Joven desconocido comienza a cuidar a pareja de ancianos: la señora nota que tiene la misma marca de nacimiento que ella - Historia del día
Un joven ocultó su identidad para cuidar a una pareja de personas mayores de escasos recursos. Un día, mientras se cambiaba la camisa, la mujer notó una marca de nacimiento en su espalda y se echó a llorar al reconocerlo.
Carla y Simon Clavijo tenían más de 60 años e intentaban envejecer con gracia. Pero cada vez que pensaban en las deudas que aún tenían con mucha gente, se deprimían profundamente.
Simon era carpintero y, después de lesionarse la mano, se había tomado un largo descanso del trabajo. Carla dirigía la casa, y cuando su situación cambió de mal en peor, comenzaron a vender los artículos viejos en su garaje.
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La pareja se esforzaba por llegar a fin de mes hasta que un día conocieron a un extraño que se presentó como Darío. Confiaron ciegamente en él, sin saber su verdadera identidad, y al reconocerlo, los ojos de Carla se llenaron de lágrimas.
“¡Hola, soy Darío! Encantado de conocerlos”, dijo el extraño, extendiendo una mano a Simon.
“¡Hola! ¿Cómo podemos ayudarte, Darío?”, preguntó Simón.
El extraño permaneció en silencio durante unos segundos y dijo que estaba allí para ayudarlos a superar sus dificultades.
“Soy de una organización de asistencia social y me enviaron aquí para cuidar a personas mayores en una situación difícil”.
Simon y Carla estaban desconcertados. “¿Organización de bienestar? Lo siento, pero no queremos ninguna ayuda porque no podemos pagarte. Gracias por preguntar”, dijo Carla, rechazando la oferta del hombre.
Pero Darío estaba decidido a no moverse hasta que estuvieran de acuerdo. “He recorrido un largo camino para ayudarlos... Por favor, déjenme entrar para que firmen el acuerdo”.
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En este punto, la pareja estaba asustada. “Queremos que te vayas ahora mismo... O llamaremos a la policía”, replicó Simon. Darío se fue, pero regresó más tarde.
“¿Tú otra vez? ¿Por qué has venido aquí?”, preguntó Carla.
“Hablemos de esto adentro”, dijo Darío mientras se abría paso hacia la casa.
Carla y Simon observaron conmocionados cómo el extraño dejaba una bolsa llena de víveres en el mostrador. “Les traje esto. Ustedes dos deberían tomar estos medicamentos a sus horas. La receta está dentro”.
La pareja estaba confundida por el comportamiento del hombre. Además, su casa estaba llena de buena comida por primera vez en varios días. Antes de que pudieran volver a interrogarlo, Darío les mostró una identificación con su nombre.
“¿Ahora, me creen”? Soy de la organización de bienestar y no tendrán que pagar por esto”.
Después de muchas dudas, Carla y Simon acordaron aceptar la ayuda del extraño. También le permitieron quedarse con ellos en su modesta casa después de que les hablara de sus dificultades para viajar largas distancias para visitarlos a diario.
Con el paso del tiempo, Darío se convirtió más en un miembro de la familia. Ayudaba a la pareja a renovar su casa, compraba comestibles, arregló el viejo auto de Simon e hizo todo lo que pudo para hacerlos felices.
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A cambio, no esperaba nada más que buena comida preparada por Carla. Ella pensaba que era extraño, pero estaba feliz de hacerlo.
Un día, los acreedores de Carla y Simon comenzaron a llamarlos uno por uno. La pareja estaba preocupada porque aún no habían pagado sus préstamos. Fue entonces cuando escucharon lo impensable.
"¡Señor y señora Clavijo! Si desea cualquier otra ayuda financiera, no duden en pedírmela... y gracias por saldar sus deudas”, dijo una de las personas a las que debían.
“No te entiendo... ¿Cómo pasó eso?”, preguntó Simón con incredulidad.
“Sus deudas han sido pagadas en su totalidad”, respondió el prestamista y colgó.
Más tarde, Darío reveló que había liquidado las deudas de la pareja como parte de su programa de asistencia social. Simon y Carla estaban atónitos porque no tenían idea de lo que estaba pasando.
Aún más peculiar fue el hecho de que Darío se negaba a quitarse las grandes gafas de sol negras, incluso dentro de la casa mientras arreglaba la lavadora. Se sentía extraño que un joven se quedara con ellas todo el día, y Carla pensó que había algo misterioso en él.
Un día, la mujer vio a Darío cambiándose la camisa después de derramar té sobre ella. Ella fue a la habitación para darle una toalla y se sorprendió al ver una marca de nacimiento en su espalda.
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“No puedo creer esto”, exclamó Carla después de ver la marca de nacimiento. Le recordaba mucho a otra que había visto hacía mucho tiempo ya. Curiosa, corrió hacia Darío y le quitó las gafas de sol. No pudo contener las lágrimas después de ver la cicatriz cerca de su ojo.
“Tú no eres Darío... Eres mi hijo, Miguel”, lloró Carla. “Han pasado 20 años... ¡Te he extrañado muchísimo!”.
Miguel abrazó a su madre y se echó a llorar. “Pensé que no querrías verme”.
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Hace 20 años, Carla y su exesposo Esteban Martín se divorciaron. Él había convencido al niño de que lo mejor era que se fuera con él a Europa. Así que cuando en la corte le preguntaron, dijo que se quería ir a vivir con su padre.
Después de una larga disputa legal por la custodia de su hijo de 5 años, Esteban ganó. Poco después, se llevó a Miguel a París y Carla nunca volvió a ver a su hijo.
“Hace varios años, cuando papá se casó con otra mujer y comenzó a rechazarme, me di cuenta de mi error”, dijo llorando. “Regresé a los Estados Unidos y te busqué... Te encontré a través de un viejo conocido a quien le habías pedido dinero prestado”.
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“Fingí ser otra persona porque tenía miedo de que no me hablaras... Pensé que me odiarías por lo que hice... Pero ahora, quiero estar contigo... Quiero rectificar mi error, mamá, quiero estar contigo, siempre”.
Las palabras de Miguel derritieron el corazón de Carla. Ella estaba feliz de reconciliarse con su hijo y de volver a tenerlo en su vida.
“Te perdonaría un millón de veces... ¡Porque para una madre, no puede haber nada más precioso que su hijo!”, dijo Carla, mientras abrazaba y besaba a su hijo.
Madre e hijo se sentaron en el césped para ponerse al día sobre tantas cosas, y disfrutaron juntos la puesta de sol. De pronto, Carla recordó algo:
“¿Cómo conseguiste tanto dinero? Espero que no hayas gastado en mí el dinero de tu padre. No me sentiría cómoda con eso”.
“¡No, para nada, mamá! Es el dinero que tanto me costó ganar. Soy arquitecto, ¡y cada centavo que gasto en ti es mío, no de él!”. Carla estaba encantada de escuchar esto, y muy feliz por tener a su hijo a su lado.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los niños no deben quedar en medio de los problemas entre sus padres. Después del divorcio, el niño de 5 años tuvo que decidir con quien quedarse, y a la larga, se quedó solo, ya que tomó la decisión por parámetros erróneos.
- Nunca es tarde para rectificar. Miguel se hizo pasar por Darío para reunirse con su madre después de 20 años, porque se sentía culpable por haberse ido con su padre cuando era solo un niño pequeño.
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