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Mujer ayuda a un desconocido a preparar una gran cena: luego, él no la deja irse - Historia del día

Un hombre mayor que no sabía cocinar necesitaba preparar una cena especial para su familia y una mujer en el supermercado le ofreció ayudarlo.

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“¿Puedes ayudarme a elegir un melón?”, le preguntó Pedro Salinas a la mujer de rostro dulce en la sección de productos. Él estaba empujando un carrito de compras lleno de ingredientes inusuales y de aspecto interesante.

Parecía como si fuera un diestro cocinero, pero no era así. Ahora estaba lamentando haberles ofrecido impulsivamente a sus hijos organizar una fiesta de cumpleaños en su casa.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Faltaban cuatro horas para su cena de celebración y no tenía nada preparado. A las 8:00 p. m., sus hijos, sus respectivos cónyuges y sus cuatro nietos llegarían a cenar, ¡e iba a ser un desastre!

La mujer sonrió, levantó un melón y se lo olió. “Este está bueno”, dijo ella. “¿Qué vas a preparar con eso?”.

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“No lo sé”, dijo Pedro impotente. “Sé que me gusta el melón... Tengo una cena en mi casa esta noche y no tengo idea de qué preparar. ¡O cómo prepararla, para ser honesto!”.

La mujer se mostró comprensiva. “Pobre hombre”, dijo ella. “¡Parece que asumiste más de lo que podías realizar!”.

“Mi esposa siempre decía que yo hacía eso”, confesó. “La extraño...”.

La mujer le tocó la mano suavemente. “¿Ella se ha ido?”, preguntó. Pedro asintió y ella suspiró. “Mi esposo también. No es fácil seguir adelante, ¿verdad?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Pedro negó con la cabeza. “No, no lo es”, estuvo de acuerdo. “A mi esposa le encantaba cocinar e invitar a nuestros hijos. Se suponía que esta noche sería para crear nuevos recuerdos...”.

“Bueno”, dijo la mujer. “¿Qué tal si te ayudo con tus compras y te digo cómo cocinar una deliciosa cena para tu familia?”, dijo la mujer.

Pedro sonrió. “¿Lo harías?”, dijo él. “Eres muy amable... ¡Pero ni siquiera sé tu nombre! Soy Pedro”.

“Soy Eva Bracho”, dijo la mujer. “¡Vamos a planificar el menú!”.

Mientras hablaban, la mujer se dio cuenta de que hacer una tortilla era un desafío para Pedro, y mucho más una comida familiar completa. “Mira”, propuso ella. “¿Por qué no voy a tu casa, preparo la cena en el horno y luego puedes servirla?”.

“¿Estás segura?”, preguntó el hombre. “¡No quiero tomar mucho de tu tiempo!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Tiempo es todo lo que tengo”, dijo Eva con tristeza. “Desafortunadamente, mi esposo y yo no tuvimos hijos, así que estoy muy sola. Además, ¡ME ENCANTA cocinar!”.

La mujer era una excelente cocinera y, en poco tiempo, tenía un espléndido asado marinado, esperando ser envuelto en deliciosas capas de paté, champiñones salteados y hojaldre.

“¡GUAU!”, expresó Pedro. “¿Qué eres, una maestra chef?”.

Eva se rio. “¡NO!”, dijo ella. “Mi mamá era chef; yo soy una maestra jubilada, pero crecí rodeada de excelente comida, ¡y un poco de eso se me contagió!”.

La mujer puso a Pedro a que la ayudara con algunas cosas, rebanando y cortando en cubitos y preparando la ensalada. “¿Para qué es eso?”, preguntó él con curiosidad mientras ella cortaba el melón en trozos.

“Eso es para comenzar. Es una entrada”, explicó. “Melón con prosciutto...”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“¿Dulce y salado?”, preguntó él. “¡Suena asombroso!”.

“¡Te va a encantar!”, dijo Eva sonriendo. “Pásame las fresas...”.

Pronto, la casa se llenó de olores maravillosos, y Pedro se encontró tarareando mientras sacaba sus mejores manteles y la vajilla de lujo. La casa volvió a la vida, tal como cuando su esposa aún vivía.

Entonces eran las 7:00, el asado estaba esperando para ser tallado en su cubierta dorada de hojaldre, y las papas asadas estaban crujientes y relucientes, fragantes con romero.

El plato de melón estaba adornado con rosetas de prosciutto y una pizca de menta y piñones, la ensalada era una visión colorida que prometía delicias, y el postre de fresas y crema estaba en el refrigerador, manteniéndose fresco.

“Bueno”, dijo Eva con una sonrisa. “¡Listo! Es hora de irme. Lanzó una mirada nostálgica a la mesa. “Espero que usted y su familia la pasen muy bien”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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La mujer se lavó las manos, recogió su bolso y se dirigió a la puerta. Pero cuando llegó allí, ¡encontró que estaba cerrada con llave!

“Me temo que no irás a ninguna parte”, dijo Pedro.

“¿Qué? ¡Por favor, sal del camino! ¡Abre la puerta!”.

“No”, dijo el hombre. “Te quedarás aquí”.

Eva empezó a sentirse muy asustada, pero trató de ser razonable. “Mira, Pedro”, dijo ella. “La pasamos muy bien, pero ahora tengo que irme...”.

“No quiero que te vayas”, dijo el hombre. “De hecho, he decidido que no te irás”. Parecía tranquilo y razonable, ¡y eso era aún más aterrador! ¿Había caído Eva en las garras de un psicópata?

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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La mujer comenzó a temblar. Discretamente, metió la mano en su bolso para rebuscar tu teléfono celular. ¿Dónde estaba? ¿Por qué nunca podía encontrarlo cuando lo necesitaba?

“Cálmate, Eva”, dijo Pedro suavemente. “No te irás a esa casa vacía después de pasar toda la tarde trabajando para hacer una comida tan maravillosa. ¡Vas a cenar con mi familia y conmigo!”.

“¡AH!”, gritó Eva. “¡Qué susto! Pensaba... que eras un psicópata...”.

Pedro se echó a reír cuando sonó el timbre. “¡Ahí está la familia! Vamos, necesitas conocer a todos, y no te preocupes, ya puse un lugar extra en la mesa...”.

La cena fue un gran éxito y a todos les encantó Eva. Los hijos de Pedro le rogaron que preparara otra cena pronto y ella accedió. A partir de entonces, ella y Pedro comenzaron a tener una cena semanal juntos. Descubrieron que la soledad compartida no es tan amarga.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

En lugar de detenernos en el pasado, debemos esforzarnos en construir nuevos recuerdos. Pedro quería volver a compartir momentos felices con su familia tras la pérdida de su esposa.

La soledad compartida es la soledad a la mitad. Pedro y Eva estaban solos después de perder a sus cónyuges y se hicieron buenos amigos. Se ayudaban mutuamente a sentirse menos solos.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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