Anciana regresa a su ciudad natal y ve a una amiga que la traicionó 40 años atrás - Historia del día
La mejor amiga de Glenda la había traicionado cuarenta años atrás, y la mujer finalmente se dio cuenta de que no podía seguir sintiendo rencor, solo agradecerle.
Glenda Ramos y Diana Molina fueron mejores amigas desde el primer grado y durante toda la escuela secundaria y preparatoria. Compartían todo, excepto a Hernán, que era el novio de Glenda desde que tenían 13 años.
La idea de que Glenda y Diana alguna vez dejaran de ser mejores amigas era impensable hasta que fueron a diferentes universidades, y un hombre se interpuso entre ellas.
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La mujer nunca imaginó que un viaje de regreso a casa la pondría cara a cara con la persona que la había traicionado. Habían pasado cuarenta años desde que vio a Diana por última vez, y si dependía de ella, podían pasar 100 años más.
Glenda entró a la peluquería y vio a Diana, cuarenta años mayor, por supuesto, pero luciendo mucho más vieja, y peor aún, con un aspecto acabado. Verla le produjo la reacción contraria a la que había imaginado.
No hubo una ola de odio, ira ni resentimiento, sino que sintió lástima por la persona que estaba frente a ella, una mujer a quien recordaba como burbujeante, hermosa y enérgica.
En el momento en que Diana vio a Glenda, su rostro se iluminó, y por un momento se vio como la chica bonita de antes.
“¡Glenda!”, gritó. “¡Ay, Glenda! ¡Estás preciosa!”.
Glenda quedó paralizada mientras miraba a su vieja amiga. ¿Acaso Diana había olvidado lo que le había hecho? ¿Había olvidado cómo había destrozado su confianza y su corazón?
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Recordando el pasado...
Todo comenzó cuando Glenda fue aceptada en una prestigiosa universidad de la capital, mientras que Diana y Hernán se quedaron para asistir a la universidad estatal local. Aunque estarían a miles de kilómetros de distancia, los novios se habían prometido fidelidad mutua.
Glenda había pensado que Diana vigilaría a su apuesto novio. Nunca imaginó lo cercanos que llegarían a ser. Al final del primer año de universidad, regresó a casa emocionada por la idea de que estaría con Hernán y su mejor amiga.
Sin embargo, se llevó una gran sorpresa. Inmediatamente, notó que Diana y Hernán parecían ser mucho más cercanos, e intercambiaban miradas cómplices... Algo estaba pasando.
Pronto descubrió lo que estaba ocurriendo, pues los vio besándose en su fiesta de cumpleaños. Glenda había estallado de rabia y dolor. Había sido traicionada no solo por su novio sino también por su mejor amiga, la chica a la que amaba como a una hermana.
Al día siguiente, Glenda tomó un avión y nunca más regresó. Sus padres y sus hermanos la habían visitado en la capital y ella había jurado no volver jamás.
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De vuelta al presente...
Ahora, cuarenta años después, tras conocer y casarse con un hombre maravilloso, ser madre de tres hijos increíbles y tener una carrera exitosa como editora, Glenda había regresado a la ciudad para la boda de una de sus sobrinas.
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Nunca se le había ocurrido que se enfrentaría a la angustia que había dejado atrás a los 19, pero aquí estaba, mirando a una Diana sonriente que no parecía recordar lo que había hecho.
“¿Recuerdas lo que me hiciste, Diana?”, preguntó Glenda. “Creía en ti, confiaba en ti. Me tomó años volver a confiar en alguien, ¿lo sabías?”.
Diana se enderezó y miró a Glenda a los ojos. “Lo recuerdo”, dijo suavemente. “No ha habido un día en los últimos cuarenta años que no haya pensado en lo que te hice, y créeme, lo he pagado una y otra vez”.
“Hernán... Me casé con Hernán, sabes, y fue el mayor error de mi vida. Empezó a beber, luego a maltratarme... No tuvimos hijos, y cuando me diagnosticaron cáncer de mama hace tres años me abandonó”.
“Dijo que deseaba haberse quedado contigo, y que yo había sido el mayor error de su vida”.
Glenda dio un paso adelante impulsivamente y tomó las manos de Diana. “¡No!”, dijo con genuina preocupación. “¡No tenía idea! ¿Estás bien ahora?”.
Diana sonrió a través de sus lágrimas. “No tengo cáncer, y tampoco a Hernán, lo cual también es una buena noticia, pero siempre sentí que todo lo que me sucedió fue el castigo por haberte traicionado”.
“No”, gritó Glenda. “¡No debes pensar eso, nunca! ¡En cierto modo me salvaste! ¿Crees que Hernán me hubiera tratado mejor? ¡No lo creo!”.
“Tal vez no”, susurró Diana. “¡Te he extrañado mucho, Glenda!”.
Las dos mujeres se abrazaron y lloraron por los años perdidos y el dolor que las había separado por tanto tiempo. Ahora tenían la oportunidad de un nuevo comienzo que iniciaba con el perdón y prometía muchos años de amistad renovada.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La traición de un amigo es más dolorosa que la traición de un amante. Glenda estaba devastada porque la persona a la que habría acudido en busca de ayuda y apoyo era la mujer con la que su novio la había traicionado.
- El amor robado nunca trae felicidad. Diana se enredó con el novio de su mejor amiga, pero no le trajo alegría. Resultó ser un alcohólico y un maltratador que la abandonó tan pronto como se enfermó.
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