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Una pareja caminando un perro | Fuente: Flickr.com/Elvert Barnes
Una pareja caminando un perro | Fuente: Flickr.com/Elvert Barnes

Mujer en duelo lleva las cosas de su hija fallecida a un refugio y regresa con una niña en brazos - Historia del día

Georgimar Coronil
11 jul 2022
13:40

Una mujer que se enfrenta a la muerte de su hija pequeña empaqueta su ropa y la lleva a un hogar de acogida como donación. Allí conoce a una niña que le cambia la vida.

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El peor día de la vida de Daniela fue el de la muerte de su hija Rosa. La chiquilla tenía tan solo cuatro años cuando se enfermó. Aparentemente, solo era un resfriado.

Sin embargo, Rosa nunca mejoró, así que Daniela la llevó al médico. El doctor hizo que Rosa se sometiera a una serie de pruebas, y entonces, Daniela supo que algo iba muy mal.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Nada de lo que los médicos hicieron ayudó a Rosa, solo pudieron aliviar su dolor, y pronto la niña murió. Daniela enterró a su hija, y con ella, su corazón.

Durante mucho tiempo, tras la muerte de Rosa, Daniela se negó a permitir que nadie tocara nada en su habitación. Quería creer que algún día entraría y Rosa estaría allí sonriendo, viva.

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El marido de Daniela, Roberto, le rogó que regalara la ropa de Rosa que aún colgaba en los armarios, y sus juguetes que todavía estaban sobre la cama. "¿Quieres que la olvide?", gritó Daniela. "¿Quieres que me olvide de mi bebé?".

Roberto le dijo que quería que cerrara el ciclo, que hiciera su duelo, que dejara atrás el dolor. "Rosa también era mi hija", le dijo en voz baja. "Pero quiero recordarla con alegría, y tú estás atrapada en el dolor".

"¡Duele!", gritó Daniela. "Duele mucho, ¿no ves cómo duele?". Roberto la abrazó y trató de consolarla, pero superar su pérdida era algo que Daniela tenía que asumir por sí misma.

Animó a Daniela a ir a un grupo al que asistía en el que se reunían personas que habían perdido a sus hijos. Eso ayudó un poco. Un día, Daniela se decidió a dar un gran paso.

Iba a regalar la ropa de Rosa, sus juguetes y sus libros. Descubrió que había un hogar para niños cerca. Allí irían las cosas de Rosa para los niños que las necesitaran.

Daniela comenzó la dolorosa tarea de empaquetar la ropa y los juguetes de su hija en cajas. Quitó todos los pósteres y pintó las paredes de amarillo pálido en lugar de rosa, pero no se atrevió a quitar los muebles.

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Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

La cama y el armario de Rosa y su bonito escritorio se quedaron, pero con las paredes amarillas y las cortinas de girasoles que colgó, el aspecto era completamente diferente.

"Es un paso en la dirección correcta", dijo Roberto con suavidad.

"Ya no parece la habitación de Rosa", susurró Daniela. "Pero sigo queriendo que sea la habitación de un niño. ¿Es una locura?".

Roberto la besó con ternura. "No, mi amor", dijo él. "No es una locura. ¿Quieres que te acompañe mañana, para ayudar con las cajas?".

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"No", dijo Daniela. "Quiero hacerlo sola". Sin embargo, cuando llegó al lugar, una casa grande dirigida por tres mujeres de aspecto atareado, lamentó que su esposo no hubiese ido con ella.

Cada caja que descargaba era un trocito de Rosa. Daniela se encontró sollozando hasta que oyó una voz que decía: "¡Hola! ¿Te duele la barriga?".

Daniela se giró, limpiándose las mejillas, y se encontró cara a cara con una niña diminuta con un mechón de rizos oscuros y ojos vivaces. "No", dijo. "No me duele la barriga".

"Oh", dijo la niña. "¡Entonces debe ser tu corazón!" La niña parecía tan sabia y conocedora que Daniela tuvo que sonreír.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

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"¿Cómo sabes tanto?", preguntó, y la pequeña le sonrió descaradamente. "¿Cómo te llamas?".

"Soy Karla", dijo la niña. "¿Qué tienes ahí?".

"Ropa, juguetes y libros", dijo Daniela y abrió una de las cajas para mostrársela.

Karla tocó un bonito vestido de fiesta y suspiró. "¿Por qué regalas todas esas cosas tan bonitas?", preguntó.

"La niña a la que pertenecían ya no las necesita", explicó.

Karla se animó. "¿Y la mamá?", preguntó ansiosa. "Si no necesita a su mamá, ¡me encantaría tener una!".

Daniela sintió que su corazón herido daba un vuelco. Aquí estaba esta niña solitaria y desesperada por el amor, ¡y ella estaba consumida por el dolor! Daniela empezó a llorar, con sollozos profundos.

Lloró por Rosa, por ella misma y por Karla. Cuando se calmó, se sentó y conversó con la niña durante mucho tiempo. Luego habló con la mujer que dirigía el hogar de acogida.

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Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Le dijo que estaba dispuesta a acoger a Karla, y eventualmente a adoptarla si el estado lo permitía. "Nos encantaría encontrar buenos hogares para todos nuestros niños", le confesó la señora a Daniela. "Pero tendrás que pasar por los Servicios Sociales. Sin embargo, si tienes buenas condiciones de vida, y estabilidad financiera, llegará muy lejos".

"¡Incluso tengo un dormitorio preparado para Karla!", respondió Daniela.

"¿Para mí?", interrumpió la pequeña.

"¡Karla!", reprendió la encargada de la casa. "¡Se supone que no debes estar aquí! Esta es una conversación para adultos".

"¡Quiero verlo!", dijo Karla. "¡Quiero ver mi habitación!"

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Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

La encargada de la casa parecía incómoda. "No creo que sea una buena idea", dijo. "Si las cosas no funcionan, Karla se sentirá muy herida".

Daniela y Karla dijeron al mismo tiempo: "¡Saldrá bien!".

La mujer accedió de mala gana a ir con Daniela y Karla a su casa. Roberto se quedó asombrado cuando vio a Daniela subir las escaleras con una sonrisa iluminando su rostro y una niña riendo en sus brazos.

Era el comienzo de una nueva vida para Daniela, Roberto y Karla. No fue fácil, y Roberto y Daniela tuvieron que pasar por muchos obstáculos, pero finalmente llegó el día. La adopción fue aprobada.

Karla volvió a casa y durmió en la habitación de los girasoles, y el corazón de Daniela estuvo por fin en paz.

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Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • El amor es el mayor sanador para un corazón roto: Daniela no pudo superar la pérdida de su hija hasta que se permitió amar a otro niño.
  • La familia es más que biología, es amor y devoción: Daniela y Roberto reconstruyeron su familia y le dieron a Karla lo que más necesitaba: amor.

Comparte esta historia con tus amigos. Puede que les alegre el día y les inspire.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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