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Mujeres cargan bosas de tiendas | Foto: Shutterstock
Mujeres cargan bosas de tiendas | Foto: Shutterstock

A pobre mujer malvestida no le permiten entrar en tienda cara: al día siguiente el portero le abre la puerta - Historia del día

Mayra Pérez
21 jul 2022
00:00

Catalina caminaba por una zona comercial cuando vio a un portero impidiendo que una mujer entrara a una tienda de ropa. Conversó con ella y lo que supo la llevó a idear el mejor plan para ayudarla.

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Mientras caminaba perdida en sus propios pensamientos camino al supermercado, una gran conmoción llamó la atención de Catalina.

“Señora, no puedo dejarla entrar. Esta es una tienda de alta gama. Vaya a una tienda de segunda mano o algo así”, le dijo el portero a la mujer. Ella se sintió derrotada y comenzó a alejarse.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Las palabras del portero hirieron a Catalina, quien sintió ira hirviendo dentro de ella. Nadie merecía ese trato. Se acercó a la mujer antes de que esta se alejara.

“Hola, disculpa la intromisión, pero ¿qué pasó allí atrás?”, preguntó Catalina.

La dama levantó la vista sorprendida, y Catalina pudo darse cuenta de que estaba llorando.

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“Ese hombre no me dejó entrar a la tienda”, dijo con un hilo de voz entrecortada, luego señaló su ropa y se encogió de hombros. “Aparentemente, no me veo como el tipo de cliente que entra en esa tienda”.

Catalina se tomó un segundo para evaluar su vestuario. Ciertamente, no vestía prendas lujosas, y su ropa era quizás demasiado grande para su contextura. Pero eso no justificaba las acciones del portero.

“¿Cuál es tu nombre?”, le preguntó, con evidente cariño.

“Marta”, respondió.

“Marta, quisiera hacerte una pregunta”, dijo Catalina. “¿Por qué quieres ir a esa tienda? Puedo recomendar algunos lugares con ropa hermosa donde nadie es tratado de esa manera".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Marta negó con la cabeza. “Mi hija lleva muchos años soñando con tener un vestido de esa tienda. He estado ahorrando durante mucho tiempo y, finalmente, tengo suficiente para comprarle uno que pueda usar en su baile de graduación”.

“No me importa lo que el portero o los demás empleados piensen de mí. Pero se trata de mi hija. Desde la muerte de mi esposo, ella y yo hemos trabajado duro para salir adelante y se merece esa recompensa”, explicó, con los ojos desbordados de lágrimas.

Las palabras de Marta transportaron a Catalina a su infancia. Su situación no era la misma porque sus padres siempre tuvieron buenos ingresos, pero estaban demasiado ocupados y ausentes la mayor parte del tiempo.

Cuando su abuelo murió, ella se sintió desconsolada. Él era su mejor amigo y quien la animaba a luchar por lo que era correcto. Es por eso que se había convertido en abogada de derechos civiles.

Y fue esa abogada en ella la que resultó atraída a la confrontación entre esta mujer hermosa y trabajadora y el portero mezquino. De repente, tuvo una idea.

“¿Sabes qué? Ven conmigo”, dijo, tomando a Marta del brazo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Al día siguiente, Catalina llevó a Marta a la tienda. Aparcó justo enfrente y ambas se apearon del coche. Caminaron hacia la puerta, y el mismo portero les sonrió, abriendo la puerta rápidamente para permitirle entrar al lugar.

Catalina sonrió descaradamente. Su nueva amiga no se parecía en nada a la del día anterior. Llevaba un traje muy elegante que le había prestado Catalina. Su cabello y maquillaje estaban impecables, y era obvio que el portero no la había reconocido.

Catalina le sonrió al portero mientras entraba a la tienda y vio cómo Marta elegía un vestido tras otro, tratando de decidir cuál le gustaría más a su hija. Dio algunas sugerencias, pero al final, la mujer escogió uno y pagó el vestido en su totalidad.

Una vez más, el portero sonrió mientras abría la puerta para que salieran, y en lugar de ignorarlo, Catalina se detuvo.

“Marta, espera un segundo, por favor”, dijo. Se sonrieron la una a la otra con complicidad y se volvieron hacia el portero. “¿Te acuerdas de ella?”.

“Lo siento, señora. No creo haberla visto antes”, respondió, con una clara confusión en su rostro.

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“Usted le impidió que entrara a su tienda ayer. Ella tenía el dinero para pagar su compra y no pudo siquiera acercarse a los estantes. Y ahora, le permitió la entrada con una gran sonrisa”, dijo, con un tono de voz muy suave.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“Yo… lo siento. Yo no…”.

“Ella no quiere una disculpa”, interrumpió Catalina, pero Marta decidió intervenir.

“No necesito que se disculpe. Quiero que actúe en forma diferente para que esta tienda funcione mejor. Tanto ayer como hoy, yo tenía todo el derecho de comprar aquí y tenía el dinero para hacerlo, pero me rechazó solo por mi ropa. Y espero que no vuelva a suceder”, dijo Marta con la voz más tranquila posible.

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“Lo siento”, repitió el portero, inclinando la cabeza, avergonzado. Catalina sonrió al notar que algunos de los otros empleados estaban escuchando su conversación.

Estaba muy orgullosa de su amiga por la forma en que se expresaba. Aunque no quería acusar a ese hombre de ningún delito, no quería que nadie más viviera el mal rato que ella pasó.

“Vamos, Catalina. Mi niña necesita arreglarse para su baile de graduación”, dijo Marta a su amiga, quien sonrió. Ambas subieron a su auto.

Su hija lloró cuando abrió la caja y encontró un hermoso vestido adentro. Fue la mejor vestida del evento, pero sobre todo, fue la más feliz porque su madre le había dado una sorpresa tan notable.

Catalina le consiguió a Marta un excelente trabajo en su oficina y vio cómo su amiga ascendía en la escala corporativa como una campeona.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Luchar por lo que es correcto es el deber ser. Marta y Catalina le demostraron al portero lo equivocado que había estado el día anterior con solo señalar sus prejuicios.
  • Es mejor no juzgar a las personas, sin importar la situación. El portero rechazó a Marta debido a su apariencia, pero aprendió la lección cuando ella regresó al día siguiente.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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