Padres viajan y dejan a hija adolescente bajo el cuidado de abuela: se porta mal y la anciana le toma fotos - Historia del día
Vanessa, de 15 años, se quejaba de quedarse con su abuela, Emilia, cuando sus padres se iban de viaje. Se mostró caprichosa y mimada hasta que su abuela estalló. La mujer mayor decidió hacer algo drástico para frenar su actitud, lo que sorprendió a todos.
“No quiero quedarme con la abuela. ¿No pueden llevarme con ustedes?”, se quejó Vanessa con sus padres cuando estaban haciendo las maletas. Se irían en un viaje especial por Europa.
Pero antes de tomar su avión, llevarían a la adolescente a casa de su abuela. La idea no le agradó mucho a la quinceañera, quien no dudó en quejarse por eso.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
“Vanessa, tu padre tiene reuniones importantes con clientes y tengo que ir con él. También vamos a tomarnos un tiempo para celebrar nuestro 16º aniversario de bodas. ¿De verdad quieres pasar tiempo con nosotros en Europa?”, preguntó su madre, Cristina.
"Realmente no. Simplemente, no quiero ir a casa de la abuela. ¡No hay nada allí!”, expresó protestando.
“Bueno, lo siento mucho, pero así es como va a ser. No sabemos si nos quedaremos un mes o más, así que tienes que quedarte con una persona adulta. Estoy cansada de tus diatribas y quejas. Ve a tu habitación y termina de empacar para la casa de la abuela”, precisó Cristina.
La joven de 15 años regresó a su habitación y empacó mientras se quejaba ruidosamente. Cristina esperaba que la malcriadez de su hija fuera una fase o alguna hormona adolescente. Pero no le gustaba ni un poco. De hecho, pensó en dejar que su esposo se fuera solo a Europa y quedarse con ella.
“Probablemente, lo mejor es pasar tiempo con su abuela”, pensó Cristina. Por su mente pasó que algo sobre los amigos de Vanessa en la ciudad, su entorno e incluso sus padres pudieron haber desencadenado su actitud.
“Un cambio de escenario podría hacer maravillas. Si no cambia para cuando regresemos de Europa, le conseguiré un terapeuta a Vanessa”, analizó la madre.
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La madre continuó haciendo su equipaje, cerró la cremallera de su bolso y continuó con sus preparativos para el viaje, sin pensar en su hija por el momento.
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Había pasado una semana desde que sus padres la llevaron a la casa de su abuela y Vanessa estaba terriblemente aburrida. Desde su llegada se había quejado de todo, desde el olor de la casa hasta la comida de su abuela.
La mujer mayor se estaba cansando de su actitud. Cristina le había advertido, pero nunca imaginó que sería tan malo.
Vanessa llegó a la cocina y vio a su abuela haciendo espaguetis y albóndigas para la cena. Emilia pensó que la haría feliz porque los amaba cuando era niña. Pero estaba equivocada.
"¡Qué asco! No quiero comer eso”, se quejó Vanessa.
Emilia se giró, miró a la adolescente y se encogió de hombros. “Bueno, no lo comas entonces. Todavía los estoy preparando”, respondió ella.
“Quiero ir a un lugar divertido y hacer algo emocionante por una vez. ¿Qué haces en este lugar aburrido?”, preguntó la joven.
"Nada. Es un pueblo pequeño. Siempre está en calma. Aprendes a apreciar eso en algún momento”.
“Lo dudo”, murmuró Vanessa mordazmente.
“Vanessa, ¿tienes idea de lo mala que se ha vuelto tu actitud? Te ves tan fea en este momento”, dijo Emilia de repente, y por una vez, la adolescente se sorprendió. Balbució durante unos segundos y empezó a gritarle a su abuela.
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“¿Cómo te atreves a hablarme así? ¡No puedes llamarme fea! ¡Soy la chica más bonita de mi clase! Ustedes, los boomers, siempre están maltratando a mi generación, causándonos problemas, degradando nuestra autoestima y demás”, despotricó.
“Nunca dije que fueras fea. Dije que te ves fea con esa actitud”, interrumpió Emilia, pero Vanessa siguió con su diatriba, quejándose de todo lo que veía. Se irritó tanto que las lágrimas brotaron de sus ojos.
De repente, Emilia tuvo una idea. Agarró su teléfono y, aunque no era una experta en tecnología, sabía cómo tomar fotografías. La mujer comenzó a tomar fotos de la adolescente hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo su abuela.
“¿ESTÁS TOMANDO FOTOS AHORA MISMO? ¿ESTÁS LOCA? ¿QUÉ TE PASA?", gritó fuertemente.
“Pensé que deberías ver lo que quiero decir acerca de tu fealdad en este momento. Tú vienes a mi casa. Me hablas de la manera más malcriada y grosera y aun así tienes el descaro de decir que soy la malvada”.
“No sé lo que te han enseñado en la escuela o en la casa de tus padres, pero no toleraré esa actitud en mi hogar. Ve a tu habitación”, exigió Emilia después de tomar algunas fotos más.
Vanessa pataleó hasta su habitación como solía hacer cuando estaba enojada, y Emilia se puso a trabajar. Apagó la cocina antes de irse a su habitación. Agarró su pequeña impresora, que conectó directamente a su teléfono, y comenzó a imprimir las fotos que acababa de tomar.
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A Emilia le encantaba tomar fotografías y colocar marcos alrededor de su casa. Un lado de la pared del pasillo contenía toneladas de fotografías de su familia, incluidas tomas increíbles de una Vanessa sonriente. Algunas tenían menos de un año.
La mujer mayor agarró una cinta y pegó las fotos de Vanessa que había tomado recientemente en la pared opuesta.
Quedó impactada del cambio en la expresión de su nieta y decidió buscarla. “Vanessa, ven aquí. Quiero mostrarte algo”, dijo Emilia con severidad, para que la chica supiera que hablaba en serio.
La adolescente quiso negarse, pero Emilia le lanzó una mirada de regaño y ella hizo lo mismo. "¿Qué es?".
“Mira las paredes”, señaló Emilia. La invitó a observar ambos muros. “Esta es la persona que eras hace menos de un año, y esto es lo que eres ahora. Sé que tu madre ha estado hablando de llevarte a terapia y tal vez eso funcione mejor. Pero quería mostrarte mi punto de vista”.
Vanessa miró las fotos y las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. “No puedo creer que hayas impreso estas imágenes”.
“Es una acción desesperada. Eres mi nieta y siempre te querré, pero estás fuera de control con tu actitud. Si alguna vez les hubiera hablado a mis padres como tú… bueno, habría tenido una reacción diferente. Los tiempos han cambiado, pero creo que un poco de amor duro funciona”.
“Este es mi amor duro”, explicó Emilia. “Mira en lo que te has convertido. Acéptalo y decide si esta es la persona que quieres ser”.
"Ok...", murmuró Vanessa en voz baja, avergonzada de sí misma.
Después de ese momento, ella trató de cambiar. Ella ayudó en la casa y trató mejor a la abuela. Vivieron placenteramente durante los siguientes dos meses cuando sus padres estaban fuera. Cuando regresaron, Cristina se sorprendió por el cambio de comportamiento de Vanessa.
No fue perfecto. Vanessa todavía era una adolescente, pero algo en la lección de su abuela le había tocado el corazón y se esforzó mucho para evitar verse así nunca más.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los adolescentes necesitan amor duro a veces: Si bien las técnicas de crianza cambian constantemente, a veces se requiere un amor duro para disciplinar a los niños. Necesitan aprender la lección y entender lo que está bien y lo que está mal.
- Lleva a tus hijos a terapia si lo crees necesario: Cristina estaba esperando regresar de Europa para ver si Vanessa necesitaba tratamiento. Tal vez, debería haberla llevado antes.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.