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Dueño de restaurante finge ser indigente tras ver a mesera llevándose las sobras - Historia del día

Después de dos matrimonios fallidos, Miguel había perdido toda esperanza de encontrar una mujer que no lo quisiera por su dinero. Pero un día, una empleada de su restaurante hizo algo extraordinario. Decidió ponerla a prueba, y sucedió algo notable.

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“Dos divorcios... qué fracaso”, murmuró Miguel para sí mismo mientras bebía un poco de refresco en casa. Su vida amorosa no se parecía en nada a lo que había imaginado cuando era un jovencito.

Podría tener éxito en los negocios, principalmente porque se había hecho cargo de las franquicias de restaurantes de su difunto abuelo, pero cuando se trataba de amor, era un completo desastre.

Su primer matrimonio tuvo lugar cuando tenía 19 años con una mujer llamada con Sara. Su compromiso duró solo dos meses y su unión duró solo seis meses después de que descubrió que ella solo lo quería por su dinero.

Después de un par de años de citas, Miguel conoció a María, que era de una familia adinerada como él. Parecía la solución perfecta. Ella creció con dinero y heredaría millones de dólares, por lo que no le interesaría lo que él tenía. Pero estaba equivocado.

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Una noche, llegó a casa y María no notó que él había comenzado a escuchar a escondidas su conversación telefónica con un amigo.

Aparentemente, ella solo se había casado con él para escapar de las garras de su familia, y estaba esperando que el abuelo de su esposo muriera para que él heredara todo, poder solicitar el divorcio y obtener más dinero al final.

Un hombre pensativo sentado detrás de un escritorio. | Foto: Pexels

Un hombre pensativo sentado detrás de un escritorio. | Foto: Pexels

Por lo tanto, Miguel solicitó el divorcio antes de que su abuelo se enfermara más y aceleró el procedimiento tanto como fue posible, a pesar de las objeciones de María.

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El anciano murió un año después de su segundo divorcio y Miguel se sintió más solo que nunca. Sabía cómo llevar un negocio.

Era un entusiasta emprendedor que había aprendido todo de su abuelo, pero no parecía valer la pena si no podía hacer que su vida amorosa funcionara.

“¿De qué sirve tener dinero si no puedo compartirlo con alguien?”, se preguntó mientras terminaba su refresco. Se fue a la cama por la noche con ese pensamiento en mente, pero estaba deseando que llegara el día siguiente para trabajar un poco más.

Miguel condujo hasta una de sus franquicias en el centro de la ciudad y eligió estacionar en la parte de atrás. Había una entrada trasera que usaban la mayoría de sus cocineros y empleados. Era simplemente más conveniente. Pero tal vez, algo más lo hizo ir allí.

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Mientras estacionaba su auto, vio a una camarera nueva con un tazón de algo en sus manos. “¿Está robando comida?”, se preguntó en voz alta. Era raro porque este lugar ofrecía a sus empleados desayuno, almuerzo y cena, dependiendo de sus turnos.

Vio a la mujer verter todo lo que había tomado en una caja vieja en el suelo y luego entrar corriendo. Después de estacionar su auto, Miguel salió a investigar y escuchó un pequeño “miau” proveniente de la caja de cartón.

Era un gatito, y estaba devorando la comida que la mujer le había llevado. “Qué gesto tan amable”, susurró. En ese momento recordó la mirada de ternura que la mujer tenía en su rostro.

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“Se necesita una persona extraordinaria para cuidar de una criatura tan indefensa”, pensó.

Y fue entonces cuando el hombre tuvo una idea. Corrió de regreso a su auto y fue a su casa a cambiarse de ropa.

Un gatito recostado dentro de una caja de cartón. | Foto: Pexels

Un gatito recostado dentro de una caja de cartón. | Foto: Pexels

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Abril salió del restaurante por la parte de atrás como lo había hecho los últimos días. Alguien había abandonado a un gatito en una caja y ella lo estaba alimentando con las sobras del día. Con suerte, nadie la había descubierto todavía.

Se mudaría de apartamento y todavía no podía llevarse al gatito con ella. Pero al pequeño parecía gustarle estar a salvo dentro de esa caja. De igual forma planeaba llevarlo a su nueva vivienda pronto. Por ahora, las sobras funcionarían.

Pero cuando salió por segunda vez ese día, el gatito no estaba a la vista. “Ay, no. Gatito, gatito, gatito”, comenzó a gritar la mujer mientras miraba a su alrededor.

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De repente vio al pequeño minino en los brazos de un hombre vestido con ropa desaliñada. Vestía una sudadera con capucha. “Hola, ¿este es tu gato?”, preguntó el hombre con una sonrisa amable.

“Técnicamente, no. Lo encontré hace unos días y lo he estado alimentando en secreto. No le digas a mi jefe”, dijo Abril riendo mientras acariciaba al gatito en los brazos del hombre.

“Creo que también quería algunos abrazos”, agregó el individuo.

“Sí. Planeo llevármelo a casa pronto. Pero me estoy mudando de apartamento en este momento. Tuve que abandonar la universidad para ayudar a mi madre, y ahora… ella… ya no está... Lo siento. Estoy divagando. Por cierto, soy Abril”, dijo.

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Una mujer sonriente asomada en la puerta de un local. | Foto: Pexels

Una mujer sonriente asomada en la puerta de un local. | Foto: Pexels

“Miguel. Encantado de conocerte”, respondió él, mirando a la mujer que parecía tener un corazón de oro, aunque solo sabía algunas cosas básicas sobre ella.

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“Bueno, vamos a darle algo de comer a este gatito”, dijo ella, tomando al animal de las manos del hombre y poniéndolo de nuevo en la caja para que pudiera comer un poco de atún sobrante.

Ambos observaron al gatito durante un rato hasta que Abril se puso de pie. “¿Tienes hambre? Puedo traerte algo”, ofreció con una sonrisa.

“No. No quiero ser una molestia”, dijo Miguel tratando de negarse.

Pero ella no quería un “no” por respuesta. “Espera aquí”, intervino y se apresuró a entrar. Salió con un buen sándwich y una bebida para el hombre. Él no pudo negarse a tomar la comida.

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Abril le sonrió. “Puedes dejar el gato allí. Estoy segura de que me lo llevaré mañana. Tengo que volver al trabajo. ¡Encantada de conocerte!”.

Miguel la vio entrar nuevamente al local y luego se quedó mirando al gato durante mucho tiempo mientras pensaba.

Abril estaba limpiando la barra al día siguiente cuando su gerente, el Sr. Cáceres, se le acercó. “El jefe quiere verte. ¿Qué hiciste?”, preguntó el supervisor de Abril, aparentemente enojado con ella.

Un hombre bien vestido sentado en un banquillo con una computadora portátil sobre su regazo. | Foto: Pexels

Un hombre bien vestido sentado en un banquillo con una computadora portátil sobre su regazo. | Foto: Pexels

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“¿Qué? No he hecho nada ¿Se refiere al dueño?”, respondió ella, presa del pánico.“Sí, el Sr. Santander está aquí y pidió que lo veas en su oficina. Nadie entra allí a menos que él quiera despedir a alguien. Estás en problemas. ¡Ve rápido!”, le dijo el supervisor y la empujó hacia la oficina del jefe.

Abril entró con manos temblorosas y vio al indigente al que había alimentado el día anterior. “¿Miguel?”, dijo ella.

El hombre vestía un traje caro y no lucía para nada como el individuo que había conocido el día anterior. Él levantó la vista de su computadora y le sonrió.

“Mira”, dijo y señaló la silla junto a su escritorio. El gatito estaba sentado allí, durmiendo plácidamente. “¿Qué está sucediendo?”, preguntó, sorprendida por este giro de los acontecimientos.

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Miguel le explicó y dijo que quería poner a prueba a algunos de sus empleados vistiéndose como una persona sin hogar. La había visto siendo amable con el gatito y se preguntaba si su amabilidad se extendería a las personas.

“Ese es un juego complicado”, dijo Abril riéndose con nerviosismo.

“También me preguntaba... ¿te gustaría cenar conmigo?”, le preguntó el hombre, mirándola con esperanza.

“Ni siquiera te conozco”, respondió ella.

“Es por eso que la gente tiene citas”, bromeó, sonriendo.

Una pareja sentada mirando las montañas y un lago. | Foto: Pexels

Una pareja sentada mirando las montañas y un lago. | Foto: Pexels

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“No lo sé. Eres mi jefe”, vaciló.

“Comprendo”, le dijo Miguel. Luego la dejó volver al trabajo.

Los dos hablaban de vez en cuando y, finalmente, Abril aceptó tener una cita con él. Se casaron dos años después y el hombre nunca tuvo que preocuparse por ella.

A su esposa no le importaba su dinero. Era genuina, amable y el alma más profunda que jamás había conocido. Su amada le devolvió la fe en el amor y fue mágico formar una familia con ella.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

No pierdas la fe en el amor o en las personas. Después de dos malas experiencias, Miguel había perdido la esperanza de encontrar a alguien con quien compartir su vida, pero luego conoció a Abril.

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No todo el mundo está interesado en el dinero. Aunque el dinero gobierna el mundo, no todos piensan que es lo más esencial. Algunas personas están genuinamente contentas con una vida simple.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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