Padre rico nota que hija a menudo se queda con su chofer en el auto por horas y comienza a sospechar - Historia del día
El mayor temor de un padre es que su hijo pueda caer en manos de una mala persona. Un padre soltero se imaginaba lo peor cuando se dio cuenta de que su hija llegaba tarde a casa todos los días.
Bernardo Lara tenía 27 años y era uno de los desarrolladores de software más brillantes y prometedores de su ciudad. Estaba trabajando para una empresa importante y ganando una fortuna, pero quería más.
Él tenía un sueño. Quería establecer su propia compañía. Así que un día llegó a casa y le dijo a su esposa, Diana, con la que tenía cuatro años casado, que dejaría su trabajo.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash
“¿Cómo vamos a vivir?”, le preguntó ella nerviosa. “¿Y qué pasará con Susy? ¿Qué clase de padre eres?”. Diana no esperó a descubrir qué clase de padre iba a ser su marido.
Ella decidió abandonarlo y se fue con uno de los inversionistas adinerados que iba a aportar un capital para el emprendimiento de Bernardo.
La madre dejó atrás a su hija, Susy, quien tenía dos años en ese momento. El padre se volcó en el desarrollo de su emprendimiento e instaló un parque infantil en un rincón de su oficina.
Sus pocos empleados y sus clientes se acostumbraron a ver a la pequeña Susy allí. No se molestaban cuando el Bernardo interrumpía reuniones importantes para darle un refrigerio a su hija o para calmarla cuando se caía.
Para él, la paternidad era prioridad y los negocios venían después. Al final, resultó que era brillante en ambos. Su empresa despegó y, cuatro años después, se convirtió en multimillonario.
Antes de establecer su propia empresa, cuando trabajaba en la compañía de software, ya ganaba mucho dinero, por lo que su estilo de vida no había cambiado mucho.
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Vivía en una casa encantadora y cómoda, pero se negaba a comprar una mansión. Todavía pasaba cada segundo de su tiempo libre con Susy, que ahora estaba en la escuela.
Bernardo hizo una concesión: cuando su hija comenzó el año escolar, contrató a un conductor para que la llevara, la regresara a casa y la vigilara. El hombre, David Osorio, era muy recomendado, y a Susy le agradaba.
Era David quien recogía a la jovencita de la escuela y la llevaba a clases de ballet, natación, arte y práctica de fútbol. Y la niña parecía estar muy contenta con eso.
“Susy”, dijo Bernardo una tarde cuando su hija tenía diez años. “¿Qué tal si me tomo la tarde libre y te recojo de la escuela yo mismo hoy?”.
La niña saltó como si la pincharan con un alfiler. “Uhm... Escucha, papá, eso no va a funcionar para mí”, dijo. “Tengo mucho que hacer. David puede recogerme, ¿de acuerdo?”.
“¿Prefieres que te recoja David?”, preguntó el hombre.
Susy se encogió de hombros y revoleó sus ojos. “Sí, papá...”, dijo ella. “¿Quién quiere a su papá esperando en la puerta de la escuela?”. Bernardo no dijo nada, pero estaba herido.
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Además, algo no parecía estar del todo bien. La forma en que su hija saltó cuando sugirió pasar por ella... Era casi como si estuviera escondiendo algo.
Esa tarde, Bernardo llegó a casa a las 5:00 y vio a Susy salir del auto de David dos horas más tarde de lo que debía haberlo hecho. “¿Dónde estabas?”, le preguntó a su hija.
“Haciendo cosas”, dijo con indiferencia.
“¿Qué cosas, Susy?”, preguntó el padre.
“¿Eres la policía ahora?”, dijo su hija enfadada. “Cosas, cosas privadas, ¿de acuerdo?”, dijo y entró en su habitación cerrando la puerta de golpe.
¡Su hija nunca había actuado así antes! Bernardo pensó en hablar con David, pero dudó. El chofer sabía que Susy debería haber estado en casa a las 3:00, no a las 5:00 de la tarde.
Sabía que a la niña no se le permitía ir al centro comercial ni hacer nada más que sus actividades programadas. Entonces, ¿por qué no se lo había informado a Bernardo? A no ser que...
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¿Podría David ser parte de las “cosas privadas” de Susy? Bernardo había visto demasiados noticieros para no darse cuenta de los muchos peligros que acechaban a los niños en estos días. ¿Podría el chofer ser alguien peligroso?
Bernardo fue a su oficina y revisó las imágenes de la cámara de seguridad de la casa. Todos los días durante los últimos dos meses, Susy había llegado, luego ella y David se quedaban en el automóvil durante horas. ¿Haciendo qué?
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Luego, en uno de los videos, el padre vio a su hija abrazando al conductor. Estaba horrorizado y furioso. ¡Él le iba a poner fin a esto!
La tarde siguiente, Bernardo se escondió en el garaje y esperó a que David detuviera el auto en el camino de entrada. Observó cómo Susy se subía al asiento del pasajero. Entonces él se acercó al auto.
Agarró la manija y abrió la puerta. Su hija y el chofer estaban sentados uno al lado del otro, y el hombre sostenía lo que parecía un libro de texto de matemáticas en su regazo, mientras Susy tomaba notas.
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“¿Que está pasando aquí?”, gritó Bernardo. La niña comenzó a llorar tan pronto como lo vio. Empujó a su padre y corrió hacia la casa.
David salió del coche. “Por favor, señor”, dijo. “No se enoje con Susy”.
“¡Explica ahora mismo lo que está pasando!”, exigió Bernardo, cerrando sus manos en puños.
“Hace dos meses, recogí a Susy de la escuela y ella estaba llorando”, explicó el hombre. “No paraba de llorar. Así que le pregunté qué le pasaba y me dijo que había suspendido un examen de matemáticas”.
“Dijo que era terrible en esa materia y que usted era muy bueno. Y eso lo haría sentir decepcionado de ella. Estaba tan molesta que le dije que le daría clases particulares”.
“Hice matemáticas avanzadas en la universidad, señor, antes de abandonar los estudios”.
“Pero, ¿por qué no me lo dijo?”, preguntó el padre.
“Susy lo adora”, dijo el conductor. “Ella quiere complacerlo más que nada. No quería que supiera que estaba fallando en matemáticas”.
“¿Estaba?”, preguntó Bernardo. “¿Eso ha cambiado?”.
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David sonrió. “En este momento está obteniendo Bs y está esforzándose para obtener su primera A”.
Bernardo le agradeció a David. “¡Ya que le estás dando clases a Susy, te daré un aumento!”, dijo.
Entonces Bernardo subió las escaleras y llamó a la puerta de su hija. “Cariño”, dijo. “No te preocupes, David me explicó todo”.
La niña abrió la puerta con la cara hinchada de lágrimas. “Estoy muy avergonzada…”, susurró. “¡Lo siento, papi!”.
“No tienes nada de qué avergonzarte”, dijo Bernardo suavemente. “Ojalá me lo hubieras dicho”.
“¡Quería que estuvieras orgulloso de mí!”, dijo Susy. “Y no quería que supieras que estaba fallando en matemáticas...”, agregó.
“Hija”, dijo el padre. “Estoy orgulloso de ti y nada podría cambiar eso. Por favor, nunca más me ocultes nada. Confía en mí. Te amo y haría cualquier cosa por ti”.
La niña abrazó a su padre y le prometió que no tendría más secretos con él, ni grandes ni pequeños, y cumplió esa promesa.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los buenos padres siempre están ahí, siempre orgullosos y siempre brindando su apoyo. Susy tenía miedo de que su padre no estuviera orgulloso de ella, así que ocultó su problema con las matemáticas, pero él la apoyó cuando se enteró.
- Permanece alerta al horario de tu hijo y con quién pasa su tiempo. Sé consciente. Es mejor ser precavido para mantener a tu hijo a salvo.
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