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Un hombre con capucha frente a la puerta de una casa. | Foto: Getty Images
Un hombre con capucha frente a la puerta de una casa. | Foto: Getty Images

Hijo se entera de que pandillero visita a su anciana madre mientras él no está: regresa y no puede reconocer su casa - Historia del día

Vanessa Guzmán
05 ago 2022
08:40

Un hijo ocupado fue a visitar a su anciana madre después de meses de ausencia y descubrió que un tipo al que consideraba miembro de una pandilla la visitaba regularmente.

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Cristian Rodríguez era un hombre ocupado, importante, y su tiempo era valioso. Su esposa e hijos lo sabían, al igual que sus empleados, pero nadie lo sabía tan bien como su madre, Esther.

A pesar de que se proclamaba un hijo devoto, rara vez veía a su mamá. A veces, pasaban tres o cuatro meses entre visitas, sin importar cuántas veces lo llamara ella.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Las cosas cambiaron tras recibir una llamada de una de las vecinas de su madre. Ella alertó a Cristian de que un joven extraño la estaba visitando, un hombre con mala reputación.

Según la vecina, el hombre era miembro de una pandilla y ella sospechaba que sus frecuentes visitas probablemente significaban que le estaba robando a Esther.

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Alarmado, Cristian llamó a su esposa y le dijo que llegaría tarde a casa para cenar. Luego condujo hasta la casa de su madre. El hombre tocó la puerta y gritó: “¡Mamá!”.

Después de mucho rato, escuchó el sonido de los pasos de su madre y Esther abrió la puerta. “¡Cristian!”, dijo ella feliz. “¡Qué maravillosa sorpresa!”.

“¡Mamá!”, exclamó el hombre, aliviado. “¡¿Estás bien?!”.

“Por supuesto que estoy bien”, dijo Esther. “¿Por qué no lo estaría?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Bueno, la señora Dolores me llamó”, dijo Cristian, vacilante. “Mira, ¡entremos y sentémonos!”.

Esther asintió y condujo a su hijo por el pasillo hasta la sala de estar. Mientras su madre se acomodaba con cuidado en el sofá, Cristian echó un vistazo rápido a su alrededor.

Todo parecía estar en su lugar. La tele, la radio... No faltaba nada. De hecho, la casa se veía muy ordenada. Ni una mota de polvo estropeaba las superficies de los muebles.

El hombre se sentó y fue al grano. “Mira, mamá”, dijo. “La Sra. Dolores dijo que un personaje desagradable te ha estado visitando casi todos los días. ¿Esta persona te está robando? ¿O extorsionándote?”.

“¿Qué?”, dijo la mujer mayor, sorprendida. “¿Eso fue lo que dijo? ¡Dolores es una entrometida y una chismosa, y debería ocuparse de sus propios asuntos!”.

“Mamá”, insistió Cristian. “¡No has respondido a mi pregunta!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Esther levantó la barbilla y miró fijamente a su hijo. “No entiendo”, dijo ella. “No te he visto en casi seis meses, casi nunca llamas, ¿y ahora quieres que te explique mi vida?”.

El hombre se sonrojó. “Mamá”, dijo. “No ha pasado tanto tiempo. Y sabes que estoy muy ocupado...”.

“Por supuesto que lo estás”, dijo Esther. “Por eso no he visto a mis nietos en tanto tiempo. Te olvidas de mí, ¿no?”.

“¡No!”, protestó Cristian. “No es así. Es solo...”.

“Eres un hombre ocupado”, dijo Esther con calma. “No puedes darte el lujo de gastar tiempo en algo que no te reporta ganancias, como visitar a tu madre”.

Cristian estaba enojado. “Estoy aquí ahora, ¿no?”, dijo él. “¡Estoy mostrando preocupación y no me traerá ningún beneficio!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Estás aquí solo porque Dolores te llamó”, dijo Esther con tristeza. “Quieres que la gente piense bien de ti, que eres un buen hijo, ¿no es así?”.

“¡Lo intento!”, dijo el hombre enojado. “¡Dios sabe que lo intento!”.

“No te esfuerzas mucho”, dijo la mujer mayor sin rodeos. “Mira a tu alrededor, hijo. ¿Qué ves?”.

Cristian comenzó a mirar y notó que la sala de estar no solo estaba impecable. Las paredes y el techo estaban recién pintados y los cristales de las ventanas brillaban.

“Todo se ve muy bien, mamá”, dijo. “Pero no deberías trabajar demasiado”.

“Yo no trabajo en absoluto”, dijo ella. “No puedo permanecer de pie demasiado tiempo debido a mi artritis”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Cristian se levantó y se asomó a la cocina. Todo estaba tan impecable como la sala de estar. Toda la casa olía a fresco y limpio, y se veía pulcra.

“No entiendo”, dijo el hombre, desconcertado.

Esther miró el reloj y sonrió. “¡Entenderás, en unos minutos!”

Sonó el timbre y Esther se levantó para abrir la puerta. Regresó con un hombre y una niña con ella.

¡Cristian podía ver por qué la Sra. Dolores había dicho que el hombre era miembro de una pandilla! Era ENORME, con brazos enormemente musculosos cubiertos de tatuajes. Parecía rudo y fuerte.

La pequeña tenía alrededor de siete años y era delicada como una muñeca de porcelana. Llevaba un bonito vestido rosa de princesa y cargaba una muñeca. “Mira, abuela Esther”, dijo, sosteniendo el juguete.

“¿Abuela?”, preguntó Cristian. “Mamá, ¿quiénes son estas personas?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Hijo, este es mi amigo David Morales y su hija Marcia”, dijo Esther. “David vive cerca y viene casi todos los días. Nos conocimos en el supermercado y me trajo las compras a casa”.

“Es padre soltero. No tiene familia en la ciudad. Yo también estoy sola, así que nos apoyamos mutuamente. ¡Él es mi salvador! Pinta y arregla lo que se rompe...”.

“¡Y la abuela Esther hace las mejores galletas!”, interrumpió la pequeña. “¡Papá no sabe hornear!”.

David sonrió y no parecía tan feroz. “Esther me está enseñando”, dijo.

“Mamá”, protestó Cristian. “¡Tú tienes una familia, me tienes a mí y tienes tus propios nietos!”.

“Y te amo, hijo, y extraño a mis nietos”, dijo Esther con tristeza. “Pero me siento sola y nunca te veo. No me necesitas, pero David, Marcia y yo nos necesitamos”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Cristian salió de la casa de su madre, profundamente avergonzado por su negligencia. Comenzó a visitar a Esther con más frecuencia y a llevar a sus hijos para que pasaran tiempo con su abuela. Llegó a conocer muy bien a David y a su hija, y los dos hombres se hicieron amigos.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nuestros padres nos necesitan en sus últimos años, como nosotros los necesitamos en nuestros primeros años. Cristian descuidó a su madre. Luego se sorprendió al descubrir que ella se había acercado a otra familia.
  • El amor y el cuidado son lo que hace a una familia. Esther, David y Marcia se convirtieron en una familia, no por la biología, sino porque se amaban y se preocupaban el uno por el otro.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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