Anciana le promete a sus 5 nietos herencia de $2 millones: al final nadie recibe nada - Historia del día
Una abuela prometió a cada uno de sus cinco nietos una herencia por valor de 2 millones de dólares, pero había un detalle en el testamento que descubrieron más tarde.
Lila se quedó casi sola cuando murió su marido Jorge, a pesar de tener una enorme familia de 5 nietos y 11 bisnietos. Rara vez la visitaban en alguna festividad, y si les enviaba una invitación, ellos le decían que no podrían asistir ese año.
Por ello, Lila, que ahora vivía sola, reflexionaba a menudo: "¡Jorge y yo criamos a nuestros hijos con amor, no para que nuestros nietos se limitan a mantenerme al margen y solo dirigirse a mí cuando se trata de la herencia! Es hora de que se den cuenta de que están equivocados". Y así, Lila decidió hacer una visita a su nieta al día siguiente, con un plan en mente.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Susan era una divorciada con dos hijos que tenía tres trabajos, 12 horas a la semana, incluidos los fines de semana, para mantener a su familia. Cuando vio a la mujer mayor en la puerta de su casa un domingo por la mañana, se quedó desconcertada. "¿Abuela? ¿Qué te trae por aquí tan temprano?"
"¡Oh, cariño!", Lila esbozó una sonrisa. "Solamente quería ver a mis nietos y hablar de algo. Si no hubiera sido fin de semana, no te habría molestado. Espero que esté bien si entro".
"Uf, abuela," Susan hizo una pausa. "¿Podrías venir otro día, por favor? Me voy a trabajar dentro de una hora y me temo que no podré dedicarte tiempo".
"¡Oh! No tenía idea de que estarías tan ocupada hoy. Solo quería hablar del testamento, pero está bien. Puedo venir más tarde", dijo, preparándose para salir. Pero Susan la detuvo bruscamente.
"¿El testamento?".
"¡Oh, no es para tanto!", Lila se sonrojó mientras se daba la vuelta lentamente con su bastón. "Verás, ya tengo 90 años, cariño, y le dije al señor Clark que prefería hacerlo antes porque Dios puede llamarme en cualquier momento".
"¡Oh, abuela! ¡Deberías haberlo dicho antes! Entra!", dijo Susan, indicándole el camino. "Estoy segura de que a mi jefe no le importará que llegue unos minutos tarde".
Lila sonrió mientras entraba lentamente en la vieja y destartalada casa de Susan. Se dio cuenta de que no había sido reparada en años y notó que sus nietos dormían en otra habitación sobre un viejo y mugriento colchón.
"Entonces, abuela... ¿De qué querías hablar?", preguntó Susan, sirviendo té en una vieja taza de cerámica para la anciana.
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“Bueno”, comentó Lila. "Simplemente, necesito que me ayudes un poco. Verás, ha pasado mucho tiempo desde que alguno de ustedes me visitó, después de que Jorge muriera. Comprendo que tienen muchas cosas en la cabeza, pero pasar un rato con su abuela no debería ser demasiado difícil, ¿verdad? Es todo lo que pido", dijo Lila con una sonrisa.
"No hay problema abuela, pero...".
"¡Y a cambio, te prometo que serás la única heredera de mi patrimonio de dos millones de dólares! Pero si aceptas eso, hay otra condición que debes cumplir". Susan habría ayudado a Lila aunque no le hubieran ofrecido la herencia, pero después de pensarlo, no dudo en decir que sí.
"Por supuesto, abuela", aceptó, sonriendo. Y así, Lila le pidió que la visitara todos los domingos una vez a la semana con la condición de que ninguno de sus hermanos lo supiera. "No te crees envidias innecesarias, querida. Tus cuatro hermanos no deben saber lo que te he prometido".
Susan asintió calurosamente a la condición de Lila, y desde ese día, la mujer visitaba a su abuela todos los fines de semana. Su agenda se volvió más caótica, y sus gastos se dispararon al tener que cruzar la ciudad para ir a casa de Lila. Además, su presupuesto se redujo considerablemente, ya que su abuela necesitaba regularmente costosas vitaminas y revisiones médicas.
Hubo muchos momentos en los que Susan quiso rendirse, pero la perspectiva de un futuro mejor la empujó. Cuidó de Lila durante los meses siguientes, ocupándose de la limpieza, el lavado, la cocina e incluso la compra.
Mientras tanto, Lila no dejaba escapar a sus nietos tan fácilmente. Visitó a cada uno de ellos en el trabajo y les planteó la misma idea que a Susan.
Dado el cuantioso legado, todos consintieron rápidamente, y así, Lila disfrutó de una vida feliz durante cinco días a la semana, rodeada de sus nietos. A pesar de que solo les interesaba su fortuna, la cuidaban y pasaban tiempo con ella, cada uno de los días especificados.
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La señora Ester, vecina y amiga de Lila durante los últimos 20 años, le hizo una visita un día, tras notar que la visitaban a menudo. Algo que no ocurría desde hacía años.
"¡Lila!", gritó. "¿Cómo los has convencido? Los chicos de hoy en día... ya no se preocupan por sus mayores".
Lila esbozó una agradable sonrisa mientras sorbía su té. "Verás, todo lo que tenía que hacer era tender una trampa, y estos chicos cayeron en ella. Deben haber asumido que heredarían todo lo que tengo después de mi muerte, pero pasaron por alto el hecho de que su abuela no los va a dejar escapar tan fácilmente. Alguien tenía que darles una lección".
"Pero Lila..."
"Hice lo correcto, Ester. Mis nietos nunca se han molestado en cuidar de mí. ¿Sabías que recientemente se pusieron en contacto con mi abogado? Tenían curiosidad por saber si Jorge les había dejado algo. Y, aunque mi única nieta aceptó cuidarme a cambio de dinero, ¡hizo mucho más que esos chicos perezosos! Así que, al final, todos recibirán lo que se merecen". Y Lila, por supuesto, no se equivocaba al decir eso.
El testamento que redactó establecía cláusulas específicas que nadie debía conocer, al menos hasta que ella muriera. Así que, cuando falleció pacíficamente mientras dormía seis años después, el abogado llamó a todos sus nietos y les pidió que se reunieran en su despacho después del funeral.
Una oleada de alegría invadió a Susan al recibir la llamada. Pidió un permiso para ausentarse del trabajo y se dirigió rápidamente al despacho del abogado. Pero cuando llegó, se quedó desconcertada con lo que vio. Sus cuatro hermanos estaban en el despacho del abogado, discutiendo por qué ninguno de ellos era el legítimo heredero del dinero de Lila.
"Esa vieja bruja nos ha engañado todos estos años haciéndonos cuidar de ella", replicó Samuel, el mayor. "¿Cómo puede regalar su casa a la caridad?".
"¡Y el dinero... ni siquiera es nuestro!", exclamó Enrique, el más joven. "Fue demasiado lista para todos nosotros, y ni siquiera nos dimos cuenta. Nos engañó a todos".
"Bueno, chicos", dijo el Sr. Carmona, el abogado. "Su abuela dejó muy claro que todo su dinero pertenece a sus hijos, que solo lo recibirán cuando cumplan los 18 años. Por lo tanto, la suma total de 2 millones de dólares que dejó se dividirá en 11 partes".
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Susan volvió a casa poco después, decepcionada al saber que no heredaría nada de Lila. Enfurecida, golpeó contra la pared el jarrón de flores que Lila le había regalado una vez.
El jarrón se hizo añicos y en el suelo, junto a sus trozos, había pequeños fajos que valían miles de dólares. Cuando los sumó todos, no podía creer que fueran 300.000 dólares.
Junto con el último fajo, Lila también había dejado una nota para ella. "Un día, todo el mundo recibe lo que se merece. Espero que esto te ayude con las reparaciones de la casa. Con cariño, tu abuela Lila".
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Lo que se siembra, se cosecha: Susan cuidó de Lila y la anciana no la decepcionó.
- A veces la gente tiene que aprender la lección por las malas: Lila sabía que sus nietos no la cuidarían hasta que recibieran algo de ella, así que desarrolló un brillante plan para darles una lección.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.