Abuela le ordena a nieto no abrir vieja caja oxidada hasta que ella muera: él la abre al día siguiente - Historia del día
Un niño rompe la promesa hecha a su abuela gravemente enferma y abre una vieja caja oxidada. Descubre un secreto familiar que le rompe el corazón.
Daniel Duran quedó devastado cuando supo que su abuela Viviana estaba enferma. Ella lo había cuidado desde que tenía memoria. Nunca se había sentido tan asustado y tan inseguro.
La abuela Vivi se había hecho cargo de Dani cuando su aventurera madre se había ido a África para salvar rinocerontes, elefantes y otras especies en peligro de extinción. Él tenía apenas tres meses, y al cumplir los dos años supieron que ella había fallecido.
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Dani no recordaba haber conocido a su madre. Su abuela, de 76 años, le había contado de su viaje a África. Regularmente, recibía cartas en las que ella hablaba sobre ese maravilloso lugar.
Algunos meses después de cumplir 12 años, su abuela había tenido una seria conversación con él. “Dani, cariño, quiero hablar contigo sobre lo que está ocurriendo. ¿Sabes que fui al médico?”, le preguntó. El niño asintió.
“Bueno, me dijo que estoy muy enferma y que tendré que operarme. Sé que da miedo, pero los médicos creen que voy a estar bien…”.
El tono alegre con el que le dio la noticia no engañó a Dani ni por un segundo. Esa leve vacilación cuando dijo que los médicos pensaban que estaría bien fue una señal de alerta para él.
Pero Dani asintió con valentía y sonrió y Viviana continuó: “Como no puedes quedarte solo en estos días, he hablado con la tía Betty”.
“Ella vendrá a buscarte y cuidará de ti hasta que esté mejor. Y aunque estoy muy optimista, a mi edad sé que existe la posibilidad de que muera y así estaré al lado de tu madre. Si eso llegara a ocurrir, esto es tuyo”.
Acto seguido sacó de una gaveta una vieja caja que lucía oxidada y la puso sobre sus rodillas.
“¿Vas a morir?”, susurró Dani consternado.
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“No, cariño. Confío en que estaré bien”, dijo con voz llorosa. “Pero quiero que si eso llegase a ocurrir, en un futuro lejano, abras la caja y revises lo que contiene, ¿te parece bien, Dani?”.
“¿Qué hay en la caja?”, preguntó el niño con desconfianza.
“Son solo algunos recuerdos que quiero que tengas”, dijo Viviana. “Pero solo puedes abrirla después de que yo muera. Eso es muy importante. Tienes que prometerlo, Dani, ¿de acuerdo?”.
Dani no quería prometer nada, así que cruzó los dedos detrás de su espalda y prometió que no abriría la caja.
Esa noche, Dani no pudo dormir. Dio vueltas y vueltas en la cama hasta que su despertador marcó las 3:00 a.m. Se sentó y miró la caja oxidada que estaba sobre su tocador con la llave. Se bajó de la cama y la tomó.
Con la ayuda de una linterna abrió la caja, rompiendo la promesa que le había hecho a su abuela. Justo arriba, había una carta para él, escrita por Viviana, y debajo vio un montón de documentos de aspecto oficial y algunas fotos.
Desdobló la carta y comenzó a leerla: “Mi querido Dani, en primer lugar, quiero decirte que te amo más de lo que he amado a nadie en esta vida”.
“Cuando naciste, estaba pasando por uno de los momentos más terribles de mi vida. Luego llegaste, y me necesitabas, y así salí adelante. Me salvaste, tu amor me mantuvo con vida”.
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“Quiero confesarte algo: ese día perdí a mi hija. Recibí una llamada telefónica de África diciéndome que mi Melissa se había ido, colgué y volví al trabajo diciéndome que no era cierto”.
“En ese entonces yo era enfermera en la sala de neonatología y ese también fue el día en que naciste. No eres de mi sangre Dani, sino de mi corazón. Eres el nieto que Melissa me hubiera dado. Lo supe en el momento en que te vi”.
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“Tu madre murió durante el parto. ¡Eras tan pequeño! Eras el bebé más pequeño que jamás había visto. No pensaron que lo lograrías, pero yo sabía que lo harías”.
“Todos los días hablaba contigo, y deseaba que salieras adelante, ¡y lo hiciste! ¡Eres un milagro! No tenías familia, porque tu madre había sido una niña sin hogar”.
“Así que hice la solicitud para adoptarte, y me convertí en tu abuela. He tenido el privilegio de verte crecer fuerte, guapo y tan inteligente”.
“Hiciste que mi vida valiera la vida. Quiero que lo sepas, Dani. En la caja están tu certificado de nacimiento, los documentos de adopción, mi testamento. También están algunas libretas bancarias con dinero que he guardado para tu educación”.
“Te amo, Dani. Sé un buen hombre y recuerda que el amor nos salva y nos da fuerzas para vivir”.
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Cuando terminó de leer la carta, comenzó a llorar con tanta intensidad que su abuela se despertó. “¡Dani!”, exclamó. “¿Por qué estás llorando...?”. Luego vio la caja sobre sus rodillas y la carta en su mano.
Se sentó a su lado en la cama y le pasó el brazo por los hombros. “Por favor, no llores, mi amor”.
“¡Me has mentido toda mi vida!”, dijo sollozando. “¿Tampoco estás enferma?”.
“Dani”, dijo Viviana en voz baja. “Tal vez debí haberte dicho la verdad, pero en ese entonces solo quería protegerte... Lamento mucho la mentira. Estoy muy enferma, y confío en que estaré bien, pero quiero que estés preparado por si algo sale mal”.
“Dijiste en esta carta que me habías ayudado a luchar por mi vida. Así que déjame ayudarte a luchar por la tuya. Por favor, abuela, déjame estar ahí para ti. ¡Te necesito!”.
Viviana y Dani lucharon juntos contra su enfermedad. Él la acompañó a cada tratamiento; la tomaba de la mano y hablaba con ella. Los médicos quedaron asombrados por su recuperación, y es que no hay mayor poder de sanación que el amor.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor tiene el poder de transformar tu vida. El amor de Viviana salvó a Dani, y cuando ella se enfermó, su amor le dio la fuerza para luchar por su vida.
- Lo que nos convierte en familia es el amor y la devoción. Viviana transformó su dolor en amor por Dani y le dio la familia que necesitaba.
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