Anciano que ha estado solo toda su vida ve en su puerta a un niño que le dice: "Abuelo, llegamos" - Historia del día
Enrique había dedicado su vida a su carrera militar y en su vejez lamentaba no haber formado una familia. Pero un día, un niño pequeño irrumpió por su puerta llamándolo abuelo. Alguien lo acompañaba con la noticia más hermosa de su vida.
Enrique se sentó a desayunar en su sofá y encendió la televisión. Le había gustado hacer eso los domingos por la mañana durante la mayor parte de su vida, pero a los 96 años realmente lamentaba su existencia solitaria.
Era militar y veterano de guerra. Había luchado en la Segunda Guerra Mundial y tuvo una de las mejores carreras militares de su país. Ganó medallas, ascendió de rango y fue admirado por todos.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Con frecuencia debía viajar, lo que no le dejaba mucho tiempo para las relaciones. Era guapo y las chicas lo adoraban, pero ninguno de sus noviazgos duró más de unos pocos meses.
Ahora, este era su mayor arrepentimiento. Añoraba lo que imaginaba hubiera sido su vida con hijos y nietos. Lo único que podía hacer era seguir viviendo y disfrutar de los pequeños placeres diarios.
Sin embargo, su mañana de domingo fue interrumpida cuando un niño abrió su puerta. “¡Abuelo, llegamos!”, gritó y corrió hacia él. Saltó a sus brazos y Enrique casi dejó caer su sándwich.
Obviamente, esto tenía que ser un error. Con seguridad el niño se había equivocado de casa. Pero entonces otra voz dijo: “¡Tony! ¡Tony! ¡Entrar en las casas de las personas sin llamar es de mala educación!”.
Era un joven de unos 20 años, que miró al anciano directamente a los ojos. “Lo siento mucho. ¿Eres Enrique Palencia?”.
El niño se soltó de los brazos de Enrique y fue al lado del otro hombre. Seguía sonriendo. El hombre se levantó del sofá y estiró su mano para saludar al joven.
“Sí, soy Enrique Palencia. Esta es una reunión extraña, pero los niños serán niños, ¿verdad?”, dijo con humor. “¿Puedo preguntar quiénes son ustedes?”.
El hombre respiró hondo. “Mi nombre es Edgar Palencia, señor. Creo que soy tu nieto”.
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El mundo entero de Enrique cambió en ese segundo. Sabía que nunca había tenido hijos, pero un rayo de esperanza comenzó a brillar en su alma. De todos modos, esto seguía siendo una noticia impactante. “¿Qué dices?”.
“Por favor, déjame explicarte”, continuó, y Enrique le hizo un gesto para que tomara asiento. Edgar le dio al niño su teléfono para distraerlo y comenzó a hablar.
“Mi padre es Richard Palencia, y mi abuela se negó a decirle quién era su padre. Pero le había dado su apellido, por lo que mi padre siempre tuvo curiosidad".
Enrique asintió, aunque todavía sentía que la historia era increíble. Quería escuchar más.
“Bueno, ella falleció recientemente y encontramos sus cartas antiguas. Fue entonces cuando descubrimos un nombre: Enrique Palencia. Mi padre me pidió que lo ayudara a encontrar a esa persona. Sabíamos que había estado en el ejército y participado en la Segunda Guerra Mundial”.
“Tengo un amigo en el ejército que me ayudó a encontrar información. Así fue como pude obtener esta dirección, y por eso estoy aquí”, continuó Edgar, frotándose las manos como si estuviera nervioso.
“¿Cómo se llamaba tu abuela?”, preguntó Enrique, frunciendo el ceño. Ninguna de sus exnovias había quedado embarazada. Bueno, no que él supiera, al menos.
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"Estefanía Mujica”, respondió Edgar, y los recuerdos inundaron la mente de Enrique de inmediato.
Había conocido a Estefanía hacía muchos años, y aún recordaba su hermoso rostro. Con ella tuvo la relación más larga de su vida, pero pronto lo trasladaron nuevamente. Eso acabó con su noviazgo.
Ella nunca le había dicho nada sobre estar embarazada. “Me pregunto por qué no trató de encontrarme”, murmuró casi para sí mismo.
“No lo sé. La abuela nunca habló de ti, a pesar de la insistencia de mi padre. Viajé aquí para conocerte y preguntarte si estarías dispuesto a hacerte una prueba de ADN para verificar esta historia”, ofreció Edgar, mirándolo con esperanzas.
Enrique apoyó las manos en las rodillas y se levantó del sofá. “No creo que eso sea necesario. Lo que cuentas coincide con mis recuerdos, inclusive siguen viviendo en su misma casa”, dijo, acercándose al niño que jugaba con el teléfono.
“Tu nombre es Tony, ¿verdad?”, preguntó con dulzura al pequeño.
“¡Sí, abuelo!”, respondió y miró al anciano con una gran sonrisa.
"Bueno, en realidad soy tu bisabuelo. ¿Quieres ver mis medallas?”, preguntó. Nunca había estado con niños, pero era como si todo fluyera con facilidad.
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“¡Siiiii!”, exclamó el niño y siguió a Enrique.
“Tú también puedes venir”, le dijo a su nieto, y Edgar sonrió mientras lo seguía.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Tu vida siempre será consecuencia de las decisiones que tomes en ella. Enrique se arrepintió de su decisión de no tener hijos cuando estaba en el ocaso de sus días, y el universo le regaló un milagro.
- No es justo ocultarle a un padre la existencia de su hijo. Enrique se perdió la oportunidad de ver crecer a su hijo y a sus nietos, porque Estefanía nunca quiso contarle la verdad.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.