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Un hombre mayor caminando por la calle | Foto: Shutterstock
Un hombre mayor caminando por la calle | Foto: Shutterstock

Tras la muerte de su madre, el hijo echa a su padrastro de la casa y un automóvil de lujo se detiene frente al anciano - Historia del día

Vanessa Guzmán
20 feb 2022
01:40

Un hombre es abandonado por el hijastro que crio como propio después de la muerte de su esposa, y es rescatado inesperadamente por un amable joven.

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¿Usted cree en el karma? Bernardo Malavé no lo hizo. Vivió su vida y tomó sus decisiones sin pensar en nadie más que en sí mismo. Lo que quería era lo correcto, sin importar el costo para los demás.

Bernardo nunca imaginó que su actitud repercutiría a lo largo de los años. Se encontró parado al costado de un camino solitario viendo cómo su única familia se alejaba, dejándolo solo y abandonado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

El hombre que se alejaba de Bernardo era Sebastián. Él era su hijastro, el niño al que había criado como si fuera suyo y al que amaba con todo su corazón desde que tenía cinco años. En aquel entonces, Bernardo estaba a punto de casarse cuando conoció a la madre de Sebastián, Adela.

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Adela era hermosa, encantadora, excitante, y Bernardo decidió abandonar a su prometida sin una explicación. Dejó atrás su antigua vida y se casó con la rica Adela.

Durante treinta años habían sido felices. Viajaron por todo el mundo. Vivieron una vida llena de lujos gracias a la herencia que ella había recibido después de la muerte de su anciano y rico esposo, el padre de Sebastián.

Habían sido una familia feliz hasta que Adela se enfermó gravemente. Lamentablemente, ni todo el dinero del mundo pudo salvarla del terrible cáncer que atacó su frágil cuerpo.

Cuando bajaron el ataúd de Adela al suelo, Bernardo estaba junto a la tumba, temblando. "Mi amor", susurró, "¡nunca te olvidaré, nunca! Y te prometo que cuidaré de Sebastián".

Pero desafortunadamente para Bernardo, el joven no hizo la misma promesa. Unos días después de la muerte de Adela, su abogado llamó al viudo y a su hijastro. Les explicó que ella no había dejado testamento y que la herencia estaría en manos de Sebastián de forma provisional.

"Hasta que podamos determinar los derechos de Bernardo, Sebastián", explicó el abogado. "Dado que la mayor parte de la herencia la dejó tu padre..."

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Sebastián había sonreído. "Por supuesto... Eso me parece muy justo, y Bernardo, puedes estar seguro de que seré justo". El padrastro sonrió y agradeció al hijo de Adela por su amabilidad. Nunca imaginó la verdadera intención detrás de sus palabras.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Ese fin de semana, Sebastián invitó a Bernardo a dar un paseo por el campo para tomar un poco de aire fresco. "Bernardo", dijo. "¡Tenemos que deshacernos de lo que no nos sirve antes de que podamos comenzar una nueva vida!".

Los dos se habían ido en el descapotable de Sebastián y Bernardo había notado que su hijastro estaba extrañamente callado, aunque sonreía mucho y parecía que se divertía.

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Cuando estaban fuera de los límites de la ciudad, el joven detuvo el auto. "Fuera", dijo. "Sal ahora".

"¿Sebas?", preguntó Bernardo desconcertado. "¿Qué está pasando?".

"Como te dije, me estoy deshaciendo de las cosas que no me sirven para comenzar una nueva vida", respondió con una sonrisita desagradable. "Y tú eres un peso muerto, viejo".

"Pero... le prometí a tu madre que cuidaría de ti...", dijo Bernardo con la voz entrecortada.

"Pero yo nunca le hice ninguna promesa", contestó su hijastro. "No te debo nada. Viviste de ella durante años, eso es suficiente, ¿no crees?".

"¡Te quiero!", susurró Bernardo con lágrimas en los ojos. "Eras como un hijo para mí, ¡pensé que te preocupabas por mí!".

"¿Preocupaba?", expresó Sebastián. "Lo que me importa es todo ese dinero y no voy a compartirlo contigo. Es mi dinero, viejo, ¡así que piérdete!".

Sebastián hizo un gesto amenazador y Bernardo salió tropezando del coche. Estaba temblando. Se puso de pie y observó cómo el auto de su hijastro desaparecía en una nube de polvo y se veía cada vez más pequeño.

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Miró a su alrededor. El vacío se extendía en todas direcciones de horizonte a horizonte, y no tenía nada más que su bastón. Empezó a tambalearse detrás del descapotable, pensando que tarde o temprano se encontraría con una casa, o pasaría algún vehículo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

“Seguramente alguien se detendrá amablemente por un anciano”, pensó. Pero coche tras coche pasaban a toda velocidad y nadie se detenía. Después de un tiempo, Bernardo dejó de intentar hacerles señas. Simplemente, se detuvo donde estaba.

El sol se estaba ocultando y hacía mucho frío cuando un coche grande y de aspecto caro se detuvo junto a él. "Señor", preguntó una voz amable. "¿Está bien?".

Los ojos de Bernardo se llenaron de lágrimas al escuchar la voz de ese extraño. "No", dijo tembloroso. "Me han abandonado aquí. Por favor, ¿podrían llevarme al pueblo más cercano, a una estación de policía? ¡Si no es mucha molestia!".

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"¿Abandonado?". El hombre sonaba sorprendido. "¡Eso es impactante! Por favor, entre".

El conductor era un hombre joven de unos treinta años con una sonrisa amistosa y amables ojos azules. A Bernardo se le parecía a alguien, pero no podía recordar quién era. Le contó toda su historia a la persona que se presentó como Javier Vallejo.

Javier estaba indignado cuando vio que Bernardo temblaba de frío. Decidió llevárselo a casa. "Te llevaré a la policía mañana por la mañana", dijo. "Esta noche entra en calor y disfruta de una buena comida y un sueño reparador".

Javier tenía una casa encantadora y acogedora que compartía con su esposa Ángela y su hija Fanny. "Mi madre se unirá a nosotros para la cena, Bernardo", dijo Javier. Mientras hablaba, una voz alegre saludó y entró una mujer de rostro dulce de unos sesenta años.

Tenía los ojos de Javier, y una vez más tuvo la extraña sensación de que la conocía de alguna parte, pero ¿de dónde?. Bernardo se quedó atónito cuando la mujer se volvió y lo vio parado allí. Ella gritó y Javier tuvo que atajarla antes de que cayera.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"¡Mamá! ¿Estás bien?", preguntó Javier.

"Ese hombre...", dijo Penélope con la respiración acelerada. "¡Bernardo! ¿Eres tú?".

"Sí, soy yo", dijo el hombre mayor desconcertado. Pero ¿cómo lo supiste?". Entonces vio los años desaparecer de ese dulce rostro y hurgó velozmente en su memoria. "¡Penélope! ¡Después de todos estos años!".

"¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo nos encontraste?", preguntó la mujer.

Bernardo negó con la cabeza. "Fue Javier quien me encontró, me rescató. Me abandonaron en el camino. Él me recogió. ¿Es tu hijo?".

"Sí", dijo ella en voz baja. "Mi hijo... y el tuyo".

"¿Mío?", susurró Bernardo. "¿Estabas embarazada? ¡No me lo dijiste!".

"Te fuiste una semana antes de nuestra boda. Entonces no lo sabía, y luego no pareció importar. Tú no me querías y no iba a usar a mi bebé para presionarte".

Bernardo bajó la cabeza y lloró amargas lágrimas. "¡Yo crie al hijo de Adela!", dijo en voz baja. "¿Tú sabías eso?".

Y cuando Penélope asintió, Bernardo continuó hablando con dolor en su tono de voz. "Era el hijo de Adela, quien pensé que era mi hijo, quien me abandonó al costado del camino como un perro callejero".

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Penélope sonrió. "Y fue mi hijo quien te salvó... ¡Piensa en eso!".

Bernardo lo hizo. Pasó la noche dando vueltas, reflexionando sobre las decisiones que había tomado, los ejemplos que le había dado a Sebastián. Él había criado a un hombre egoísta, codicioso y deshonesto, y Penélope había formado a uno bueno y generoso.

Al día siguiente, Javier llevó a Bernardo a una comisaría y presentó una denuncia contra Sebastián. Javier le consiguió un buen abogado a su padre biológico y los tribunales le otorgaron al hombre mayor la mitad de los bienes de Adela.

Poco después de la decisión de la corte, Bernardo transfirió cada centavo a su hijo Javier y a su nieta. Suplicó el perdón de Penélope y ahora está trabajando duro para compensar a su hijo y a su ex prometida.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Cuidado con los ejemplos que das a los jóvenes porque seguro que los seguirán: Bernardo era un hombre egoísta, y ese fue el ejemplo que le dio a su hijastro.
  • El destino te pondrá cara a cara con tus mayores errores para que puedas enmendarlos: El hombre que rescató a Bernardo era su hijo biológico. No tenía idea de su existencia, pero le dio una gran lección.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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