Chica lista reescribe el cartel de un mendigo ciego y se forma una fila frente a él poco después - Historia del día
Samantha pasó junto a un mendigo ciego en la calle y vio que su gorra todavía estaba vacía a pesar de llevar allí todo el día. Después de leer el cartel que sostenía, decidió hacer algunos cambios, y los resultados fueron increíbles.
Samantha caminó rápidamente por una calle bulliciosa. Cientos de personas caminaban a su lado y el sonido de las bocinas de los autos resonaba en el aire. El característico olor a asfalto y humo le hizo cosquillas en la nariz mientras aceleraba el paso.
Era más de mediodía y aún no había comido porque había sido un día ajetreado, como lo eran la mayoría desde que trabajaba en una agencia de publicidad. Buscaba donde comerse un sándwich.
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Estaba terminando un gran proyecto para un cliente importante que podría cambiar su carrera. Ella tenía poco más de 20 años y ya era una de las mejores en su campo, por lo que su jefe confiaba en ella.
Pero justo cuando se acercaba a cafetería, Samantha se detuvo. Vio a un hombre mayor con lentes oscuros sentado en la acera que pedía algunas monedas para comer. Sostenía un bastón en la mano, por su ceguera.
Buscó en sus bolsillos algo de cambio y consideró comprarle un sándwich; también leyó el mensaje en su cartel de cartón. Su gorra de béisbol estaba casi vacía, parecía que las cosas no le habían ido bien.
Probablemente, no había comido en todo el día, y eso rompió el corazón. Arrojó las pocas monedas que tenía en la gorra y de pronto se le ocurrió una idea.
“Hola, señor. Soy Samantha. ¿Cuánto tiempo ha estado aquí?”, le preguntó con su voz más suave.
“Hola. Soy Nicolás. He estado aquí todo el día”, dijo el hombre, asintiendo con la cabeza y apuntando su rostro hacia su voz.
“Está bien. Voy a conseguirte algo de comer en la tienda de sándwiches. ¿Pero me dejarías hacer algo primero?”, preguntó Samantha.
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“Dios te bendiga, jovencita. Te dejaré hacer cualquier cosa. Pero, ¿qué piensas hacer?”.
“Es un secreto. Solo quiero ver si esto funciona”, respondió ella, y el hombre asintió, aunque claramente estaba confundido.
Samantha rebuscó en su cartera, sacó un marcador negro y tomó el letrero del mendigo. Le dio la vuelta y escribió un nuevo mensaje. Luego lo regresó a su lugar.
“¿Qué hiciste, jovencita?”, preguntó el hombre. “¿Escribiste algo nuevo?”.
Samantha sonrió al reflexionar en lo asombroso que era que las personas con discapacidad fueran tan sensibles a lo que sucedía a su alrededor. Nicolás escuchó claramente cada sonido del marcador y entendió lo que estaba haciendo.
“Es un experimento, Nicolás. En este mundo, se trata de cómo expresas las cosas, y espero que esto te ayude”, explicó, aunque obviamente el hombre todavía estaba confundido. “Quiero ver si funciona”.
Samantha se levantó, compró un sándwich para ella y otro para Nicolás y volvió al trabajo. Horas más tarde, salió de la oficina y decidió ver cómo le iba al hombre y comprobar si su experimento había funcionado.
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Honestamente, no tenía muchas esperanzas. Las calles pueden estar tan ocupadas con personas que van y vienen que rara vez tienen tiempo para concentrarse en los demás. Pero mantuvo los dedos cruzados.
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Para su sorpresa, había una larga cola de gente donde había dejado a Nicolás. La fila se movía rápido, y finalmente Samantha se dio cuenta de que estaban en formación para darle dinero al mendigo.
Se paró justo frente a Nicolás y vio que su gorra estaba llena de monedas y billetes.
“Oh, Dios mío”, susurró, y sonrió cuando más personas se detuvieron frente a Nicolás para brindarle ayuda.
“¿Jovencita? ¿Samantha? ¿Eres tú?”, preguntó el hombre, y Samantha se arrodilló cerca de él.
“Soy yo, Nicolás. ¡Caramba! ¡Mira todo esto! ¡Es fantástico!”, exclamó.
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“Jovencita, tienes que decirme lo que escribiste en ese letrero. La gente se ha detenido y ha hecho cola para darme dinero. ¿Qué está pasando?”, preguntó confundido.
“Bueno”, dijo Samantha encogiéndose de hombros. “Escribí: ‘Hoy es un día hermoso y, aunque no puedo verlo, espero que lo disfrutes y aprecies todo lo que tienes’”.
Nicolás sonrió. “Eso es hermoso, Samantha. Tienes facilidad con las palabras”, afirmó, con la voz entrecortada por la emoción.
“Trabajo en publicidad, así que es mi trabajo encontrar palabras bonitas como esa. Pero no sabía si funcionaría. De hecho, me da esperanza de que el mundo no esté tan perdido”, expresó, todavía sorprendida por la generosidad de todos.
Nicolás asintió pensativo. “Tienes razón, jovencita. Nunca debemos perder la esperanza de que la bondad prevalecerá sobre cualquier otra cosa, especialmente cuando las cosas son particularmente difíciles”.
Samantha sonrió. Se despidió de Nicolás y caminó a casa con la mayor sensación de alivio y una gran sonrisa en su rostro. Su pasión por la publicidad y el poder de las palabras habían marcado una verdadera diferencia ese día. La vida es buena.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las palabras pueden hacer toda la diferencia. Samantha cambió el mensaje en el letrero de cartón de Nicolás y cambió todo para él.
- Usa tu pasión para hacer el bien siempre que puedas. Samantha utilizó su creatividad para ayudar a un hombre mayor en la calle y se sintió feliz al ver el mejor de los resultados.
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