Viuda ve a su pequeño hijo robarle sus cosas y decide espiarlo - Historia del día
Después de descubrir que faltaban muchos artículos personales en su habitación, una madre decidió espiar su casa para averiguar que ocurría. Una mañana, se deslizó detrás de él hasta el ático y se echó a llorar después de presenciar una escena asombrosa.
Andrea Santos era una madre soltera de 30 años que trabajaba duro para mantener a su único hijo, Roberto. Quedó embarazada y enviudó hace ocho años cuando su esposo, Charlie, murió en un accidente automovilístico.
Desde entonces, Andrea estaba al límite entre criar a Roberto y poder generar ingresos. Cambió de trabajos e incluso fue camarera porque no conseguía nada mejor. Finalmente, encontró un buen trabajo en una empresa de bienes raíces.
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Ella estaba demasiado ocupada en el trabajo, por lo que a veces se perdía las cosas que Roberto hacía en casa. Una mañana, mientras se preparaba para ir a trabajar, su hijo la abordó.
“Mamá, ¿vendrás temprano a casa para jugar al Scrabble conmigo?”, le preguntó Roberto.
“¡Ay, cariño! Lo intentaré porque tengo un informe importante que entregar hoy”, respondió.
El rostro de Roberto se entristeció. Todas las noches, solían jugar juegos de mesa con su madre. Pero con su nuevo trabajo, se perdía toda esa diversión porque Andrea estaba demasiado ocupada.
Y cuando regresaba a casa, apenas le dedicaba unos pocos minutos, porque siempre tenía otras cosas que hacer. Ella tenía que ocuparse de las tareas del hogar, y eso hacía que el niño se sintiera muy solo.
La abuela Elisa los visitaba a diario y cuidaba al niño hasta que Andrea llegaba a casa, pero no podía hacerse cargo de las labores domésticas al mismo tiempo.
“Entonces, ¿a qué hora llegarás a casa hoy?”, le preguntó con curiosidad otra mañana, mientras ella preparaba el desayuno.
“No estoy segura, ¿por qué?”
“Nada... pensé en jugar con la tía Emily todo el día”, dijo Roberto tímidamente.
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Emily era la vecina de 21 años, que a menudo jugaba con Roberto. Como el niño estaba de vacaciones, Andrea comenzó a dejarlo con ella algunas mañanas. Confiaba que estaría bien atendido, así que sin pensarlo le dio permiso.
Al llegar esa noche, Andrea sintió que su hijo estaba diferente, Parecía estar muy cansado para pedirle jugar, como hacía cada noche.
“Hola hijo. ¿Dónde está Emily?”, le preguntó Andrea a su hijo. “Pensé que ella estaba contigo”. Pero el niño murmuró una incoherencia y se fue a su habitación.
Sin saber que pensar, decidió hablar con la vecina. Así se enteró qué Roberto no había querido ir: “Llamé a Roberto por la mañana, pero dijo que estabas descansando adentro... ¿Está todo bien?”, preguntó Emily.
Andrea se quedó atónita. “¿Descansando? ¿Él te dijo eso?”.
“Sí... ¿Está todo bien?”.
Andrea no entendía lo que estaba pasando. Tranquilizó a Emily y de inmediato confrontó a su hijo. Él fingió que no entendía lo que estaba diciendo, y luego le dio una explicación algo incoherente.
“No tenía muchas ganas de jugar con ella hoy. Así que le dije que estabas adentro, para que no se sintiera mal. Igual me porté bien, así que no tienes que preocuparte”. Aunque no estaba tranquila, Andrea lo dejó dormirse sin insistir más.
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Durante los días siguientes, pasaron más situaciones extrañas. Comenzaron a extraviarse algunas cosas de su habitación, como algunas prendas de lencería, maquillaje o su pijama favorita. Luego, desapareció el reproductor y un ventilador.
Le preguntó a Elisa, considerando la posibilidad de que ella se las hubiese llevado, pero dijo que no había tomado nada. Le hizo la misma pregunta a su hijo.
“¡Oye, cariño! ¿Fuiste a mi habitación mientras yo estaba fuera?”.
“¡Mamá! Llegaste temprano a casa... No... yo no entré allí”, respondió el niño.
“Oh, eso es raro…”, dijo para sí misma. “¿Quién se los llevó?”, se preguntó. “¿Emily…?”.
Esa noche, Andrea se encontró con su vecina y le preguntó si ella, por casualidad, había entrado a su habitación.
“No, señora Santos... Ha pasado mucho tiempo desde que entré a su casa porque su hijo dice que quiere jugar solo”, dijo Emily.
La respuesta de Emily le dio mucho que pensar. Decidió tenderle una trampa a su propio hijo. Al día siguiente, se fue al trabajo y les dijo a Roberto y Elisa que llegaría tarde en la noche. El rostro de su hijo brilló en forma sospechosa.
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La verdad era que había pedido el día libre. Aparcó su coche en la siguiente manzana y se dirigió a su patio trasero desde donde se veía el interior de la casa. Vio a Roberto caminando por el ático haciendo algo.
Su ansiedad se duplicó cuando lo vio saludando a alguien allí y bajando las escaleras a su dormitorio. No era su madre porque la había visto tirando basura afuera.
Se deslizó en silencio y caminó de puntillas. Se escondió detrás del sofá después de ver a Roberto salir de su habitación. Salió de su escondite y se coló detrás de él mientras se dirigía al ático.
Luego hizo una pausa cuando escuchó al niño hablar con alguien nuevamente: “¡A ella le encantará todo!”, dijo la voz de Roberto. “¡Esto es genial!”.
Andrea entró al ático y sorprendió al niño. “¿Con quién estás hablando?”, preguntó preocupada.
El niño quedó paralizado momentáneamente, y con lentitud se dio la vuelta. “¡¿Mamá?! ¿Qué haces en casa? Estaba hablando solo en el espejo”, dijo, señalando su reflejo. “Estaba planeando traerte aquí hoy... ¿Te gusta? ¡Es para ti!”.
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Andrea se conmovió hasta las lágrimas cuando vio el ático adornado con velas perfumadas, cortinas de encaje, una cama mullida, un pequeño ventilador de mesa y una grabadora. Una mesa auxiliar con cajones albergaba su maquillaje, camisón, mascarillas, lencería y perfumes.
“¿Qué está pasando? ¿Y qué es esto?”, quiso saber la mujer, que no salía de su asombro. Fue entonces cuando Roberto reveló su sorpresa.
“¡Es para ti, mamá! La idea la saqué de una revista... Quería que te relajaras porque siempre estás demasiado cansada para jugar conmigo”.
No podía creer lo que veía. Roberto le había preparado un espacio tranquilo y relajante para vencer su agotamiento después del trabajo.
“Trabajas todo el día, y esto es para ayudarte a relajarte con algo de música y aire fresco”.
Andrea abrazó con fuerza al pequeño, mientras las lágrimas corrían por su rostro. “Me encanta... es hermoso... gracias... gracias... te amo, cariño”, lloró.
El incidente derritió el corazón de Andrea y se dio cuenta de cuánto la amaba su hijo. Al final, decidió reducir sus horas de trabajo para poder pasar más tiempo con Roberto.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los niños necesitan tiempo de calidad con sus padres. A pesar de tener el apoyo y la compañía de su abuela y de su vecina, Roberto extrañaba a su madre, quien siempre estaba muy cansada para jugar con él. Al final, ella decidió equilibrar mejor los horarios.
- Algunas veces, preparar una sorpresa puede generar suspicacias. Andrea tenía la sensación de que algo malo estaba pasando y no descansó hasta averiguarlo. Pero resultó que su hijo le estaba acondicionando una habitación especial de sorpresa.
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