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Profesor anciano se pierde tras ser echado del autobús y escucha: "¡No te he visto en años!" - Historia del día

Mayra Pérez
05 sept 2022
22:00

Felipe Hurtado estaba algo confundido, por lo que le preguntó al conductor si era el autobús correcto, pero él lo echó de la unidad muy enojado. El anciano se sintió perdido y, de repente, escuchó a una persona que se dirigía a él.

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“¿Este es el autobús a la calle 3?”, preguntó Felipe Hurtado, de 76 años, al conductor del autobús, un hombre al que nunca había visto antes, aunque siempre tomaba la misma ruta.

Estaba teniendo problemas para recordar cosas básicas como su propia dirección o cómo volver a casa. Por lo general, la gente lo ayudaba, pero ese día no fue así.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

“¿Calle 3? ¿De qué estás hablando?”, preguntó el conductor enojado.

“Lo siento ¿Me subí al autobús equivocado?”, preguntó el señor Hurtado. “Es que mi memoria no funciona muy bien”, dijo en tono de disculpa, inclinando la cabeza para enfatizar cuánto lo sentía.

“Me tienen sin cuidado tus problemas. ¡Sal ahora mismo o siéntate!”, gritó el conductor, y el hombre mayor no podía entender por qué lo trataban con tanta hostilidad. Era una pregunta simple que podía responderse con amabilidad.

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Pero este hombre estaba siendo grosero y parecía enojado con el mundo sin ninguna razón.

“Señor, solo estoy haciendo una pregunta”.

“Viejo, ¡sal de mi autobús! No quiero que me molestes. Tengo que terminar mi ruta. ¡Ya vete!”, le gritó el conductor al señor Hurtado, con la mirada cargada de ira.

El anciano se sorprendió por su expresión, por lo que se bajó de inmediato. No podía creer que lo hubieran echado de esa forma; lo peor de todo es ninguno de los otros pasajeros había dicho nada.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Las puertas del autobús se cerraron un segundo después de que el señor se bajó, y el vehículo se alejó. Felipe miró a su alrededor. No reconocía esa parte de la ciudad. Se sentó en la parada y estuvo pensando durante mucho tiempo.

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“Jesús, escúchame. Dame memoria y ayúdame”, rezó, tratando de recordar adónde iba. Su esposa postrada en cama, Lucinda, necesitaba tomar sus medicamentos y por eso había tenido que salir de casa.

Supuso que sería fácil, pero su cerebro estaba fallando y ahora era difícil moverse solo. ¿Qué iban a hacer? No tenían hijos y no había familia cerca para ayudarlos.

Durante muchas décadas se había desempeñado como docente, y siempre había tenido una excelente memoria. Ahora se sentía muy frustrado, pero se había negado a pedir ayuda a los Servicios Sociales. Quizás debería haberlo hecho.

Pero esas eran soluciones para otro momento. Por ahora, tenía que encontrar una manera de llegar a casa, y decidió que tal vez caminar le refrescaría la memoria. Cuando se levantó del banco, sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz masculina.

“¡No te he visto en años!”, escuchó. Se dio la vuelta y vio el rostro de un hombre de unos 50 años. Felipe frunció el ceño, tratando de reconocerlo. Una mujer estaba de pie a su lado con una sonrisa cortés, pero tampoco podía decir quién era.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Lo siento, señor. Mi memoria no funciona muy bien”, dijo Felipe en tono de disculpa, inclinando la cabeza ligeramente avergonzado.

El hombre le sonrió ampliamente y se acercó a él con los brazos extendidos. “Señor Hurtado, ¡soy yo, Hugo Santos! Fui uno de tus estudiantes, no sé... como hace 30 años, tal vez”.

“¿Hugo? ¡No puedo creerlo! ¡Qué bueno verte!”. Felipe estaba sorprendido y encantado. Su memoria podría estar teniendo problemas, pero había algunos estudiantes que nunca podría olvidar. Hugo era uno de ellos.

No había sido el mejor académicamente, pero era uno de esos adolescentes que valoraba lo que los maestros tenían que decir y siempre buscaba su consejo.

“¡Sí, señor!”, dijo y envolvió sus brazos alrededor del profesor. Felipe le palmeó la espalda varias veces. “Esta es mi esposa, Wanda. Cariño, este es el hombre que inspiró toda mi carrera”.

“¡Oh, es un placer conocerte!”, dijo Wanda, y el señor Hurtado sonrió cuando se dieron la mano.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Igualmente. Estoy muy contento de que las cosas hayan salido bien para Hugo, pero no sé si en realidad inspiré toda su carrera”, bromeó.

“¡Por supuesto que si! Hace 30 años, todos me decían que no me dedicara a la tecnología. Decían que no era lo suficientemente inteligente para el mundo de los algoritmos porque eran ‘demasiadas matemáticas’”. Usó sus dedos para citar las últimas dos palabras.

“Pero tú eras diferente. Me dijiste que la tecnología era el verdadero futuro y que sería tan vasto y asombroso que probablemente podría dejar mi marca en cualquier lugar, incluso si no era bueno en matemáticas”.

“Vaya, ni siquiera recuerdo eso”, se lamentó el anciano.

“Yo nunca podré olvidarlo; la forma en que me trataste significó mucho para mí. Críe a mis hijos diciéndoles que podían dejar su huella en cualquier parte, incluso si nadie creía en ellos. Yo lo hice. Espero inspirar eso en mis nietos también”, finalizó Hugo, con la voz casi rota al final. “Gracias. Gracias, profesor”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“No sé qué decir”, respondió Felipe, con una lágrima escapando de sus ojos. Si bien sus días de enseñanza fueron los mejores de su vida y adoraba a los chicos, no tenía idea de que había tenido un impacto tan grande en uno de ellos, y estaba muy agradecido por sus palabras.

“¿Entonces qué haces por aquí?”, preguntó Hugo, y el señor Hurtado le contó muy avergonzado su situación. Había tomado el autobús equivocado y terminó en la calle equivocada, donde no era capaz de reconocer nada.

Hugo y su esposa, que vivían en esa zona y habían estado dando un paseo cuando vieron al anciano, se ofrecieron a llevarlo y él accedió. Fueron a buscar su auto y se pusieron en camino.

Más tarde se enteraron de la condición de la esposa del señor Hurtado y cómo les estaba yendo solos, lo que hizo que Hugo frunciera el ceño. Decidió que los ayudaría a ambos en esa difícil etapa. Contrató a un cuidador para ellos y los controló tanto como fue posible.

Cuando Lucinda murió, Hugo trasladó a su profesor a un centro privado de vida asistida porque su memoria se había ido casi por completo. Pero el joven nunca olvidó al maestro que lo había inspirado.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

Los ciudadanos mayores necesitan nuestra ayuda y comprensión. Es lamentable que el conductor del autobús haya tratado en esa forma al señor Hurtado y que ninguno de los pasajeros haya intervenido. Los ancianos merecen ser tratados con amabilidad, no con desprecio o indiferencia.

Los buenos docentes inspiran a sus estudiantes, incluso a aquellos que no se destacan académicamente. El señor Hurtado se consideraba un simple profesor, pero descubrió que al menos uno de sus alumnos lo recordaba con cariño y logró sus sueños porque su maestro siempre creyó en él.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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