casa de la Sra. Suárez durante más de una semana antes de poder regresar a su casa. La mujer no solo recibió a Felipe y a su hija, también le ayudó a sobrellevar la muerte de su esposa.
El hombre no podía creer lo generosa que era y la empezó a llamar “mi ángel”; incluso su hija parecía amarla porque se reía con tan solo escuchar la voz de Berta. Durante su estadía, Felipe se enteró de que la mujer tenía cuatro hijos adultos, siete nietos y tres bisnietos.
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A lo largo de esa semana, Felipe y Berta dieron paseos juntos e incluso fueron a honrar la memoria del difunto esposo de la Sra. Suárez. Todas estas actividades los unieron aún más.
El hombre vio en la Sra. Suárez una madre y sabía que la extrañaría mucho cuando volviera a casa. Después de recibir el certificado de nacimiento de su hija, pudo viajar y volver a su hogar, pero Felipe continuó en contacto con la señora que lo había ayudado.
No tenía idea de cómo habrían salido las cosas sin ella, y nunca olvidó su amabilidad, por lo que empezó a visitarla todos los años con sus hijos hasta que Berta falleció unos años después. Un abogado se acercó a él en su funeral y le dijo que la Sra. Suárez le había dejado parte de su herencia.
En honor a su amabilidad, Felipe donó el dinero a una organización benéfica que fundó junto con los cuatro hijos de la Sra. Suárez, incluida su hija mayor Shirley, de quien se enamoró. Algunos años después se casaron y vivieron juntos con todos sus hijos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La amabilidad deja huella para siempre. Felipe nunca olvidó a la Sra. Suárez, quien estuvo allí para él en sus momentos difíciles. Su amable corazón lo inspiró a fundar la organización benéfica, que era una forma de compartir más bondad.
- Retribuye las buenas acciones. Felipe adoptó a tres hijos con su difunta esposa porque él mismo había sido adoptado y quería encontrar una manera de mejorar la vida de otros niños. Es un acto digno de admiración.
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