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Un hombre subiendo a un auto | Foto: Shutterstock
Un hombre subiendo a un auto | Foto: Shutterstock

Exesposo deja a mujer sin un centavo: años después ella le da $1 de propina - Historia del día

Georgimar Coronil
15 jun 2022
19:00

Una mujer es dejada sin dinero por su exmarido, y años más tarde, lo ve trabajando como aparcacoches en un restaurante.

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Jenny tenía 45 años y llevaba veintisiete de casada. La mayor parte de ese tiempo había sido feliz criando a sus hijos y creyendo que su esposo la amaba.

Pero Bruno había cambiado. Mientras Jenny se había dedicado a sus hijos y a su hogar, Bruno se había dedicado a ganar dinero, mucho dinero.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Él siempre le decía: "Jenny, somos socios, al 50%, ¡y no lo olvides! No podría tener tanto éxito sin ti". Jenny le creía, y también confiaba en que sería honesto con ella, como ella lo había sido con él.

Es difícil precisar cuándo exactamente Jenny se dio cuenta de que su matrimonio había terminado. Tal vez fue cuando Bruno olvidó su cumpleaños dos veces seguidas, y a ella ya no le dolió.

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Sentada en su habitación, esperando a Bruno, Jenny se dio cuenta de que ya no estaba enamorada de él. Lo quería, lo respetaba, era su mejor amigo, pero el romance había muerto.

Unos días después, Jenny le preguntó: "¿Eres feliz, Bruno?".

Él levantó la vista de su laptop y frunció el ceño. "¡Por supuesto! ¿Por qué no iba a serlo?".

"Porque", dijo Jenny con calma. "Ya no me quieres".

Bruno se llevó las manos a la frente y cerró los ojos. "Oh, Jen...", susurró. "Por favor, cariño, ¿podemos hablar de esto dentro de dos semanas? Tengo un gran negocio... quiero poder prestarte toda mi atención".

"De acuerdo", aceptó Jenny. "Dos semanas...".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Por favor, nena", dijo Bruno con lágrimas en los ojos. "Por favor, no renuncies a nuestro matrimonio. Solo dame un poco de tiempo, ¿de acuerdo?".

Jenny lo hizo, ¡y se llevó una sorpresa! Dos semanas más tarde, Bruno llegó. "¡El trato se concretó!", gritó.

"¿Podemos hablar esta noche?", preguntó Jenny. "Sobre nosotros".

Bruno se sentó en el sofá y cruzó las piernas con indiferencia. "¡Podemos hablar ahora!", dijo. "Entonces... ¿Quieres el divorcio o no?".

"¿El divorcio?", preguntó Jenny. "Pensé que tú... ¡Me dijiste que no renunciara a lo nuestro!".

"¡Oh, ya sabes!", Bruno agitó una mano. "Las cosas que decimos bajo presión...".

"Ya veo", dijo Jenny. "En ese caso, me pondré en contacto con un abogado y presentaré la moción...".

"Ya lo hice", dijo Bruno sonriendo. "Y también me he declarado en quiebra. No vas a recibir ni un céntimo del dinero que he ganado con esfuerzo".

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Pero siempre dijiste que éramos socios a partes iguales", dijo Jenny. "50/50, dijiste".

"Olvídalo", respondió Bruno. "Eso es solo una de esas cosas que dije. No significó nada".

"Como ‘te amo’", añadió Jenny con amargura.

"¡Exactamente!", dijo Bruno.

Al final del proceso de divorcio, Jenny se quedó sin nada. Todo lo que obtuvo fue la mitad del patrimonio de la casa y la mayor parte se destinó a los gastos legales.

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Afortunadamente para Jenny, sus tres hijos habían crecido y estaban fuera de casa. Solo tenía que preocuparse de sí misma, así que encontró un pequeño apartamento y se puso a buscar trabajo.

Desgraciadamente, Jenny no tenía ninguna cualificación ni experiencia. Se había casado con Bruno al salir de la escuela y poco después su primer hijo ya estaba en camino. Había sido la mejor madre, pero ahora eso no valía nada.

Tras un día de recorrer las calles, Jenny se sentó en su sofá de segunda mano y lloró. La última mujer que la había entrevistado había sido amable. "Encuentra algo que hagas mejor que nadie", le aconsejó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

"¿Qué puedo hacer mejor que nadie?", se preguntó. Luego sonrió. La tarta de chocolate de su abuela. Jenny había heredado su libro de recetas y la tarta de chocolate era una de las favoritas de la familia.

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Al día siguiente, se levantó a las cuatro de la mañana y se puso a hornear. A las siete estaba en la puerta del café de moda con dos tartas en la mano.

"Si no vendes las tartas", dijo Jenny al dueño. "Te pagaré. ¿Qué tienes que perder?".

A las 11:00, el hombre llamó a Jenny para pedirle dos tartas más para los clientes de la tarde. Entonces las personas empezaron a pedir tartas enteras para llevar a casa en lugar de comprar solamente un trozo.

Jenny era una mujer muy ocupada, y lo fue aún más cuando otra cafetería se puso en contacto con ella, luego otra, y otra. Un día, un comprador de una cadena de charcutería se puso en contacto con ella y le dijo que le compraría las tartas congeladas.

Con el dueño de la primera cafetería como socio, Jenny montó una fábrica y lanzó su propia marca: Tartas de la abuela Nena. Fue un éxito rotundo y, tres años después, Jenny estaba en camino de ser una mujer muy rica.

Y no era solo su vida profesional la que estaba floreciendo. Acababa de empezar a salir con un apuesto crítico gastronómico francés que la adoraba y al que le encantaba la tarta de chocolate.

Jenny tenía una cita con su encantador novio francés en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad, así que se vistió de punta en blanco. Estaba fabulosa. Se subió a su flamante descapotable rojo y se dirigió al centro.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Se detuvo en la puerta del local, salió del auto y se preparó para entregar las llaves al aparcacoches. Entonces miró de nuevo al hombre y se quedó boquiabierta. "¿Bruno?".

Era Bruno, con un saco rojo mal ajustado y una pajarita negra. ¡Estaba aparcando carros! De hecho, estaba a punto de estacionar el suyo. Bruno se sonrojó y pareció avergonzado.

"Jenny", dijo con una débil sonrisa. "¡Luces genial!".

Jenny lo miró de arriba a abajo y contestó: "¿Qué te ha pasado?".

Bruno se encogió de hombros. "Después de que nos divorciamos", dijo, "todo salió mal. Hice algunas malas inversiones... lo perdí todo Jenny".

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"¡Oh, pobrecito!", comentó Jenny y buscó en su bolso. "¡Aquí tienes, por los viejos tiempos!" Y con una dulce sonrisa, dejó un billete en la mano de su exmarido.

Hacía tres años Bruno la había dejado sin nada, ahora era él el que no tenía nada y ella le daba más de lo que él merecía... ¡Le daba un dólar de propina!

"¡Cuidado con mi auto!", dijo ella con desparpajo y entró en el restaurante donde le esperaba un hombre guapo y una velada maravillosa.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Haz lo que mejor sabes hacer y te irá bien: Jenny descubrió que sus tartas de chocolate eran un éxito y acabó teniendo una famosa marca de postres.
  • Las malas acciones tienen consecuencias: Bruno despojó a Jenny de su parte del patrimonio familiar y acabó arruinado y solo, mientras ella se hizo rica.
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